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Pieter Brueghel el Viejo_El triunfo de la Muerte_Museo del Prado

Pieter Brueghel el Viejo: El triunfo de la Muerte (Museo del Prado)

[Artículo revisado y enmendado el 25 de octubre de 2014]

Campo de Criptana fue una de las primeras localidades españolas en promover la construcción de un cementerio fuera del casco urbano. Hasta comienzos del siglo XIX, en nuestro pueblo, al igual que en resto del país, los enterramientos se realizaban en las iglesias; se creía que, con ello, los difuntos estarían más cerca de Dios, se beneficiarían de las oraciones de los vivos y estarían lejos del alcance del demonio. No se tenían en cuenta, sin embargo, los problemas de salubridad que ello ocasionaba. En momentos de gran mortandad, como las epidemias, la situación llegaba a ser desesperada. No había sitio para enterrar tantos cadáveres en el poco espacio disponible de las iglesias y la premura obligaba a abrir sepulturas recientes para introducir nuevos cuerpos. El mal olor era en ocasiones tan insoportable (como nos dicen algunas fuentes escritas de la época) que ni el incienso y la abundancia de flores bastaban para disimularlo. Imaginemos la situación: una iglesia abarrotada de gente que oye misa, sobre una masa ingente de cuerpos putrefactos; así fue durante siglos. Por si esto fuera poco, sumémosle la práctica de las mondas, término que el DRAE define como: “Exhumación hecha en un cementerio en el tiempo prefijado, conduciendo los restos humanos a la fosa o al osario”. Eran prácticas poco saludables para la población, pero sobre todo eran desagradables. Por ello a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX comenzaron a dictarse leyes que obligaban a los municipios a construir cementerios fuera de las ciudades.

En Campo de Criptana, el primer cementerio se construyó en las entonces afueras de la localidad, junto a la actual ermita de San Cristóbal, que le sirvió como capilla. Se inauguró en 1805 y de su situación dio cuenta La Gaceta de Madrid, nº 58, del 7 de julio de 1807 (pág. 688), en los siguientes términos:

Campo de Criptana, en la Mancha, 18 de junio
A conseqüencia de las reales órdenes, y de la especial que comunicó el Sr. D. Adrian Márcos Martinez, del consejo de S. M., ministro comisionado para la construcción de cementerios en el obispado-priorato de Uclés, se verificó dicho religioso establecimiento en esta villa, y se procedió á su bendicion, acordada por el reverendo obispo-prior, el domingo Iº. de diciembre de 1805, con asistencia de ambos cabildos eclesiástico y secular, de la comunidad de padres carmelitas descalzos, única en ella, y de un innumerable concurso. Desde aquel dia se principió á hacer uso del cementerio, donde se continúa sepultando indistintamente á toda clase de personas, sin excepción alguna, baxo las reglas adoptadas por punto general, y las particulares que se han tenido por convenientes por los comisionados para ello, con general aceptacion del público.

Con la expresión “reales órdenes” el texto se refiere a las leyes promulgadas por Carlos IV en 1804. Por aquel entonces, Campo de Criptana aún se encontraba bajo la jurisdicción de la Orden de Santiago, es decir, el obispado-priorato de Uclés, que fue suprimido ya bien entrado el siglo XIX.

Contó el acto también con la participación de frailes Carmelitas Descalzos del convento criptanense; pocos años después, sería disuelto y desamortizado, con la consiguiente desaparición de la presencia, muy importante, de esa orden en Campo de Criptana.

Casi medio siglo estuvo este primer cementerio recibiendo los cuerpos de criptanenses difuntos. A comienzos del XX ya funcionaba el cementerio actual. En él vemos aún algunas lápidas procedentes del antiguo que nos hablan de difuntos ya de otra época, olvidados por el tiempo… y por los vivos.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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