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De vez en cuando Campo de Criptana era noticia en la prensa nacional por desgraciados motivos, como por ejemplo, accidentes de «tráfico». No es exclusivo de nuestro tiempo este tipo de sucesos. En la época eran muy comunes los accidentes de carros, de camiones y de tren. Aunque éstos últimos fueron los siniestros más abundantes en Campo de Criptana en los primeros años del siglo XX, esporádicamente encontramos algunos otros siniestros en los que se ven involucrados un carro o un animal.
En la historia que traigo hoy, el protagonista, trágico, es un carro cargado de mies. Sucedió la gran desgracia de que éste sufriera un vuelco y que, en ese preciso momento, una madre y sus dos hijos acertaran a salir de su casa. El resultado de esta coincidencia tenía que ser, como era de esperar, trágico, como muestra la noticia sobre el hecho que publica El Heraldo de Madrid, año XXXIX, núm. 13.541, sábado 22 de junio de 1929, que dice así:
Tres personas aplastadas por un carro
CIUDAD REAL 22. – Comunican de Campo de Criptana que un carro cargado de mies y conducido por José Antonio Martin volcó frente a la puerta de la casa número 15 de la calle de la Concepción, en el preciso momento que salía de dicha finca Josefa Castombrique Imendo, de veintinueve años, acompañada de dos hijos de corta edad. Los tres fueron aplastados por el vehículo, y fallecieron instantáneamente.
El periódico en que aparece esta noticia publica una sección de «Accidentes de circulación» que recoge diferentes siniestros, con el título genérico de «Dos muertos y seis heridos en atropellos, vuelcos y choques», pero en este caso con medios de transporte diferentes al de Criptana, especialmente camiones y un choque de trenes en Vitoria. Además se publican otros sucesos: el caso de una joven de Melilla asesinada por un novio rechazado y, en la misma ciudad, de una joven agredida por su exnovio; y, en Zamora, el caso de un niño asfixiado por su madre. No todo es malo; también se encuentran buenas noticias: en Santander, la mujer de un pescador dio a luz dos niños y una niña, y les pusieron por nombre Jesús, José y María.
Posiblemente, una de las reflexiones más importantes que se pueden hacer cuando se leen periódicos de esta época y se encuentran tales sucesos es que, en definitiva, las tragedias y las alegrías son una constante en la existencia humana, y que esa famosa expresión «¡Cómo están los tiempos!» deja de tener valor cuando se explora un poco en el pasado y uno se da cuenta de que ningún tiempo pretérito fue mejor. Lo peor que nos puede pasar es que pensemos que nuestra época es la más desgraciada y que se encuentra al borde del apocalipsis. Ése sería el mayor error.
Por último, una pequeña observación. Me han llamado la atención los apellidos de la finada, Castombrique Imendo; posiblemente en ambos casos hay erratas, y hay que asumir para el primero «Castiblanque», apellido muy común en Campo de Criptana.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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