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Campo de Criptana y el ferrocarril, una eterna historia de amor y desamor. Los primeros proyectos de construcción de una línea férrea entre Madrid y Alicante contemplaban la posibilidad de hacer de la estación de Campo de Criptana un nudo ferroviario principal, pero tal esperanza se frustró. Aquellos trenes, que se veían como un signo de futuro y de progreso económico en Campo Criptana, pasaron de largo por algún tiempo a comienzos del siglo XX, como si la estación criptanense no existiera, o pintara bien poco (más o menos como ahora). Sin embargo, hay que tener en cuenta que en aquella época el ferrocarril era el principal medio de exportación, el único que permitiría, a gran escala, enviar la flor de los productos criptanenses al resto de España y al mundo.

Campo de Criptana, sin tren, estaba perdido. Esto explica protesta airada que alzaron los criptanenses en la prensa, cuando la compañía de ferrocarriles suprimió las paradas de los trenes de Levante en su estación. Esto suponía dejar al pueblo casi completamente incomunicado. Y Campo de Criptana reaccionó cuando su tren estuvo en peligro, y protestó en 1902, algo que no hizo, por cierto, cuando hace algunos años se cerró definitivamente su estación y sus autoridades asistieron, pasivas, al desaire de verla convertida en apeadero.

La supresión de las paradas del año 1902 motivó ya las primeras muestras de protesta, tal y como publicaba el periódico El Liberal, año XXIV, núm. 8.123, del sábado 4 de abril:

Los vecinos de Campo de Criptana (Ciudad Real) se lamentan de que en la estación del mencionado pueblo no se detengan ni un sólo minuto los trenes expresos de Levante.

Las necesidades del comercio de aquella población exigen que se atiendan esas quejas, tanto más legítimas cuanto que lo que solicitan los vecinos de Campo de Criptana produciría, si se realizase, grandes beneficios á la Compañía de los ferrocarriles del Mediodía.

Es de esperar, por lo tanto, que ésta atienda tan justas reclamaciones.

La indignación criptanense no quedó ahí, y algunos días después, se volvió a repetir la protesta, y en este caso se exponía el caso, con una argumentación más cuidada y detallada, en El Imparcial, año XXXVI, núm. 12.482, del martes 14 de enero de 1902:

El Campo de Criptana. Un pueblo abandonado

Profundo disgusto ha producido en la importante población de Campo de Criptana (Ciudad Real) la noticia de que la Compañía del ferrocarril, desatendiendo las encarecidas instancias del comercio y del vecindario en general, no ha señalado, al formar el itinerario de los expresos de Levante, un minuto de parada en aquella estación, á la que, en caso contrario, hubieran afluido, no solamente los viajeros procedentes de Criptana, sino los de otros pueblos inmediatos, que hubieran hallado así mayores facilidades para la gestión de sus negocios.

Según parece, la Compañía ha manifestado que, cuando se solicitó de ella que los referidos trenes expresos parasen un minuto en la estación de Campo de Criptana, ya el itinerario estaba hecho, y también aprobado por el gobierno.

Endeble explicación es esta, pues la Compañía, que ha sido más complaciente con pueblos próximos á Campo de Criptana, y menos poblados y ricos que éste, debiera haberse anticipado á una petición que no puede ser más justa.

Pero ¿qué de extraño tiene ese desvío de la empresa ferroviaria hacia Campo de Criptana, cuando ni siquiera cuida de adecentar y poner en medianas condiciones para el servicio su estación, que, no obstante los grandes beneficios que reporta, parece una miserable caseta de obreros de la vía?

Decíase antiguamente: «Allá van leyes do quieren reyes». Ahora, quienes hacen lo que quieren son las Compañías de ferrocarriles.

A juzgar por lo dicho, parece que sobre la estación de Campo de Criptana siempre pendió la «espada de Damocles» del cierre, de su degradación a mero apeadero y de su abandono. Y el ocaso, casi total, hace algunos años. Aún parece mentira que esa historia del ferrocarril, que forma parte desde hace tanto tiempo de Campo de Criptana, desde aquel lejano año de 1855 en que, atónitos, sus habitantes asistieron al paso del primer tren… parece mentira, repito, que esa historia ferroviaria criptanense haya casi desaparecido por completo, y que sus historias se hayan olvidado… y que no recordemos que unos trenes vetustos nos trajeron a Alfred Germond de Lavigne en 1858, y a Augusto Floriano Jaccaci en 1890, y que en tren vino, allá por 1905, Azorín en busca de Don Quijote… y que hayamos olvidado que allá por 1860 un tren trajo a Isabel II a Criptana, y que 1871 Criptana en pleno recibió en su engalanada estación, con la pompa y el esplendor que la ocasión merecían, a aquel recién llegado y flamante rey, Amadeo I, que también vino en tren… ¿Qué más se puede decir? El tren ha formado parte de la leyenda de Campo de Criptana tanto como Don Quijote.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO