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Ruinas romanas (versión azul): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2000)

Ruinas romanas (versión azul): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2000)

En su recorrido por tierras de La Mancha rastreando su pasado más remoto, aquellos tiempos procelosos de guerras ibéricas y conquistas romanas, el académico de la historia Antonio Blázquez, anduvo por Criptana, y pateó su término en busca de restos que permitieran conocer cómo fueron estos campos y sus gentes hace dos mil años. En la historia de la tierra, dos mil años son poca cosa; son mucho, sin embargo, en la historia de una comarca que ha visto pasar por aquí tantas gentes, y tantas culturas, a veces tan diferentes. Muchas cosas, sin embargo, no han debido de cambiar mucho.

Tormenta sobre La Mancha: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1995)

Tormenta sobre La Mancha: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1995)

Quién sabe si, quizá, haya alguna encina que haya sobrevivido al paso el tiempo, a la expansión de cultivos, a la destrucción de la mano del hombre, al fuego, a la sequía o al frío y a los hielos. Quién sabe si habrá alguna que, impasible, haya visto desfilar ante ella dos mil años de historia, que haya dado sombra en el estío a alguno de aquellos habitantes prerromanos de la zona, o aliviase del calor a un romano despistado que pasaba por allí, perdido, sin haber percibido aún que todos los caminos llevan a Roma en una época en que Roma era la capital del mundo civilizado; puede que aquella vieja encina presenciase (todo es posible) el paso marcial, triunfante y orgulloso de Sempronio Graco al mando de sus legiones, dispuesto a comerse el mundo, o mejor dicho, a comerse Hispania; quién sabe si aquella encina vetusta no vio la sangre correr al paso de los bárbaros,  y quién sabe qué más cosas, porque el pasar del tiempo siempre es sorprendente e inesperado, y uno nunca puede hacer planes con él y, como viene, se va. Si las piedras, la tierra y ese cielo inmutable pudieran hablar, cuántas cosas nos contarían del pasado.

Ya he hablado en muchas ocasiones en este blog del paraje criptanense llamado de “La Hidalga”, y de cómo Blázquez creyó haber reconocido en él los restos de la mítica Alces, aquella ciudad ibérica que plantó cara a los romanos, como nos cuenta Tito Livio en su Ab Urbe Condita. Y traigo hoy un capítulo más de este interminable descubrir y discurrir sobre el pasado lejano de Criptana, siguiendo con las andanzas de Blázquez por sus caminos, veredas y campos. Encontramos esta referencia a La Hidalga en su obra realizada en coautoría con Claudio Sánchez Albornoz, titulada Vías romanas del valle del Duero y Castilla La Nueva. Memoria de los resultados obtenidos en las exploraciones y excavaciones practicadas en el año 1916 (Madrid 1917), pág. 29.

Situémonos antes en el itinerario de Blázquez. Primero ha hecho una breve exposición sobre las vías romanas que atraviesan el término de Criptana. Después se ha situado en el Santuario del Cristo de Villajos, donde relata haber descubierto diversos hallazgos arqueológicos (tumbas, objetos, etc.), y de allí nos lleva, siguiendo el camino de “Santa Brígida” directamente a La Hidalga. He aquí lo que nos dice al respecto:

Continuando por el camino de Santa Brígida, se llega a la laguna de Salicor, situada muy cerca de los linderos de Campo de Criptana, Alcázar, Quero y Miguel Esteban, y en su parte orienta, pero a menos de medio kilómetro, hay, en la finca denominada La Hidalga, un cerro de escasa elevación, alargado en el sentido de Este a Oeste, en cuya parte superior se divisan varios cimientos en líneas casi rectas de bastante longitud, como si correspondieran a toscas alineaciones de calles de un pueblo destruido.

En las laderas es donde con más frecuencia se encuentran monedas y objetos romanos e ibéricos. La cerámica es tosca, negra y roja; también la hay pintada, sin que pueda precisarse, por lo pequeño de los fragmentos, si había figuras animadas, y algunos trozos presentan resaltes o hendiduras, siendo del mismo tipo que otros de Numancia (lámina X de la Memoria de Excavaciones citada).

A la parte de mediodía, y en terreno inmediato, pero llano, y ya en realidad fuera del cerro, hay un pozo o aljibe de mampostería tosca, cuyo fondo estaba cubierto con losas romanas de gran tamaño, el cual tiene su semejante en la lámina XVI de Numancia, núm. 3.

Las monedas corresponden casi por completo a la época republicana, y también algunas al tipo de inscripción ibérica.

Esto es un poco del pasado de Criptana, de aquel pasado lejano, cuando Criptana aún no era ni un sueño, y las tierras se extendían interminables en el horizonte con su bosque infinito de encinas. Si las tierras hablaran…

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO