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Es común relacionar ese artilugio llamado «columpio» con la diversión, con la infancia; con el mareo para algunos. Pero tiene otras muchas connotaciones este término. No hay nada, posiblemente, más terrorífico que ese columpio que se mece solo en un día sin viento. Pero es también terrorífico darse cuenta de ello… como quien no quiere la cosa. Y entonces se piensa: «Aquí hay gato encerrado» o «Aquí huele a muerto», que en estos contextos viene a ser lo mismo.
Pero no será de terror la historia de hoy, sino un relato sobre lo absurdo que puede llegar a ser el comportamiento del ser humano. Sirvieron precisamente unos columpios como argumento para este relato, que narra la estafa que pergeñó el criptanense Eduardo Moratalla Fermín, en Madrid, allá por 1913. Por supuesto, el plan que había pergeñado el criptanense era surrealista, casi dadá, propio de historieta de humor, y fue descubierto inmediatamente, como no podía ser de otra manera. Cómo transcurrió esta estafa de vía estrecha, esta chapuza impresentable, este timo de andar por casa, nos lo cuentan dos periódicos correspondientes al día 18 de noviembre de 1913. Uno es El Globo, año XXXIX, núm. 13.147; el otro es el Heraldo Militar, año XVIII, núm. 6.397. Dice así la historia, titulada Una estafa:
Eduardo Moratalla Fermín, de veintiún años, soltero, natural de Campo de Criptana, domiciliado en la calle del Salitre, núm. 38, se presentó esta mañana en la casa de Gil García Asensio, Almansa, núm. 34, bajo, en ocasión de que Gil estaba ausente, pidiendo a éste, en nombre de su padre, le entregara la recaudación de unos columpios que tiene establecidos en la calle de Squilache. La muchacha, llamada Eugenia, de quince años, le entregó cuatro pesetas, que era lo recaudado. Cuando Gil regresó á casa se descubrió que todo había sido un timo.
Posteriormente el denunciado era detenido en la calle de Jesús y María, y puesto á disposición del juez de guardia.
La ubicación de los columpios, como se dice, era la calle «Squilache», hoy escrito «Esquilache». Esta calle de la Avenida de la Reina Victoria, cerca de Cuatro Caminos, hacia el sur, y es paralela a Bravo Murillo. Muy cerca de allí, cruzando Cuatro Caminos, se encuentra la calle Almansa, domicilio de Gil García Asensio y de su hija Eugenia. La calle del Salitre, domicilio del criptanense, está situada en el barrio de Lavapiés, y desemboca en la calle de Santa Isabel.
No sabemos si fue por este caso o por otro, pero lo cierto es que contra Eduardo Moratalla se publica en el Boletín Oficial de la provincia de Madrid, año 1918, núm. 153, del viernes 18 de junio (pág. 2) una citación para comparecer en el Juzgado de instrucción del distrito del Hospital en Madrid. No nos cuadra, sin embargo, la edad, ya que en el mometo en que ocurrió la estafa del columpio en 1913 se nos decía que tenía 21 años, y esa es la misma edad que se le atribuye en esta citación de 1918; puede deberse esto a un error o a una confusión en la documentación. Dice esta citación así:
Eduardo Moratalla Fermín, hijo de Francisco y Saturnina, natural de Ciudad Real, de estado soltero, profesión jornalero, de veintinún años, como comprendido en el núm. 1º del artículo 835 de la ley de Enjuiciamiento criminal, domiciliaco últimamente en esta Corte, calle Cabestreros, número 15, piso 3º, procesado por estafa, sumario 563-1913, comparecerá, en termino de diez días, ante el Juzgado de instrucción del distrito del Hospital, a fin de responder a los cargos que le resultan de dicha causa y llevar a efecto su prisión; bajo apercibimiento de ser declarado rebelde, y le parará el perjuicio a que haya lugar.
Madrid, 1º de Junio de 1918. Enrique Robles
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO