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No es extraño que se produzcan de vez en cuando altercados, riñas callejeras y otras pendencias. Sí es extraño, en cambio, que sean los encargados del orden público, aquellos que tendrían que dedicarse a sofocar tales conflictos, quienes se vean envueltos en una pelea a la vista de todos. Recuerda esto aquel famoso tópico literario medieval del «mundo al revés», lo que se ha dado en llamar la «parodia de la vida cotidiana» en estrecha relación con las «fiestas de los locos»: el criado servido por el señor, el caballo que galopa sobre el jinete, un ciego que hace de guía de otro, aves sin alas que vuelan y clérigos borrachos en una taberna. Y ¿por qué no?: maleantes que imponen orden y guardias urbanos enfrascados en una pelea.

De esto último precisamente nos habla una crónica del periódico comarcal El Pueblo Manchego, año VI, núm. 1.657, del 27 de julio de 1916. Tal crónica tiene por título El jefe con el revólver y el subalterno con el sable, quieren acometerse y por subtítulo En Criptana, Angulo, con la complicidad del alcalde, es el amo, y está dirigida al Gobernador de la provincia de Ciudad Real; se le exige que se tomen medidas contra el alcalde de Campo de Criptana por permitir tales situaciones. Dice así:

De Campo de Criptana nos comunican un suceso que de haber ocurrido en Franjana, en Anghera, en Zululandia, los caides, jerifes y santones… hubieran impuesto una dura, enérgica, implicable sanción á los culpables.

En Criptana el alcalde es más benigno, más tolerante, más contemporizador.

Ello es que el inspector de la guardia urbana Bernabé Angulo y el subalterno Angel Lizcano, ignora nuestro comunicante por cuáles motivos, riñeron en la plaza pública, cuando mayor era la concurrencia.

La agresión partió de Bernabé, requiriendo los beligerantes, uno el revólver de reglamento y el otro el sable, luego de haberse dirigido á la recíproca los más fuertes, gruesos registros de la trompetería galante.

Y aquí surge una interrogante: ¿Qué altura alcanzaría la columna mercurial en los termómetros de los guardias, sobre todo en el de Bernabé Angulo?

Lo más lamentable del caso es que los guiris están apadrinados y protegidos por el señor alcalde de aquella industriosa, culta y simpática ciudad.

El escándalo, la indignación de aquél vecindario no decrecen, censurándose unánimemente que á estas horas no hayan sido destituídos los urbanos, ni el alcalde se haya dado por advertido de la densísima polvareda que su vaselinismo ha producido.

Recogiendo el estado de opinión que nuestro comunicante nos transmite, llamamos la atención del muy digno gobernador interino Sr. Guasp, seguros de que comprobando la exactitud de nuestra denuncia, impondrá á los pollicemen citados la sanción que un alcalde sin energías no ha querido imponer.

Éste es el relato de lo sucedido. Llama la atención, además de lo absurdo de la situación, el léxico rebuscado e inventado que utiliza el corresponsal. Términos como «caides», «jerifes» son muy propios del lenguaje humorístico de la prensa de la época, especialmente común en el periódico republicano y anticlerical El Motín. También son inventados, aunque con base real, los nombres de los países que se citan al principio: «Franjana», «Anghera». «Zululandia» suele aparecer como lugar imaginario al que se recurría para formular hipérboles absurdas como ésta. Sin embargo, Zululandia era un lugar que existía en la realidad: era el país de los zulúes, la actual provincia KwaZulu-Natal, en la República Sudafricana.

Puede llamar la atención el uso del término coloquial «guiri» con que el corresponsal del periódico designa a los dos guardias. Actualmente, prácticamente el único uso que sobrevive de este término es el que se utiliza para designar a turistas extranjeros; sin embargo, el DRAE recoge otros usos en sus acepciones 2 y 4 del término:

2. com. Nombre con que, durante las guerras civiles del siglo XIX, designaban los carlistas a los partidarios de la reina Cristina, y después a todos los liberales, y en especial a los soldados del gobierno.

4. coloq. Miembro de la Guardia Civil.

El término aparece recogido por primera vez en el Diccionario de la Lengua Castellana de 1925 (pág. 633, 3), únicamente con la acepción número 2. Y precisamente su aplicación para designar a los partidarios de la reina Cristiana explica su etimología (DRAE 1925, ibid.): Es una contracción del vasco Guiristino, es decir, Cristino, el partidario de la Reina Cristina.

El alcalde de Campo de Criptana por aquel entonces era Faustino López López.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO