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La Tercia (Campo de Criptana): Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

La Tercia (Campo de Criptana): Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

Comenzamos ayer a tratar sobre aquel edificio criptanense, entre mítico y olvidado,  la «casa tercia». Pero, pongámoslo ya con inicial mayúscula, «Tercia», porque en Campo de Criptana ya es un nombre propio, al igual que ha ocurrido en la mayor parte de los pueblos que tienen una. La Tercia de Criptana es aquella casa discreta y con tantas heridas del tiempo, a veces escondida tras ese inoportuno aparcamiento que ahoga su fachada; pero éste es también el nombre de la calle que da acceso a ella desde la Plaza Mayor. La Tercia es una parte sustancial de la historia de Campo de Criptana, aunque no lo parezca. Proseguiremos hoy ofreciendo algunas notas más sobre el periodo en que tuvo lugar el principio del fin, el comienzo de su decadencia hasta llegar a su penosa y deprimente situación actual.

En el año 1853 volvemos a encontrar una referencia a la «casa tercia». Es en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 27 de abril de ese año (págs. 235 y ss.). La «tercia» aparece en una «Relación de las fincas urbanas que se hallan á la subasta para su arriendo por 6 años hasta 24 de junio de 1859», publicada por la Administración Diocesana de la provincia de Ciudad Real bajo el epígrafe «Bienes devueltos por la Ley de 3 de Abril de 1843 y Reales decretos de 29 de Octubre de 1849 y 8 de Diciembre de 1851». Entre los datos que se proporcionan están el número de la finca, su nombre e identificación, la corporación a la que pertenece, los nombres de quienes han sido los últimos «colonos» (arrendadores) y la renta anual en reales de vellón. De Campo de Criptana aparecen dos fincas en este listado.

Una, con el número 1120, es «una casa calle de Egriega», perteneciente al «Sto. Cristo del Consuelo», cuyo último colono fue el santero, con una renta anual de 60 reales de vellón. Por supuesto, «Egriega» es una errata, en lugar de «Herriega», nombre de la calle actualmente llamada del «Cardenal Monescillo». Recordemos que en la publicación del anuncio de subasta de esta finca que se hizo en el Diario Oficial de Avisos de Madrid, núm. 974, del 29 de julio de 1850, también había una errata en el nombre de la calle: «Herviga», en lugar de «Herriega» y no se hablaba del «Cristo del Consuelo», sino del «Cristo de la Columna» (véase: La subasta de la casa del Cristo de la Columna, Campo de Criptana, 1850). La otra finca, con el número 2 es la «casa tercia», del Maestrazgo del Quintanar, cuyo último «colono» había sido Juan Baíllo. Tenía una renta anual de 848 reales de vellón. El remate tendría lugar el día 15 de mayo en la Administración Diocesana.

La Tercia (Campo de Criptana): Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

La Tercia (Campo de Criptana): Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

El destino de la «casa tercia» de Campo de Criptana ya estaba marcado. Sólo quedaba esperar su progresivo deterioro ante el desinterés e insensibilidad de sus propietarios durante más de 150 años… y, añadamos, también, ante la despreocupación de las autoridades por el patrimonio histórico.

Por cierto ¿qué es una «casa tercia»? Encontramos su significado en el artículo del DRAE correspondiente a «tercia», una de las muchas significaciones posibles: «Casa en que se depositaban los diezmos», es decir, los impuestos. Tenía, por tanto, una finalidad esencialmente fiscal. La «tercia real» consistía en dos novenas partes de los diezmos eclesiásticos que iban destinados a la Corona. Por tanto, el edificio en que se almacenaban pasó de llamarse «casa de la tercia», a «casa-tercia» (Pascual Madoz) o «casa tercia» y, finalmente, por sinécdoque, a «tercia», hasta acabar convirtiéndose en nombre propio, «La Tercia». Pero ¿en qué se diferencia una «tercia» de un «pósito»? Fundamentalmente en que éste no tiene función fiscal, sino asistencial. Así lo define el DRAE:

Instituto de carácter municipal y de muy antiguo origen, destinado a mantener acopio de granos, principalmente de trigo, y prestarlos en condiciones módicas a los labradores y vecinos durante los meses de menos abundancia.

Y también, por sinécdoque, pasó a llamarse «pósito» a la casa que alberga la institución.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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