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Jan Vermeer: "Lección de música" (ca. 1662-1665)

Jan Vermeer: «Lección de música» (ca. 1662-1665)

Volvemos hoy a hablar del poeta que también fue alcalde, de aquel que supo cantar las excelencias de Campo de Criptana y de La Mancha como pocos. Si Carlos III fue el mejor alcalde de Madrid, González Lara lo fue de Criptana. Él es el ejemplo del tesón necesario para hacer que un sueño, lejano en el tiempo, irreal, casi etéreo, el del Campo de Criptana quijotesco, se hiciera realidad. Hágase Campo de Criptana del Quijote, y Campo de Criptana del Quijote se hizo; y de sus cenizas resurgió la leyenda. Cervantes volvió a encontrar aposento en el alma de Criptana, Don Quijote tuvo a mano, de nuevo, redivivos, aquellos molinos contra los podría volver a enfrentarse en duelo, siempre desigual, en su eterna e inacabable búsqueda de la justicia, en un tiempo en el que no la había. Sin José González Lara, Criptana no sería lo que ha sido durante muchos años, símbolo, emblema universal, porque sólo alguien como él pudo reunir en una sola visión el pasado cervantino de Criptana y su futuro quijotesco. Pero sobre todo, González Lara tenía algo excepcional: su extraordinaria cultura y conocimiento de la experiencia y de la realidad humanas. Conoció bien a las gentes de La Mancha, y escribió sobre ellas y sobre su vida; conoció bien sus paisajes y escribió sobre ellos, y sobre sus ríos, y sobre las mil y una devociones de la Virgen en esta región. Por supuesto, la cultura es algo más que una afición o una diversión. La cultura es un modo de vida que tiene diferentes manifestaciones, en el arte, en la literatura, en la música, y para González Lara así fue. La cultura no es cuestión de gusto o disgusto, de modas pasajeras, de improvisación o de inercias que van y vienen como el viento, o como las olas del mar. La cultura es, como ya he dicho, un modo de vida, una forma de percibir la realidad y todo lo que hay en ella; es, en fin, la necesidad de pasar por el tamiz del alma los acontecimientos tangibles para adecuarlos a nuestra personalidad.

Y retomamos para la ocasión una excelente crónica que publicó el poeta, luego alcalde, y poeta hasta el final, José González Lara, en el periódico Lanza, del 23 de noviembre de 1946. Su título ya nos dice bastante: Sentido musical de un pueblo. La ocasión, también habla por sí misma: las fiestas de Santa Cecilia. Hoy me centraré en la introducción al tema que hace González Lara; para mañana dejaremos la segunda parte de la crónica, que incluye una entrevista al «Maestro Angulo». He aquí el texto, que reproduzco tal cual se publicó (incluidas las erratas):

C. de Criptana, aletargada en su infinita llanura, tiene ahora un despertar solemne. Han pasado los días agosteños, el campanilleo de los trajines costumbristas se ha apagado ya. La misma vida se ha enfundado en una quietud espiritual. Todo se ha consumado. Ha estirado sus miembros a la vida y se ha despertado con sencillez y llaneza para acariciar el aleteo clásico de una Música. la parda Geografía de sus tierras se va a vestir de gala para asistir a un magno concierto en el pórtico de una noche otoñal.

En esa noche todo es sinfonía. Se mira a Dios, al infinito del Cielo, y todo es melodía eterna. Se mira a lso hombres y, en los rasgos, aquijotados de sus semblantes, se percibe la sinfonía de la vida, haciendo un vacío en el alma. El misticismo de sus silencios es cada vez mas incomprensible. El alma de este pueblo en una noche de un período de su existencia; se identifica con Dios para aprender a vivir este Arte supremo: la Música.

Carlo Saraceni: "Santa Cecilia y el ángel". Galleria Nazionale d'Arte Antica (Roma)

Carlo Saraceni: «Santa Cecilia y el ángel». Galleria Nazionale d’Arte Antica (Roma)

Por eso, Criptana ha comprendido perfectamente la ansiedad del espíritu y saciado ésta que conduce a Dios por medio de la Música. Ahora este pedazo de tierra manchega se ha despojado de lo terreno y ha habierto el libro de su Arte para meditar, junto al semblante de Cristo, la inspiración más profunda de un Listz (sic), Wagner, Mendelson (sic), Falla, etc. Lo van diciendo las miradas de estos hombres que componen su Filarmónica. Unos, arrugados ya por el vacío de los años, siguen a Bach en el superrealismo de su sensibilidad, para meditar lo ultraterreno; otros, ya en plena madurez, con un sentido realista, miran a Beethoven entendiendo mejor las emociones de la Humanidad, y el otro grupo, el de los que no entienden todavía, de lo difícil de las realidades humanas, sueñan con Schubert, herido por la lírica de sus sinfonías y en estos sueños, él se acerca a tan jóvenes artistas para indicarles el camino que, una Humanidad rota, no quiso escoger: el camino de Dios.

C. de Criptana, girón de Arte, de esta bendita Mancha, quiere gritar en la noche de este Concierto Musical, con el que abre las fiestas de Santa Cecilia, a España y al mundo entero, que se hunde en las miserias de la vida, que el mejor camino para llegas (sic) a la Paz y a su Dios, es el «sendero de la música».

Como ya dije al principio, en el post de mañana continuaremos con la segunda parte de esta crónica musical de José González Lara, dedicada a la entrevista al Maestro Angulo.

JOSÉ MANUEL CCAÑAS REÍLLO

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