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Don Quijote: Grabado de la edición de Londres (1687)

Don Quijote: Grabado de la edición de Londres (1687)

Los últimos artículos, en los que me ocupado del viaje del académico y político colombiano Lucio Pabón Núñez por La Mancha y de su paso por Campo de Criptana, nos han introducido de lleno en uno de los momentos más decisivos de la historia de los molinos de viento en esta localidad. Hacía mucho que aquellos molinos ya no tenían utilidad práctica, desplazadas del uso sus moliendas por industrias más modernas; hacía mucho que aquellos molinos habían caído en el abandono, y hacía mucho que algunos habían comenzado a perderse convertidos en pura ruina. Muchos perecieron víctimas del paso del tiempo y del abandono. Pero no todo estaba perdido. Allá por los años cincuenta resurgió aquel afán por mantener viva la llama del mito cervantino que tanto había brillado a finales del siglo XIX y comienzos del XX gracias a muchos viajeros ilustres y, entre ellos, especialmente gracias a Azorín. Lo que se había escrito y dicho, y cantado también, sobre Campo de Criptana desde hacía mucho hasta aquellos años cincuenta, bastaba para resucitar su espíritu cervantino. Y se hizo, y lo que aún queda de aquel espíritu primigenio en Criptana se lo debemos a los esfuerzos aquellos.

Y por ello nos vamos hoy, como haremos también en los próximos días, a los orígenes de aquel sueño, a los comienzos de los años cincuenta, cuando aún su artífice, el alcalde poeta, era solo poeta y escritor (que ya es mucho), pero todavía no era alcalde. Podríamos decir que retrocedemos al momento en el que se comenzó a forjar la utopía cervantina de Campo de Criptana. Como todas las utopías, como la de Tomás Moro, o la de Campanella, también ésta era irreal, pero posiblemente por ello llegó a ser tan universal. La herencia cervantina de Campo de Criptana no se identifica con un lugar, con un espacio determinado, con un molino en particular, o con una sierra o con unas calles. Es imposible identificarla con algo real. La herencia cervantina de Campo de Criptana es una idea que lo inunda todo, porque vive en la memoria, en el recuerdo, en la fantasía y en los sueños… vive en la irrealidad de la literatura y vive en el tiempo, más allá de lo tangible. Podríamos afirmar que es tan infinita como las llanuras de La Mancha y tan inalcanzable como sus interminables cielos. ¿Son molinos o son gigantes? He aquí la cuestión. Pero qué más da, en una tierra de espejismos y ensoñaciones… todo puede ser.

Molino de viento de Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Molino de viento de Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

A comienzos del mes de abril del año 1951 tuvo lugar un homenaje a dos asociaciones que se involucraron en este sueño, en esta utopía: una era la Sociedad de Amigos del Libro, en Campo de Criptana, y la otra la Sociedad de Amigos de los Molinos, de Madrid. Y no había lugar más adecuado para aquel homenaje que el café bar «Los Molinos» de Campo de Criptana. Cómo transcurrió aquel homenaje nos lo cuenta el periódico Lanza, del 9 de abril de ese año. Puesto que el artículo de Lanza es muy extenso, le dedicaremos varios posts. Veamos, antes de abordar la primera parte, un breve resumen de su contenido. El citado homenaje contó con nutrida asistencia de socios y autoridades locales. Entre los participantes estuvieron José González Lara, José Antonio Sánchez Manjavacas, Emiliano de Torres (alcalde criptanense entonces), Julio Gil y Fernando Alarcón. También se celebró una exposición de pintura, a cargo del «joven artista Francisco Valbuena». Comencemos pues, con los prolegómenos, tal y como se describen en Lanza:

CAMPO DE CRIPTANA. – El Café-Bar «Los Molinos», ha ofrecido días pasados en sus locales un vino de honor como home aje de adhesión y simpatía hacia la Sociedad de Amigos del Libro, establecida en esta Villa, y la Sociedad de Amigos de los Molinos, sociedad recientemente creada en Madrid. A este acto al que habían sido invitados la mayoría de los socios de estas dos Sociedades culturales, asistieron también todas las autoridades locales y representación de los diversos organismos oficiales.

Al final y en nombre de la Sociedad de Amigos del Libro y en nombre de la Sociedad de Amigos de los Molinos, D. José González Lara dió las gracias por este sencillo homenaje. Definió con toda claridad cuál ha de ser la fórmula que ha de tomarse para llegar a un conocimiento total de la cultura necesaria, para el progreso y vida de los pueblos. Se fijó en la importancia de este gran movimiento que nace en el campo de todas las artes especialmente en la pintura y en la Literatura y en el que la Villa ha apuntado su puesto con publicaciones como la Revista «Clavileño» y finalmente hizo un breve elogio para la exposición que se abría en aquel local del joven artista Francisco Valbuena que aparecía, después de sus triunfos dentro de las exposiciones del Frente de Juventudes, con una fuerza creadora que prometen esperanzas en este joven artista.

Es interesante aquí la referencia a la revista Clavileño, uno de los primeros intentos de fundar una publicación periódica literaria en Campo de Criptana. Fue iniciativa de José González Lara, pero fue corta su vida editorial. Más vida tuvo otra publicación literaria que se fundó bastantes años después, en 1968, por iniciativa de Valentín Arteaga, de Isidro Antequera y de José María Díaz Hellín: la revista Hito.

Pongamos ya el punto y final a este artículo de hoy. Mañana continuaremos hablando sobre este extenso artículo publicado en Lanza que tan jugosas informaciones nos proporciona sobre la vida cultural de Campo de Criptana en aquella época.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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