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Puede que el año 1951 haya sido vital para la historia de los molinos de viento de Campo de Criptana. Ese año marca, posiblemente, el final de una época y el comienzo de otra. Ese año finaliza la época de decadencia en que los mayores símbolos de la novela cervantina, los molinos de viento criptanenses, estuvieron a punto de desaparecer. Ese año comienza una nueva etapa de esplendor, y esos molinos adquirirían una nueva dimensión. Ya no serían nunca más sólo edificios, sólo molinos; a partir de entonces comenzó la forja del mito universal y aquellos molinos se convirtieron poco a poco en símbolos de algo mucho más importante susceptible de múltiples interpretaciones, en clave humanista, en clave literaria, artística, filosófica o en cualquier otra clave que se pueda imaginar. Hay pocos símbolos en el mundo occidental que tengan un trasfondo tan rico y que sean reconocibles por gentes de culturas tan diferentes; esos símbolos son, por supuesto, los molinos de viento.
Como iba diciendo, la mitad del siglo XX fue un periodo vital para estos molinos. Hacía mucho que resonaban las voces que pedían su protección y su conservación. Y en Campo de Criptana y en algunos criptanenses encontraron eco esas voces, y fueron acogidas tales quejas de buen grado. Una muestra de ello es la celebración que se hizo en homenaje a dos entidades: la Sociedad de Amigos del Libro de Campo de Criptana, y la Sociedad de Amigos de los Molinos, radicada en Madrid pero capitaneada entre otros por el criptanense José González Lara. El homenaje tuvo lugar en el criptanense bar café «Los molinos», como no podía ser de otra manera, y sobre él se publicó un extenso artículo en el periódico Lanza, del 9 de abril de 1951. Ya ayer abordamos la primera parte de este artículo: los prolegómenos, la intervención del escritor y poeta José González Lara, en nombre de la Sociedad de Amigos de los Molinos, y la referencia a la exposición del por entonces joven pintor Francisco Valbuena. Hoy me ocuparé de otras dos intervenciones que tuvieron lugar en aquel homenaje: la de José Antonio Sánchez Manjavacas, director de la Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano» de Campo de Criptana y, posiblemente, quien más sabía de libros en esta localidad, y la de Julio Gil. Y dice así el texto del artículo:
Seguidamente el Director de la Biblioteca «Alonso Quijano» D. José Antonio Sánchez Manjavacas hizo una breve información de las reuniones celebradas en Madrid para constitución de la Sociedad de Amigos de los Molinos y detalló los primeros proyectos a realizar por esta Sociedad.
A continuación D. Julio Gil, que en unión del señor Alcalde, don Emiliano de Torres y del Jefe Local de F.E.T. y de las JONS, D. Fernando Alarcón, presidían la reunión, hizo uso de la palabra diciendo el significado de los dos valores del hombre que hoy se manifestaban en un proceso unitivo para determinar el ARTE. Hay que buscar la integridad, dijo, en el nombre, para que nazca la belleza en todas las artes. Hoy se hace necesario que los que gobiernan miren hacia el campo de la materia y observen los grandes estragos que hacen la barbarie y la ignorancia. Los pueblos como el hombre, necesitan de la inteligencia y del espíritu, para seguir su proceso natural y nuestra es la misión de educar para este fin. Se refiere expresamente al acto y elogia el gesto del Bar – Café «Los molinos» que de esta forma se unía a las inquietudes culturales de estas Sociedades.
Respecto a Julio Gil, nombre que hoy lleva una calle criptanense, podemos dar algunas informaciones adicionales. Era sacerdote, y tuvo una gran actividad en la vida social, cultural y política criptanense durante la posguerra. Por ejemplo, lo encontramos como socio de honor y asesor religioso en el Cuadro de Honor del equipo criptanense de fútbol «Los molinos», según cuenta el periódico Lanza, del 22 de abril de 1949 (pág. 7). En 1950 pronunció él la Cuarta Conferencia de Semana Santa en el Teatro Cervantes de Campo de Criptana (Lanza, del 23 de marzo de 1950, pág. 6); por aquel entonces era consiliario de la Juventud de Acción Católica.
De las otras personas citadas, como el alcalde por aquel entonces, Emiliano de Torres, y el director de la Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano», José Antonio Sánchez Manjavacas ya hemos hablado en ocasiones anteriores en este blog, por lo que remito a los correspondientes artículos; sobre el primero, véanse:
Emiliano de Torres y Torres, alcalde de Campo de Criptana (1948)
El homenaje a los alcaldes de Campo de Criptana (1970)
Y sobre el segundo:
La Fiesta del Libro en la Biblioteca Pública Municipal de Campo de Criptana (1949)
La Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano» (Campo de Criptana, 1949)
Mañana continuaremos dando más detalles sobre este homenaje.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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