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"Molinos de viento en Campo de Criptana": Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

«Molinos de viento en Campo de Criptana»: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

Hace unos días hablábamos de cómo en Campo de Criptana comenzó a surgir el interés por la conservación de los molinos de viento. Aquellos artilugios, que habían sido ingenios industriales, pasaron a ser considerados como monumentos. E incluso, mucho más que monumentos; podríamos afirmar que se convirtieron en símbolo legendario del Quijote, y de todo lo que éste entraña. La leyenda del Quijote se ha ido construyendo poco a poco, durante siglos, desde que el personaje saliera de la mente de Cervantes. Desde el siglo XIX no había viajero, español o extranjero, que no se fijase en ellos, y viese en ellos algo más que torres dotadas de brazos a merced de los vientos. Pintores y escritores han hecho de ellos su objeto de inspiración, y han creado con ellos sus universos artísticos. Los criptanenses de antaño levantaron los molinos, piedra sobre piedra, madera sobre madera; les dieron forma, e hicieron de ellos un ingenio vivo. Los viajeros, los escritores, los pintores, y otros muchos crearon con sus aportes el mito y la leyenda. Seguramente, los molinos de Campo de Criptana no serían lo que hoy son sin ellos, porque, gracias a ellos, los molinos de viento criptanenses se han convertido en el símbolo por excelencia de la aventura, humana en general, quijotesca en particular… pero en el fondo, de la aventura cotidiana de todos y cada uno. No voy a repetir ahora la «prehistoria» del movimiento de protección y conservación de los molinos, de aquellos momentos en que unos cuantos intelectuales, en soledad y, casi podríamos decir, que frente a la sociedad, fueron conscientes de que era necesario preservarlos. Si creo necesario, en cambio, reivindicar el papel de los pioneros, del alcalde poeta (en la época en que era sólo «poeta»), José González Lara y de José Antonio Sánchez Manjavacas, el criptanense que más sabía de libros en aquel entonces (véanse: El Homenaje a la Sociedad de Amigos del Libro y a la de amigos de los molinos de Campo de Criptana 1951 (I): Los prolegómenos, y José González Lara; El Homenaje… (II): José Antonio Sánchez Manjavacas y Julio Gil; El Homenaje… (III): El alcalde Emiliano de Torres, y el pintor Francisco Valbuena).

"La Sierra y los Molinos": Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

«La Sierra y los Molinos»: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

Aquello fue el comienzo, y con el paso de los años se irían sumando muchos más. Entre ellos destacó el pintor valdepeñero Gregorio Prieto (1897-1992), que dejó testimonio de su amor por La Mancha, por los molinos de viento y por Don Quijote en dos escritos: La Mancha de don Quijote, y Mis amigos, los molinos de viento. Si hablo hoy de él es porque tuvo una vinculación especialmente estrecha con Campo de Criptana y los molinos en el que podemos considerar que fue el momento de mayor esplendor de su trayectoria como pintor. Tal vinculación quedó de sobra expresada en un artículo a medio camino entre escrito de opinión y entrevista que se publicó en Falange, del 20 de agosto de 1961 (pág. 4), titulado «Gregorio Prieto, ese otro manchego universal», del que fue autor  J. Rodríguez Alfaro. Se tratan en él varios temas: el papel del pintor en la conservación de los molinos de viento españoles, la referencia a la reconstrucción de molinos por repúblicas hispanoamericanas, y una breve síntesis de su historia. He aquí el texto:

A Gregorio Prieto se debe ese interés despertado en España por la conservación de los molinos, como fruto de su amor sanchopencesco por estas fantásticas máquinas del viento.

[G. Prieto]– De mí han dicho que de tanto hablar de los molinos, se me ha puesto cara de molinero. No me importa. Además, sé que me lo dicen de manera cariñosa.

Naturalmente. Como que gracias a él se ha iniciado la actual corriente de amor por los molinos. Precisamente, ahora acaba de inaugurarse el último recién construido en Campo de Criptana por iniciativa del embajador de la Argentina, el general Héctor d’Andrea, en un lugar próximo donde hace meses también el embajador de Chile inauguró otro.

Continúa hablando el pintor del lamentable estado en que se encontraban anteriormente estos molinos, y de la urgencia que entrañaba su conservación:

[G. Prieto] – Para los que vivimos largas temporadas fuera de España, nos resulta más doloroso comprobar cómo el tiempo iba derrumbando estos maravillosos molinos, que, por ejemplo, en Campo de Criptana casi han estado a punto de desaparecer por completo. Por eso lancé la idea de constituir la Sociedad Protectora de los Molinos de Viento. Y el éxito fue completo, pues todos los periódicos españoles apoyaron la iniciativa.

Y me cuenta Gregorio Prieto cómo hoy nadie en la Mancha se atrevería a destruir un solo molino, ya que resultaría vergonzoso y antiespañol. Y no solo eso: actualmente son muchos los pueblos que están reconstruyéndolos y hasta edificando otros nuevos.

Molnos de viento en Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

Molnos de viento en Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2008)

No sólo fueron Argentina y Chile los países que contribuyeron para la reconstrucción de los molinos. Para el año 1962 se preveía la inauguración de un molino levantado por Brasil (El noticiero, del 12 de mayo de 1961); para mayo de 1964 se tenía prevista la inauguración del molino de Costa Rica (El Noticiero, del 12 de febrero de 1964), y en 1965 se estaba construyendo el de Perú (El Eco de Canarias, del 24 de junio). La intervención de Gregorio Prieto fue fundamental para la protección y reconstrucción de los molinos; pero no podemos olvidar que, fue un esfuerzo de muchos, y que resultó fundamental para que esta quijotesca empresa tuviera éxito el alcalde poeta José González Lara, el alcalde que, emulando a Don Quijote, emprendió una aventura que por aquel entonces parecía titánica, quimérica… e imposible: la de restituir sus molinos a Criptana, y lo consiguió. Gracias a él y a muchos otros, como Gregorio Prieto, los molinos de Criptana permanecen, atemporales, sobre su sierra, desafiando a los vientos y esperando un Quijote que venga, de nuevo, a tomarlos por gigantes y retarlos en desigual justa.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO