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Alemania, Aridez, Árbol, campo de criptana, Castilla, Desnudez, Estío, Extremadura, Follaje, Francia, Geógrafo, Goldoktober, Hombre, Invierno, La Mancha, Nido, Onésime Reclus, Oro, Pájaro, Primavera, Río, Sequedad, Sierra, Verano
Posiblemente una de las primeras y principales percepciones del viajero foráneo por La Mancha es su sequedad, o su aridez, o la desnudez de su paisaje. Esto es cierto en verano, pero no tanto en otras estaciones del año, como la primavera, cuando el fresco verde tinta esas llanuras que en invierno fueron violáceas y grises. Pero doradas son en otoño, cuando esas hojas del viñedo amarillean y amenazan su próxima caída. «Goldoktober» llaman en Alemania a esos otoños en los que el follaje de los árboles se pinta de amarillo y oro, precursores ambos del invierno. «Octubre de oro», que aquí también tenemos, a nuestra manera. Esa falta de agua, esa sequedad desesperante, esos ríos exangües son la imagen parcial que el geógrafo francés Onésime Reclus (1837-1916) nos dejó de La Mancha en las páginas 11 y 12 de su libro publicado en París con el título de Manuel de l’eau, suite et complément du Manuel de l’Arbre pour servir à l’enseignement sylvo-pastoral dans les écoles. Pero, como ya vimos en el artículo de ayer, esa visión era sólo eso: una percepción, momentánea, de quien viene por La Mancha en un momento determinado, quizá en estío, y ni puede imaginar el viajero que viene en esos días calurosos del año cómo es esta llanura en primavera.
Continuaremos con lo que nos dice Reclus sobre el paisaje de La Mancha y, en particular, sobre los árboles, o mejor dicho, sobre la carencia de árboles de La Mancha. Para Reclus, el hombre de La Mancha ha proscrito el árbol y, si hubiera podido, también habría proscrito las sierras y también las aguas que desde ellas fluyen. Y continúa diciéndonos que el campesino de estas tierras explica, él mismo, las razones por las que el follaje le resulta odioso, y lo hace con dos palabras: «árbol» y «pájaro». Piensa que sin ramas no habría nidos, y sin nidos no habría pájaros que saquearan el grano. Por ello extirpó el campesino estos bosques, tanto en Castilla como en Extremadura, y termina diciendo Reclus que este campesino ignora, como todos los del mundo, que si se exterminan los bosques se destruye la fuente, el río y, con ellos la vida.
No pudimos dar la razón completamente a Reclus en su razonamiento sobre las aguas de La Mancha. Lamentablemente, sí tenemos que dársela en su opinión respecto a los árboles.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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