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Iglesia del Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2012)

Iglesia del Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2012)

Dejábamos ayer al obispo en plena admiración de las excelencias artísticas y arquitectónicas de la Iglesia del Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana, aquella iglesia hoy huérfana del convento que en otro tiempo tuvo por alma mater , y privada de los frailes que en otro tiempo la atendieron y le dieron vida durante tantos años. Recordemos que aquel convento fue víctima de la desamortización, y que aquel convento fue desapareciendo, poco a poco… hasta esfumarse sin dejar ni rastro más que en el lejano recuerdo de la profundidad de la historia; e incluso, ni siquiera eso, porque la memoria de los pueblos a veces es débil y magra, y poco propensa a mirar al pasado. Y quedó de todo aquello solo la iglesia que, por fortuna, siguió en activo, y mantuvo su vida, y siguió abierta al culto… y sigue. Todo ello a pesar de algún que otro robo que sufrió aquella iglesia, porque solo le faltaba una desgracia para culminar sus males, por si la desamortización no había hecho daño suficiente (véanse: El robo en el Convento de Carmelitas Descalzos, Campo de Criptana, 1873, I, y El robo en el Convento… II; y Un cruel asesinato y un robo impío, Campo de Criptana, 1873). Y allí, en aquella iglesia, se encontró el obispo con los adoradores nocturnos, tal y como nos cuenta el periódico El Pueblo Manchego, en el núm. 265 correspondiente al 27 de noviembre de 1911, del siguiente modo:

Aprobó [el obispo] las obras realizadas y aplaudió el entusiasmo de los adoradores é individuos del Consejo directivo que con fé y decisión, más aún, que contra viento y marea de ola negra imponen una institución casi divina, según frase de un Santo prelado de Murcia, de una institución base del resurgimiento social de la regeneración cristiana del mundo, pues que sus prácticas no pueden menos de reflejarse en la intensidad del hogar y exuberante salir á la calle sirviendo de ejemplo la conducta de los hombres buenos, moral y socialmente hablando. Visitó después los locales destinados á sala de guardia, secretaría y dormitorio, complaciéndose en extremo al ver los progresos realizados por esta sección creada tan poco tiempo hace y tan pujante hoy, aun más con vida tan próspera y un remanente de energías en sus individuos capaces de poner el rojo blanco á los martibios (sic, quizá «más tibios») y de servir de diabólica desesperación á los enemigos solapados ó francos, peores aquéllos que éstos. Así se le hizo notar y aprovechó la ocasión para dar público testimonio, en nombre de esta institución, de gratitud al Prelado por sus halagadoras frases y de gratitud también á los detractores de la Adoración por que (sic) ellos solos son sus más firmes sostén puesto que sirven de poderoso acicate y estímulo á los berroqueños corazones capaces de demostrar fortaleza de mártires contra las rapacidades y ratreras (sic, por «rastreras») asechanzas de encrucijada.

Andrea Mantegna: "La agonía en el jardín" (1455). National Gallery, Londres

Andrea Mantegna: «La agonía en el jardín» (1455). National Gallery, Londres

Recordemos la gran importancia que tuvo desde su fundación en 1911 la Adoración Nocturna en la vida religiosa de Campo de Criptana. Como ejemplo baste citar el telegrama que doscientos adoradores nocturnos criptanenses enviaron al Conde de Romanones en 1913 para impedir que la enseñanza del Catecismo desapareciese de la enseñanza pública. Como ya dijimos en otro artículo (véase: Campo de Criptana, 1913: La conspiración del Catecismo, II), no era ésta la única organización católica de Campo de Criptana: estaban también los socios antonianos, con trescientos miembros; la asociación del Carmen, la del Corazón de María, la de San Antón, la de la Soledad y la del Amor Hermoso, que entre todas ellas reunían mil trescientos socios; el Apostolado de la Oración, con ochocientos miembros; la asociación popular «Santa Rita», con ochenta socias; la sociedad de San José, con ciento cuarenta socias, y la de San Sebastián, con cien socios. Al parecer, la Adoración Nocturna tenía su sede en el convento, al igual que ocurría con la asociación de San Antón. Éste era, más o menos el variado y complejo panorama religioso y social que encontró el obispo de la diócesis en Campo de Criptana en su visita de 1911. No es extraño, por ello, que se eligiera esta localidad como centro de la visita y pueblo sobre el que habrían de girar la mayor parte de los actos en aquella ocasión.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO