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Gustave Caillebotte: "Calle de París en un día de lluvia"

Gustave Caillebotte: «Calle de París en un día de lluvia»

Y el programa de la visita oficial del obispo iba, poco a poco, acercándose a su fin. Días de febril actividad, de discursos, festejos, ceremonias y encuentros se habían sucedido, y ya faltaba poco para que el obispo regresara a su sede para continuar con sus quehaceres cotidianos. Antes tuvo el obispo que desplazarse a Alcázar de San Juan para inaugurar el Círculo Católico, para después regresar a Campo de Criptana, localidad, en la que ya se ha dicho, tuvo su acomodo durante aquellos días. Sobre este regreso de Alcázar a Criptana nos informa el mismo periódico El Pueblo Manchego, pero en este caso del día anterior (año I, núm. 265, del día 27 de noviembre de 1911):

Después [del refresco servido en Alcázar] el Ilmo. Sr. Obispo acompañado de su mayordomo Sr. Caudevilla toma el carruaje que le aguarda á la puerta y sale en dirección al inmediato pueblo de Criptana desde donde partirá mañana á la Alameda de Cervera y de aquí a Tomelloso.

Es sorprendente al actividad de nuestro ilustre Prelado que esta mañana en Criptana ha pronunciado según nos dice quien lo oyó, otra hermosísima oración.

Y al día siguiente el obispo partió de Campo de Criptana para celebrar el que sería el último acto de su visita a las iglesias de la comarca, que tendría lugar en Alameda de Cervera y en Tomelloso. Pero antes, en Criptana, tuvo lugar la despedida de aquella visita en unos días lluviosos de noviembre, y con lluvia, también, se despidió al obispo, con música y mucha pompa y circunstancia. Así nos relata el acontecimiento el periódico El Pueblo Manchego, en el número 266, del día 28 de noviembre:

A despedirlo han acudido las autoridades todas, el clero y cuantas personas de valia son y significan en la población, y si el estado del piso y tiempo, estaba lloviendo, no lo hubieran impedido seguramente que no se hubiera llevado queja de la manifestación que le hubiese tributado el católico pueblo de Campo de Criptana. La notable banda de música que dirige el Sr. Gómez no obstante los inconvenientes apuntados bajó á despedirle asi como una multitud de personas que aguantaron á pié firme la lluvia para decirle adios y recibir su última y paternal bendición.

Y por supuesto, para terminar esta larga crónica, el corresponsal responsable del relato, no pudo menos que mostrar un sentido agradecimiento a todos aquellos que le ayudaron y dieron facilidades para poderlo llevar a cabo.

Al concluir estas cuartillas  tengo que reconocer públicamente que he contado con las mayores facilidades para hacerlas y por lo mismo obligado estoy á manifestar mi reconocimiento al Prelado en primer término que aguantó mis impertinencias de periodista, á su Mayordomo y Sr. Cura Arcipreste por sus facilidades y deferencias y á todos por que en todos lados cupo y tuvo lugar preferente esta minúscula representación de EL PUEBLO MANCHEGO. Gracias y hasta otra.

            EL CORRESPONSAL

Y aquí acaba esta larga serie de once artículos que hemos dedicado a aquel acontecimiento que, en Campo de Criptana, sin duda, fue el acontecimiento del año, no solo religioso, sino también social. Por unos días, Campo de Criptana se convirtió en la capital espiritual de la comarca y pudo desplegar ante el obispo sus excelencias en cuestiones de fe y religiosidad. Imaginemos, pues, a la muchedumbre criptanense resguardada bajo sus paraguas, un día gris y lluvioso de aquel noviembre invernal, mientras que el coche que transportaba al obispo y su séquito iba perdiéndose en el horizonte, cada vez más, cada vez más, hasta llegar a ser punto casi invisible en la lejanía.

Vincent Van Gogh: "Paisaje cerca de Auvers bajo la lluvia"

Vincent Van Gogh: «Paisaje cerca de Auvers bajo la lluvia»

Y la muchedumbre quedó allí, despidiendo a su obispo, bajo la lluvia, para regresar cada uno después a sus quehaceres cotidianos, el cura a sus misas, el zapatero a sus zapatos, el herrero a su herrería, el abacero a su abacería, el comerciante a su comercio, el alcalde a su alcaldía y, en fin, no seguiré más con este listado de obligaciones ciudadanas porque podría hacerse infinito, casi eterno. Dejémoslo en que cada cual volvió a su trabajo, aquel día invernal y gris de noviembre, mientras la lluvia caía cual bendición inesperada sobre los viejos tejados de Campo de Criptana…. mientras la lluvia caía, persistente. El obispo se fue, y siguió lloviendo.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO