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Traemos hoy una historia que tiene a un criptanense por protagonista, como es habitual y natural en este blog. Pero en este caso cambiamos de escenario, porque dejamos las llanuras manchegas, y las calles de Campo de Criptana, y su sierra de los molinos, y sus aires cervantinos y quijotescos… para irnos a la Corte, a Madrid, a mediados del año 1870, a aquel Madrid castizo, aquel Madrid de levitas y sombreros de copa, de románticos empedernidos y de calles fotografiadas en sepia. Y allí encontramos a un anciano, natural de Campo de Criptana. Tiene ochenta y cinco años, que para aquel entonces son muchos años, teniendo en cuenta que sólo llegaban a tan provecta edad unos pocos que a lo largo de su vida habrían esquivado el hambre, las enfermedades, las penurias y las fatigas de la vida de esos tiempos, y, sobre todo, los pocos que hubiesen escapado a las guerras, esas guerras de nuestros antepasados que tan bien nos relató Miguel Delibes. Camina el anciano octogenario, natural de Campo de Criptana, por la calle de Toledo y, a la altura del Parador del Soldado, hete aquí que la desgracia, que llega siempre a traición y sin avisar, cayó sobre él en forma de carro y de atropello inoportuno. Vivir una guerra, como la de Independencia, para esto. Parece que la suerte está echada. La desgracia llamó a la Parca, y la Parca, que no hace ascos a ninguna invitación y que tanto gusta de ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro, se presentó gustosa, y se lo llevó consigo, satisfecha tras tan larga e interminable espera (para lo acostumbrado en la época), a aquel lugar del que ya no se vuelve nunca. Así de adornada es esta historia de hoy. Sin embargo, mucho más aséptica y nada literaria es la fuente por la cual hemos sabido de ella: una citación judicial que publicó el Diario Oficial de Avisos de Madrid, año CXII, núm. 144, del jueves 26 de mayo de 1870, y que dice así:
Por providencia del Sr. D. Raimundo Fernandez Cuesta, Juez de primera instancia de la Latina, refrendada del escribano D. Juan Cuervo, se cita, llama y emplaza á todos los parientes de Santiago Gomez y Gomez Casarubios (sic), natural del Campo de Criptana, en la provincia de Ciudad-Real, de ochenta y cinco años de edad, viudo de María Antonia Gomez ó de Cristeta Gomez, hijo de Faustino y de Jesusa, que fallecio en el hospital provincial de la Caridad de esta capital en 8 de abril último, en cuyo hospital tuvo ingreso el dia 26 de febrero del presente año, á consecuencia de unas contusiones que sufrió atribuidas al atropello por un carro en el parador del Soldado, sito en la calle de Toledo, interesándole el pie izquierdo, para que en el preciso y perentorio término de seis dias se presenten en la audiencia de dicho señor Juez, sita en el piso bajo de la Territorial, con el objeto de instruirles del estado de la causa, por si quisiesen ó no mostrarse parte en ella; prevenidos que de no hacerlo dentro de dicho término, les parará entero perjuicio.
De Santiago Gómez y Gómez Casarrubios no conozco más noticia que ésta. Ignoro si vivía en Madrid o estaba de paso. Tampoco parece tener muchos datos sobre él el juez, pues no se dice con seguridad quién había sido su mujer, o María Antonia Gómez o Cristeta Gómez, ni se especifica cuál era su residencia.
El Parador del Soldado era un lugar muy conocido en Madrid, pues era el punto de partida de los transportes en carro a Andalucía. Por ejemplo, en el Diario de Madrid, del 23 de marzo de 1824 (pág. 4) se publica que uno de estos transportes estaba preparado para partir:
En el parador del Soldado, calle de Toledo, se halla una galera de retorno para Cádiz, Sevilla y sus carreras, admite viajantes y arrobas, el mozo de la posada dará razon.
Tuvo también su papel en la literatura. Allí se desarrolla la Escena I de la obra teatral titulada La Batalla de Bailén: drama histórico en cinco actos y seis cuadros (Madrid, 1858, pág. 9), de Pedro Niceto de Sobrado.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO