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Almagro, Úlcera, Basilisa de la Orden, campo de criptana, Cirujano, Ciudad Real, Donativo, Guerra, Guerra de África, Hebra, Herida, Hila, Lechino, Lienzo, Limosna, Llaga, Maestra, Navalcarnero, Pedro Muñoz, Primera Guerra de Marruecos, Retal, Venda, Vendaje

Monumento conmemorativo de la Guerra de África. Madrid: Parque del Retiro. Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)
En 1859 tuvieron nuestros antepasados una guerra, una de tantas que se vivieron en el siglo XIX. El siglo comenzó con una guerra, lo que no podía ser de buen agüero, transcurrió entre guerras, más o menos intermitentes y casi cotidianas, y acabó con otra guerra. La guerra de 1859 (y también de 1860) fue la de África, también llamada la Primera Guerra de Marruecos. Fueron esas guerras la oportunidad de algunos de encumbrarse en la gloria nadando entre medallas y victorias pírricas, pero, sobre todo, fueron la desgracia para muchos que ya no volvieron a sus casas, y quedaron así en el olvido, como muertos anónimos y desconocidos para la posteridad, como un número en un largo listado de nombres con un sello oficial. Y hubo también heridos, muchos heridos, y, precisamente, para socorrerles y remediarles en lo posible sus males se organizaron campañas de recogidas de donativos por toda España. También hubo en Ciudad Real, y, por supuesto, llegaron donativos de Campo de Criptana. Ocurrió esto en enero de 1860, cuando la guerra estaba en pleno apogeo.
El primer donativo fue el del ayuntamiento criptanense y sus vecinos. Dieron una arroba y media de hilas, 45 vendas y 6 retales de lienzo para vendajes (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 9 de enero de 1860). El segundo donativo, del que tenemos noticia por este mismo Boletín del 1 de febrero de ese año, una criptanense llamada Basilisa de la Orden, maestra de niñas en la localidad, hizo un donativo de 4 libras y media de hilas y 42 vendas. Por el estilo fueron otros donativos de la provincia, individuales o colectivos. Así, las «señoras de Pedro Muñoz» dieron 41 libras de hilas, los vecinos de Almagro 138 libras y media de hilas y 119 de vendajes, etc.
La hila era un elemento fundamental para los heridos de aquella guerra. Una hila es, según nos dice la segunda acepción que el DRAE recoge para este término, una:
Hebra que se sacaba de un trapo de lienzo, y servía, junto con otras, para curar las llagas y heridas.
El término se encuentra ya en la edición de 1734 del Diccionario de la Lengua Castellana (pág. 157, 2):
HILAS. Usado regularmente en plural. Las hebras que se van sacando de los trapos de lienzo, que se juntan y sirven para curar las llagas y heridas
Y también se encuentra en este mismo diccionario una acepción específica para la sanación de heridas:
HILA. Llaman los Cirujanos el lechino pequeño que ponen de hilas en las llagas y heridas.
Y el término específico de la medicina «lechino» y lo que nos dice el DRAE sobre él, nos aclaran ya completamente la cuestión:
Compresa o gasa que se colocaba en el interior de las úlceras y heridas para facilitar la supuración.
Así pues, para esto se usaban las hilas que tantos y tantos donaron por aquellos años.
En 1879 y 1882 encontramos en Navalcarnero a una Basilisa de la Orden, que posiblemente podamos identificar con la maestra criptanense que dio las hilas (aunque no es seguro). En este caso participó en una petición de limosnas (La Época, núm. 9.661, del 17 de mayo de 1879; y núm. 10.726, del 19 de mayo de 1882).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO