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Ayer hablábamos de una de las guerras de nuestros antepasados en la mitad del siglo XIX, siglo de guerras que fueron casi tan cotidianas como el comer. Guerra de Independencia, Guerras Carlistas, Guerras de África y Guerra de Cuba. Mucha guerra para tan corto espacio de tiempo, tanta guerra que casi cada generación pudo tener la suya propia que relatar a sus descendientes; tanta guerra, que habrían sido pocas las familias que no tuvieran alguna historia desgraciada que contar a los suyos, o que no tuvieran algún pariente caído en ellas, o herido, o mutilado para siempre. Cada guerra tiene sus historias, aunque, desgraciadamente, es una pena que la historia tenga que tener guerras. Comenzó el siglo XIX con una guerra y acabó con otra, la de Cuba, que no fue sino la última de las diferentes guerras de Cuba que se habían sucedido entre 1868 y 1898. La de independencia cubana tuvo lugar entre 1895 y 1898, y es en ésta en la que encontramos la pequeña historia criptanense que constituye el tema de hoy, y que no es más que una de tantas muy similares que se dieron entonces.

El periódico El Imparcial, año XXX, núm. 10.602, del domingo 8 de noviembre de 1896 informa de la llegada a Santander del vapor San Agustín. Venía el barco de La Habana y había hecho escala en La Coruña. Era un sábado 7 de noviembre. Traía de vuelta el San Agustín a noventa y un soldados heridos y enfermos procedentes de Cuba, es decir, de la guerra. Les recibieron el general Ibáñez y el gobernador, y hubo discursos de bienvenida, y vivas a la patria y halagos a los heridos. Y se les dio a los soldados ropa, porque, según se dice en el artículo citado, algunos no traían ni camisa de tan mal estado en que venían.

Entre los soldados que vinieron en el San Agustín había un criptanense, de nombre Ignacio y de apellido Violero. Estaba Ignacio Violero enfermo de tuberculosis, e inmediatamente saldría en tren rumbo a Campo de Criptana para curar allí sus males lejos del fragor de la batalla.

No sabemos si podemos identificar a este Ignacio Violero con el criptanense del mismo nombre cuya casa se incendiaría veinticuatro años después, en 1920 (véase: Fuego destructor, Campo de Criptana, 1917-1929). Téngase en cuenta que «Violero» es un apellido muy común en Campo de Criptana. La noticia del incendio se publicó en el periódico provincial El Pueblo Manchego, año X, núm. 2.924, del 21 de octubre de 1920. Vivía este Ignacio Violero en la «calle de Almagro», según dice el periódico, y ascendieron las pérdidas según sus cálculos a unas 3.000 pesetas.

En 1933 encontramos de nuevo a un Ignacio Violero, Pintor de segundo apellido, como suplente en la mesa electoral correspondiente a la Sección 3ª (Grupo escolar) del distrito 4º (Hospital), de Campo de Criptana (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 17 de marzo de 1933). Y de nuevo no sabemos si podemos identificarlo con Ignacio Violero el que vino herido de Cuba y con el que perdió su casa en el incendio.

Como ya he dicho, el apellido «Violero» es muy abundante en Campo de Criptana. Veamos algunos ejemplos. En 1877 encontramos entre los electores contribuyentes a varios «Violero»: a Bonifacio Violero Casarrubios, propietario, que vivía en la calle Villargordo 15 (actual calle del Cristo); a Manuel Violero Torres, propietario, con residencia en la calle Granado 31; a Valentín Violero Escribano, también propietario, en la calle Rinconada 13 (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 9 de noviembre de 1877). Éste es un ejemplo del siglo XIX; pasemos ahora al siglo XX, a los años casi inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, y encontraremos más Violeros. Los encontramos en el listado de componentes de las mesas electorales para 1933 (Boletín… del 17 de marzo de 1933). Son Julián Violero López Palomino, Primitivo Violero Gómez, Ángela y Josefa Violero Escribano, Bautista Violero Angulo y Criptana Violero.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO