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The Great Train Robbery (Asalto y robo al tren. Edwin S. Porter, 1903)

The Great Train Robbery (Asalto y robo al tren. Edwin S. Porter, 1903)

El tren da lugar a muchas historias de todo tipo, porque un viaje, por muy corto y rutinario que sea, siempre es una pequeña aventura. Muchas de las historias que ya hemos contado en este blog han tenido que ver con el tren, tanto para mal como para bien. Y también hemos hablado de robos ferroviarios (véanse: Robos en el tren, Campo de Criptana, 1893, 1915, 1921; El robo en el tren, Campo de Criptana, 1918). Campo de Criptana es en la historia de hoy sólo un escenario colateral, porque el protagonista principal es la línea férrea Madrid -Valencia, y sus trenes, y alguna que otra localidad, como Socuéllamos, donde realmente tuvieron lugar los principales acontecimientos del hecho. Una banda de salteadores, al estilo del Lejano Oeste, se dedicaba a robar trenes de mercancías que hacían el recorrido por la línea férrea citada, con los consiguientes perjuicios que ello provocaba a los comerciantes de los lugares de destino de los productos. Eran estos trenes de mercancías entonces el único modo que tenían los comerciantes de abastecer sus establecimientos.

Francisco de Goya: "Asalto de ladrones". Madrid: Colección Castro y Serna

Francisco de Goya: «Asalto de ladrones». Madrid: Colección Castro y Serna

La banda de salteadores comenzó a caer en Socuéllamos, donde fue detenido el segundo jefe de la banda, un tal Manuel Artero Díaz, alias «El Mateo», bien conocido en el mundo del hampa de la época por su afición al robo y al hurto. A la desesperada había intentado huir a un monte cercano a la localidad, pero, tras una batida, la Guardia Civil acabó por apresarlo. Nos cuenta esto, además de lo que sigue, una nota de la agencia de información Febus que se envió a la prensa desde Alcázar de San Juan el 16 de mayo a las cuatro y media de la tarde. La nota literal se publicó entre otros en dos periódicos: La Voz, del 16 de mayo de 1932 (pág. 12), con el título El descubrimiento de una banda de ladrones de trenes; y El Sol, del 17 de mayo de 1932 (pág. 12), con el título La banda de salteadores de trenes. Según ambos periódicos, se interrogó al detenido y se logró descubrir un depósito al que iban a parar las mercancías robadas. Y aquí entra en escena Campo de Criptana, porque también se practicaron detenciones en esta localidad:

En Campo de Criptana fué detenida anoche la joven María Yelmo Rojo, amiga del jefe principal de la banda, Bartolomé Artero, el cual no ha sido aún detenido. La mayoría de los individuos detenidos han dado nombres de significadas personas a las que han vendido las mercancías robadas.

Al parecer, según dicen ambos periódicos, la banda venía haciendo de las suyas desde el mes de febrero. Más o menos la misma versión de los hechos encontramos en el diario católico El Siglo Futuro (núm. 7.630 del 17 de mayo de 1932, pág. 2) pero se añaden algunos detalles. En primer lugar, se dice que la joven María Hielmo (en lugar de Yelmo, como dice El Sol) era amante del jefe de la banda, Bartolomé Artero. En segundo lugar, se dice que la casa en que ella vivía, en Criptana…

… servía de guarida a los malhechores en algunas ocasiones. Ocultas en ella se han encontrado importantes cantidades de género, producto de robos efectuados, especialmente de varias partidas de café.

Además en otra casa de los detenidos (no se especifica en qué localidad) se habían encontrado importantes cantidades de piezas de tela que estaban escondidas en una chimenea. Se hace, para finalizar, un elogio al servicio de la Guardia Civil de la Comandancia de Socuéllamos.

Pieter Brueghel el Viejo: "El misántropo". Nápoles: Museo Nacional de Capodimonte

Pieter Brueghel el Viejo: «El misántropo». Nápoles: Museo Nacional de Capodimonte

Hasta aquí lo que sabe del hecho. Ayer hablamos de reincidencias y de caídas, y hoy aquí, en el caso de Manuel Artero Díaz tenemos un ejemplo de ello, y muy claro. «El Mateo» era asiduo de la Guardia Civil y de los juzgados, y parece que hizo de las suyas especialmente en las provincias de Ciudad de Real y en la de Córdoba. Ya en 1927 fue detenido por escándalo en una «casa de mala nota» (La Voz, año VIII, núm. 2.716, y el Diario de Córdoba, año LXXVIII, núm. 27.285, ambos del 4 de marzo de 1927). El Diario de Córdoba añade que él y su hermano Mateo hirieron con una navaja a la joven «de vida airada» Teresa Consuegra. Obsérvese la prudencia del periódico en las expresiones «casa de mala nota» y «de vida airada».

En el año 1931 volvió a ser detenido por una agresión con navaja a Dolores Lucena Díaz, en Villa del Río (El Defensor de Córdoba, año XXXII, núm. 10.689, del 4 de julio de 1931); y también en 1932, cuatro meses antes del hecho ocurrido en Socuéllamos. Fue en el mes de enero, en Villa del Río, por un robo (Diario de Córdoba, año LXXXIII, núm. 29.407 del 26 de enero de 1932).

No escarmentó «El Mateo» con la detención en Socuéllamos en 1932. En 1934 fue de nuevo detenido «el conocido maleante Manuel Artero Díaz», que usaba con frecuencia el nombre de Rafael Lucena Díaz. Llevaba un reloj de pulsera de señora robado (El Defensor de Córdoba, año XXXVI, núm. 11.735, del 12 de diciembre de 1934;  y La Voz, año XV, núm. 5.884, del 13 de diciembre de 1934). En 1937 se le hizo juicio a él y a otro individuo por hurto (Azul, órgano de la Falange Española de las J.O.N.S., año II, núm. 121, 21 de febrero de 1937).

«El Mateo» seguiría haciendo de las suyas después de la Guerra Civil. En el año 1944, un anuncio del juez de instrucción de Valdepeñas publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real (12 de mayo de 1944) emplaza para su comparecencia al «consignatario de la expedición pequeña velocidad, núm. 11.084 de Villena para Sevilla, compuesta de calzado, cuyo nombre y domicilio se ignora» para testificar contra Manuel Artero y otros por delito de hurto. Es decir, seguía el tal «Mateo» dedicado al robo de trenes de mercancías. A los pocos días, otro anuncio publicado en el Boletín, en este caso el día 24 de mayo, citaba y emplazaba a Manuel Artero Díaz y a su cómplice, «El Montoreño» (porque era de Montoro) para que comparecieran en el juzgado en el plazo de diez días para ingresar en prisión por el delito de hurto.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO