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Comenzábamos ayer esta breve serie de artículos dedicada a la visita que el ministro José Luis Arrese hizo a Campo de Criptana en mayo de 1956. La fuente es la amplia información que le dedicó el periódico de Gijón Voluntad, año XVIII, núm. 5.578, del jueves 31 de mayo de 1956. No fueron una casualidad ni la visita, ni la fecha elegida, sino que fue algo muy oportuno e intencionado. Se aprovechó el acontecimiento para recordar la visita que había hecho José Antonio Primo de Rivera a Campo de Criptana en 1935 y exaltar, ya de paso, al Régimen Franquista. Como ya dijimos, el tiempo y el Régimen mitificaron aquella visita cuyo recuerdo se convirtió en motivo de conmemoración anual hasta mediados de los años setenta.
Arrese llegó a Criptana acompañado de una inmensa comitiva, suponemos que en grandes coches oficiales de la época, seguro que de color negro o, al menos oscuro. En esta comitiva destacaban especialmente las jerarquías de la Falange, los altos cargos ministeriales y autoridades provinciales y locales vinculadas al Movimiento. Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que aquel día Campo de Criptana concentró una cantidad de poder como nunca antes había habido en esta localidad.
Ayer vimos cómo era la comitiva, quiénes vinieron con el ministro y, debemos suponer a partir de lo dicho que fue grande la gran sorpresa que tanta pompa y circunstancia como se desplegó con aquella ocasión causó a los criptanenses de entonces (véase: El ministro Arrese en Campo de Criptana, 1956, I: La comitiva y el recibimiento). Hoy veremos cómo fueron los primeros actos que formaron parte del programa oficial de la visita, también a partir de la información que nos proporciona el periódico antes citado, Voluntad. He aquí el texto:
Entre el entusiasmo de la multitud, que recibió al señor Arrese con numerosos vítores, el ministro, jerarquías y autoridades se trasladaron al Ayuntamiento en cuyo salón de sesiones fué cumplimentado por todas las jerarquías y autoridades citadas. Cerca de cinco mil falangistas de toda la comarca y de las vecinas localidades de la provincia, tales como Mota del Cuervo, Quintanar, etc., se desplazaron a Campo de Criptana para asistir a este acto y vitorearon al ministro secretario general del Movimiento a su paso hasta la Casa Consistorial.
El señor Arrese y sus acompañantes se trasladaron más tarde a la Cruz de los Caídos, donde fué depositada una corona, y a continuación el ministro prendió la Medalla de la Vieja Guardia a dieciseis falangistas.
El señor Arrese pasó revista a varias centurias de las Falanges Juveniles allí concentradas y posteriormente con las autoridades y jerarquías el ministro secretario general del Movimiento marchó al Teatro Cervantes, donde fué descubierta en la fachada la lápida conmemorativa de las palabras pronunciadas por José Antonio en dicho lugar hace ahora veintiún años. Terminado este acto que revistió la mayor emoción, el señor Arrese y sus acompañantes penetraron en el interior del Teatro donde se hallaban los miembros de la Vieja Guardia de la provincia, a los que saludó.
Nos llaman la atención varios detalles. En primer lugar, se dice que llegaron falangistas de «toda la comarca y de las vecinas localidades de la provincia, tales como Mota del Cuervo, Quintanar, etc.». Esta expresión resulta ambigua. Si se refiere a Mota del Cuervo y Quintanar de la Orden como localidades cercanas a la frontera de la provincia de Ciudad Real no habría ningún problema, puesto que la primera está en la provincia de Cuenca y la segunda en la de Toledo. En cambio, si entendemos que se refiere a estas localidades como vecinas a Criptana, en la provincia, nos encontraríamos con una inexactitud, puesto que no forman parte de Ciudad Real. Son esos desafíos que a veces nos plantea el lenguaje, esos juegos de exactitud e inexactitud que pueden dar lugar a muchos entuertos y malentendidos.
Aparece citada la Cruz de los Caídos. Se conserva aún esta cruz en su ubicación original, en aquella plaza criptanense que ha cambiado tanto de nombre a lo largo del tiempo. Se llamaba hacia 1885 plaza del Pozohondo, en honor a los pozos que allí han existido siempre, y aún existen; el plano de Campo de Criptana de 1911 por Domingo Miras la llama «Plaza del General Espartero». Tras la Guerra Civil pasó a llamarse «Plaza de los Caídos» y, con la democracia, de nuevo recuperó su nombre original y primigenio aunque de grafía fluctuante: «Plaza del Pozo-Hondo», «Plaza del Pozohondo» o «Plaza del Pozo Hondo». De nuevo estas gracias del lenguaje que nos pone siempre que puede en un aprieto.
Finalmente, la comitiva se dirigió al Teatro Cervantes, epicentro de la vida política, social y cultural de Campo de Criptana a lo largo de todo el siglo XX. Primero teatro, luego cine, y también teatro; hoy, a lo mejor, ni una cosa ni otra. ¡Las vueltas que da la vida! Y encontramos una referencia a la lápida que recordaba el discurso que pronunció allí Primo de Rivera en 1935. Es esa, muy posiblemente, la misma lápida a la que me refería en el artículo titulado Veinticinco años después… (Campo de Criptana, 1960). Es esa lápida que permaneció allí en el Teatro Cervantes hasta que, tal y como nos informa el ABC del martes 18 de enero de 1977 (pág. 13), fue retirada por las autoridades por aquellos días.
Mañana continuaremos hablando sobre esta visita ministerial.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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