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Homenaje a Miguel de Cervantes (Convento de Trinitarias, Madrid). Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)
La calle Torrecilla es, quizá, una de las más criptanenses, una de las más castizas, una de esas que, como dijimos, perpetúa su nombre por los siglos de los siglos y por encima de casi todo. Ya dijimos ayer que hoy se usa la denominación «Torrecilla» por extensión, para designar una calle que hasta 1890 tuvo dos nombres, uno para cada uno de sus trechos: Alconchel, el trecho que va desde la calle Cardenal Monescillo hasta Soledad, y Torrecilla, propiamente dicha, para el tramo hasta la plaza del Pozohondo. La toponimia tiene sus cosas, y no siempre se puede prever qué va a pasar con ella, y qué cambios va a sufrir, porque la historia y el tiempo, y la mano del hombre, unas veces por separado, y otras veces juntos, conspiran para renombrar algo que ya tenía nombre sin tener por qué hacerlo. Dígase lo que se quiera, pero la toponimia es dura, y aguanta todo lo que le echen encima, y al final siempre acaba ganando la partida. Al fin y al cabo el hombre es efímero, mientras que los nombres pueden, si se empeñan, ser eternos. Y eso le ha pasado al nombre de esta calle, Torrecilla. Ni «el Manco de Lepanto» ha podido con ella.
Veíamos ayer que la calle Torrecilla, o Miguel de Cervantes, tenía una tienda de abacería, y un jalmero, y vivía en ella el dueño de un molino, y el de tres garañones y de un caballo semental, que eran negocio bien lucrativo en otros tiempos en los que aún la humanidad no estaba motorizada (véase: El «monopoli» criptanense, Campo de Criptana, 1900, VIII: La calle Miguel de Cervantes, «alias» Torrecilla, I). Esto solo no podría justificar el lugar de esta calle en el «monopoli» criptanense, porque es actividad económica bien magra si se compara con las de otras calles por aquel tiempo en Criptana, como la de Santa Ana, de la Virgen o de Alfonso XII, que no en vano se había llamado antes «Tiendas». Por algo sería. Lo que le haría merecer un lugar es que el nivel de renta de algunos de sus vecinos era muy importante, y uno de ellos era uno de los principales contribuyentes criptanenses. La situación en 1890 la conocemos por el listado de contribuyentes electores que publica el supl. 36 del Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del miércoles 8 de enero de 1890. En esta época aún conservaba cada tramo de la calle su propio nombre, aunque no sería ya por mucho tiempo.
Veamos ahora qué vecinos de ambas calles figuraban en el listado de contribuyentes electores de 1890 y a cuánto ascendía su contribución:
Calle Alconchel
núm. 4. Manuel Polo y Férez. 39 ptas. con 93 cénts.
núm. 6. José Antonio Olmedo y Angulo. 217 ptas. con 50 cénts.
Se incluye, además, en el núm. 8, a Andrés Perucho y Gascón, con una contribución industrial de 125 ptas. Se refiere el dato, sin duda, a su tienda de abacería, que en 1900 pagaba una contribución de 35 ptas.
Calle Torrecilla
núm. 2. Francisco de Paula Baíllo y Castilla. 4.092 ptas. con 29 cénts.
núm. 4. Gregorio Perucho y Peñacarrillo. 676 ptas. con 36 cénts.
núm. 4. Valeriano Perucho y López Gascón. 47 ptas. con 63 cénts.
núm. 5. Ramón Manzanares Villanueva. Maestro de Primera Enseñanza
núm. 7. Juan Lizcano y Ramos. 27 ptas. con 60 cénts.
núm. 8. Carlos Cruz Villacañas. 65 ptas. con 3 cénts.
núm. 9. Juan de la Cruz Escribano Carriazo. 55 ptas. con 20 cénts.
núm. 11. Saturnino Cenjor Guerrero. 27 ptas. con 60 cénts.
núm. 12. Justo Alonso y Alonso. 69 ptas. con 52 cénts.
núm. 13. José Vicente Moreno Millán. 222 ptas. con 31 cénts.
núm. 19. Venancio Casero y Delgado. 41 ptas. con 99 cénts.
Como ya hemos dicho, vivía en la calle Torrecilla uno de los principales contribuyentes de la localidad: es Francisco de Paula Baíllo y Castilla. Con su contribución de 4.092 pesetas era el segundo en importancia de Campo de Criptana, sólo aventajado por el Conde de las Cabezuelas, que pagaba 6.278 pesetas con 88 céntimos. Era propietario, como vimos en el artículo anterior, de los tres garañones y del caballo semental por los que pagaba, además, una contribución industrial.
Sobre él tendremos la ocasión de tratar más largo y tendido en el futuro.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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