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En sesión ordinaria del ayuntamiento de Campo de Criptana celebrada el día 30 de junio de 1890 se tomaron entre otros acuerdos la limpieza de los pozos de la villa y reconocer al farmacéutico municipal, Manuel Monterde, el trabajo científico que había realizado con el análisis de las aguas de esos pozos que eran, por orden: 1ª. pozo de las Olivas; 2ª del Concejo; 3ª del Pico de la Solana; 4ª del Villalgordo; 5ª de la Huerta del Bajo; 6ª de la Virgen de Criptana; 7ª del Albardial; y 8ª de Castellanos (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 23 de julio de 1890). Un año después, en la sesión ordinaria del 27 de julio de 1891, el ayuntamiento acordó que se limpiase el pozo de la Huerta del Bajo (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 17 de agosto de 1891).
Y si en los últimos días ha sido un bosquecillo el que ha hecho aflorar los recuerdos, es ahora un pozo quien lo hará: el de la Casa de la Huerta del Bajo. Pozos no faltan en Campo de Criptana, pero pocos hay como el de la Casa de la Huerta del Bajo, no sólo por él, por su presencia inmemorial, por las hermosas trazas de su hechura, por la esbeltez de su arquitectura, por su discreción en el entorno, como queriendo no llamar mucho la atención y pasar desapercibido. Es único también este pozo por lo que hay alrededor, porque es la Huerta del Bajo uno de los parajes más hermosos del término Criptanense. Si el bosquecillo de la Casa de la Huerta de Treviño estuvo condenado a la extinción y murió, el que tiene la Casa de la Huerta del Bajo, el que protege su casa, su vallecillo y su pozo sigue ahí, impertérrito, cuidado y mimado como pocos en estos términos. Y siguen allí uno de los símbolos fundamentales del paraje: sus pinos de tronco retorcido y de ramas tortuosas, punto de referencia en el entorno. El palomar era el faro de la llanura en la Casa de la Huerta de Treviño; en ésta del Bajo lo son sus pinos, pero sobre todo su esbeltez, su orgullo, su continuo decir al ser humano como haciendo un guiño a la eternidad:
El tiempo pasa, inexorable, pero seguimos aquí., desde hace tanto…, y seguiremos, y veremos vuestras generaciones pasar una tras otra, nacer y morir… y seguiremos aquí; nos vieron vuestros antecesores, nos veis vosotros, y nos verán nuestros descendientes. Fuimos cuando aún no érais; seremos cuando ya no seáis.
E igual que con la Huerta de Treviño y la Casa de la Huerta Treviño, tenemos que hacer también en este caso la obligada distinción terminológica: una cosa es la Huerta del Bajo, nombre que recibe el paraje, y otra es la Casa de la Huerta del Bajo, que designa a ese pequeño paraíso, compuesta de casa, bosquecillo y pozo. Si fue antes el paraje o la casa es difícil saberlo, tanto como si fue antes el huevo o la gallina. Es ésdte uno de esos grandes enigmas irresolubles de la historia.
Se halla situada esta Casa de la Huerta del Bajo a tres kilómetros y 299 metros de Campo de Criptana, tomando la medida por ese camino que lleva a ella y que parte, directamente, de esa Sierra de los Molinos. Puede que sea éste uno de esos viejos caminos de siempre, de esos que existían mucho antes de que hubiera carreteras. El paraje de La Sierra encontrará el caminante que parta de sus molinos rumbo a esa Casa de la Huerta del Bajo, y seguirá, y seguirá, y cruzará el paraje llamado Molino de Gavilla; pasará el caminante por la Dehesa del Puerco, la del sur, porque hay otra Dehesa del Puerco más al norte, junto al camino de Campo de Criptana a El Toboso (quizá habría que buscar una solución toponímica para desambiguar este nombre: por ejemplo Dehesa del Puerco de Arriba y Dehesa del Puerco de Abajo, o Dehesa del Puerco del Norte y Dehesa del Puerco del Sur).
Entonces, allí mismo, habrá llegado el caminante al paraje de la Huerta del Bajo, y en poco encontrará la casa, con su bosquecillo y con sus pinos, y creerá encontrarse ante una visión bucólica como pocas, ante locus amoenus alegre y sonoro, ante una visión casi irreal, quizá un espejismo de esos tantos que ocurren de vez en cuando en La Mancha y nos seducen a todos igual que sedujeron a Don Quijote. A 1.600 metros se encuentra esta casa de la CM 3105, a 1.824 del Santuario del Cristo de Villajos, y a 1.279 metros de la Casa de la Huerta de Treviño. Es curioso que los dos bosquecillos más característicos de Criptana se hallaran tan cerca el uno de del otro, casi como gemelos. Y como curiosidad diremos que dejará el caminante a la derecha de su camino un paraje de curioso nombre de reminiscencias bíblicas e históricas, casi legendarias: el Balcón de Pilatos.
Dejo aquí la presentación sobre ese lugar mítico para mí, uno de los paisajes que más he pintado, uno de los que más me ha inspirado, uno de los que más gozo me han proporcionado, de los que más me han hecho sentir parte de esa naturaleza primigenia que, no olvidemos, está en el origen de todo porque es el origen mismo. Seguiremos mañana.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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