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Dejábamos el artículo de ayer en una pregunta. Y esperábamos que esa pregunta nos llevara a una reflexión necesaria sobre aquellas viejas bibliotecas criptanenses, por qué no cuajaron sus proyectos y, sobre todo, qué fue de ellas (véanse: Crónicas bibliotecarias, Campo de Criptana, 1883; Crónicas bibliotecarias, Campo de Criptana, 1882, 1930; Libros que fueron del Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana en la Biblioteca de al Universidad Complutense). Y la gran pregunta que parece suscitar esta cuestión es: ¿Se puede vivir sin libros? Posiblemente sí, pero ¿a qué precio? Dejamos la respuesta en manos del lector.
Está todavía por escribir una historia de las bibliotecas criptanenses y, en particular, la de la Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano». Ya hemos tenido la oportunidad de hablar largo y tendido sobre ella en este blog, sobre todo cuando hemos recordado sus buenos tiempos, sus años dorados, aquel esplendor que tuvo en la década de los cincuenta del siglo XX, cuando su director era José Antonio Sánchez Manjavacas, y bullía con una constante actividad por aquel entonces esta biblioteca. Y todo gracias a las iniciativas de su director. (véanse: La Fiesta del Libro en la Biblioteca Pública Municipal de Campo de Criptana, 1949; La Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano», Campo de Criptana, 1949; «To be or no to be»: La Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano», Campo de Criptana, 1950; Más «To be or no to be»: La Biblioteca Pública Municipal «Alonso Quijano», o la historia de una tragedia shakespeariana, Campo de Criptana, 1947; La Fiesta del Libro, Campo de Criptana, 1951). Conferencias, lecturas, exposiciones y muchos otros actos de este tipo organizaba la biblioteca criptanense periódicamente dejando patente el extraordinario interés que había por aquel entonces en ella, en su mantenimiento y en su enriquecimiento. Sobre todo no se olvidaba lo más importante: la razón de ser de una biblioteca son sus libros, y, por encima de ellos, sus lectores. Sin una cosa o la otra una biblioteca carece de sentido. Y esto es lo que ocurre hoy. Ésta es la triste verdad.
Como muestra de aquel esplendor bibliotecario de otros tiempos traemos hoy la participación de la Biblioteca Municipal de Campo de Criptana en la Exposición Internacional de Filatelia de Madrid en 1950. Fue este acontecimiento objeto de extenso comentario por parte de varios periódicos de la época, como Nueva España, del día 4 de noviembre de 1950, el gerundense Los Sitios de Gerona, del 15 de noviembre, y Ofensiva, del 16 de ese mismo mes. Era, como dicen estos artículos, una exposición con carácter internacional que esta presidida por sir John Wilson. Después de reseñar los premios y menciones de honor a coleccionistas de sellos de todo el mundo y a comerciantes de filatelia, encontramos la mención a Campo de Criptana:
Esta Exposición ha dado lugar a algunos hechos verdaderamente gratos: uno, es el gesto de la Biblioteca de Campo de Criptana que, sumándose a los actos del Centenario, ha editado un bello recuerdo de la Exposición en el que, junto a la foto de los molinos del Quijote que aun existen en aquella localidad, ha reproducido diversos párrafos del Quijote relativos al Correo.
Fue esta exposición, tal y como nos informa el periódico Hoja Oficial del Lunes, del 16 de octubre de 1950, el acontecimiento más importante de aquel tiempo en Madrid. Se celebró en el Palacio de Comunicaciones y miles de personas pasaron por ella, tanto compradores y coleccionistas, como curiosos.
El Quijote, siempre el Quijote… Por aquellos años era parte fundamental de aquella biblioteca Alonso Quijano, o a lo mejor era su alma mater, como personaje que la inspiraba y le daba aliento. La tarea de dedicar la vida a los libros era en aquellos tiempos tarea de quijotes, igual que el trabajo bibliotecario. Hoy también lo es. Entonces por unas razones, hoy por otras. Por cierto, sería interesante saber si se conservan ejemplares de ese «bello recuerdo» que editó la biblioteca con motivo de aquella exposición. Me temo que no.
Yo leí mis primeros libros, hace ya tantos años, en esta biblioteca «Alonso Quijano». Yo viví hace muchos, muchos años, los últimos coletazos de su esplendor. Hace unos meses, ante la triste situación actual de esta biblioteca, di de baja mi carnet de lector que aún conservaba. Lo rompí, como se rompe el tiempo, o se rompe el recuerdo del pasado. Tenía el número 32. Lo tuve durante más de treinta y cinco años. Hoy, ya no tenía sentido conservarlo. Gracias a él pude leer miles de libros, y lo que soy se lo debo, en buena parte, a ellos.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Si hubiese sabido de esta continuación, habría reservado para hoy mi anterior comentario. Pero debo reiterarlo, recordando además cómo un 23 de abril, quizá del 55 0 56, no recuerdo bien la fecha, en tercero o cuarto de Bachillerato, por encargo de don José Antonio Sánchez, hablé en la sierra, al pie tal vez del Infanto y ante mis condiscípulos del Teresiano, a propósito de Cervantes y don Quijote, El diario Lanza se hizo eco al día siguiente y así se enteraron en mi casa, pues por timidez, no había dicho nada. Lo que más siento es no haber podido decirle al profesor Sánchez Manjavacas cuánto aprendí con él y cómo el amor a los libros, a la literatura, me lo inculcó. Veo que no soy el único alumno suyo en participar de tan profundo agradecimiento, que ahora hago extensivo a usted por airearlo en este mundo nuestro tan globalizado.
Y aún habrá otro artículo más. La biblioteca da para mucho.
De nuevo, como siempre, muy agradecido.
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