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Como decíamos ayer, tenía Campo de Criptana de todo (véase: El cognac Anglade… cognac criptanense, Campo de Criptana, 1886-1893). Tenía Criptana azafrán, tenía textiles, y tenía molinos, de viento y de agua, y tenía sierra y tenía llanura, y hasta una laguna, que, aunque humilde, laguna es, y eso no se puede discutir. Y tiene también un río, que aunque seco no deja de ser río… pero digámoslo en voz baja: porque, además de seco, el Záncara es un río muy susceptible y estas cosas le afectan… Tenía también Criptana fabricantes de productos varios. Tenía fabricantes de champán, tenía fabricantes de vinos finos, y también de licores diversos, como, por ejemplo, de cognac, como el de Juan Anglade, famoso en toda España en aquellas últimas décadas del siglo XIX, producto nacional, cuestión de patriotismo. Porque no sólo animaban a consumir cognac Anglade los muchos anuncios publicitarios que se publicaban en periódicos nacionales de la época, también se publicaron reportajes que ponían al cognac criptanense por las nubes. Un ejemplo lo encontramos en el reportaje que se publicó en los periódicos Crónica Meridional (año XXVII, núm. 7.858, del 6 de junio de 1886) y El Liberal (año I, núm. 143, del 29 de junio de ese mismo año).
Comienza diciendo este artículo que existía entre los españoles muy poco espíritu patriótico, pues se daba preferencia a productos extranjeros por desconocimiento de lo suyo propio, siendo que España estaba «dotada por la naturaleza afortunadamente de un suelo fertilísimo» y, en consecuencia, sus frutos agrícolas eran riquísimos. Y alude entonces a los viñedos de la Charente, en Francia, que, al parecer, ya estaban entonces destruidos por la filoxera y, en su opinión, eran incapaces de producir vino, y también cognac. Viene a insinuar el autor que el cognac que entonces se hacía pasar por francés era realmente aguardiente alemán, no siendo otra cosa que «un producto industrial detestable encerrado en un casco con una etiqueta lujosa», observaciones, probablemente, algo exageradas. En todo caso, no hay práctica más errónea que pensar que se elogia un producto desprestigiando a la competencia. Y seguidamente entra en escena el cognac criptanense:
En las llanuras de la Mancha conocidas por muchos, pro por la inmensa mayoría de los hombres tan solo por el gran Cervantes con su famoso D. Quijote, existe el Campo de Criptana, comarca hoy de ricos viñedos que producen excelentes vinos blancos, con los que el Sr. Anglade fabrica su incomparable cognac y fine champagne, sin necesidad de recurrir á espíritus artificiales y composiciones dañosas, por la razón sencillísima de que de la propia naturaleza adquiere la fuerza, el grato sabor y pureza indiscutible, lo que añadido al buen ingenio que á dicho fabricante distingue, hace que su cognac sea bueno, saludable é higiénico.
¿A qué, pués, conduce buscarlo al extranjero, si lo tenemos muy rico en nuestro propio suelo?
Nosotros le conocemos por su representante en esta D. Francisco M. Laguillón, el que con su natural franqueza nos dijo: «no es mi ánimo dedicarme á vender cognac, pues tan solo deseo que se acredite porque lo merece ¡Ignoran los españoles lo que tienen en Criptana!». Hoy podemos asegurar que son bastantes las personas que beben con placer el cognac de J. Anglade, que con más propiedad debiera llamársele «El Criptana manchego de Anglade», que sometido á exámen demuestra evidentemente ser de vino puro, sin espíritu artificial de ningún género y por tanto, concurren en él circunstancias que merecen particular predilección.
Por supuesto, en aquella época «cognac» o, españolizado, «coñac», no era una denominación de origen controlada como lo es hoy. Hoy sólo es coñac el producido en la comuna francesa de Cognac, de donde proviene su nombre, y en sus alrededores, precisamente en la comarca a la que hace referencia el autor del artículo: la del río Charente. Otras denominaciones de origen para productos similares son Armagnac y Jerez. A lo mejor el cognac de Campo de Criptana tendría que haber tenido, como dice el autor del artículo, su propia denominación de origen: el «criptana» ¿por qué no?.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO