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En una España como aquella de finales del siglo XIX, inmersa en un profundo sentimiento de pesar y pesimismo mientras veía cómo poco a poco los últimos restos de su poder colonial se iban desmoronando, hubo un atisbo de esperanza gracias a un invento y a un personaje cuyo gran talento como inventor, sin embargo, no fue reconocido en su época. ¡Qué raro que pase esto en España! El invento al que me refiero es el submarino y su inventor el marino Isaac Peral (1851-1895). Pocos personajes del XIX tuvieron tanto éxito popular como él, tanto que, casi podríamos afirmar, no hubo pueblo o ciudad en España en que no se le hicieran homenajes y se le dedicaran calles. Sin embargo, su invento no tuvo excesivo reconocimiento oficial, a pesar de lo difícil que debió ser inventar algo tan complicado como un submarino.
Entre estos pueblos estuvo Campo de Criptana. En plena revolución del nomenclátor criptanense, en el año 1890, siendo alcalde de la localidad Francisco de Paula Baíllo, decidió el consistorio dedicar una calle al insigne inventor. Se tomó el acuerdo en la sesión ordinaria del día 30 de junio de 1890, según consta en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 23 de julio de 1890, en los siguientes términos:
Dedicar á inmortalizar el nombre del ilustre marino D. Isaac Peral, además de la calle que se le ha nominado, un tarjetón en mármol que se fijará en el Salón Capitular, dirigiéndosele mensage de felicitación.
Poco después, el Ayuntamiento decidiría, en la sesión ordinaria del 17 de julio de 1890, según nos dice el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 22 de agosto, realizar el encargo de la citada placa conmemorativa:
Encomendar á Epifanio Pérez, de Alcázar, la confección conmemorativa dedicada al Ilustre Inventor del Submarino Peral.
Por cierto, un Epifano Pérez, que quizá sea este mismo, vivía en 1905 en la Plaza de Santa Quiteria, núm. 8, de Alcázar de San Juan (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 14 de julio de 1905). Fue oportuna la iniciativa criptanense, porque cinco años después, en 1895, moriría Isaac Peral a consecuencia de un cáncer de piel, y es mejor, por supuesto, rendir homenajes al vivo que al muerto. Esto último no tiene mucho mérito. Un homenaje a alguien después de su muerte es como a toro pasado, como que no viene a cuento, como que es un oportunismo que puede resultar inoportuno; a lo mejor es como dibujar en el mar, que ya no tiene efecto, ni consecuencias, por mucho que se quiera vender la moto con buenas palabras y buenas intenciones. Se quiera o no, el mundo se hace con hechos y no con buenas palabras e intenciones, que sirven para poco en determinadas circunstancias. El día 27 de mayo de 1895, el consistorio de Manzanares, en sesión ordinaria, según nos dice el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 10 de julio de 1895, decidía:
Hacer constar el sentimiento que ha producido á la Corporación la muerte de D. Isaac Peral.
Por cierto, yo todavía recuerdo aquella calle de Isaac Peral, que todavía lleva, creo, este nombre. Más allá está Avenida de la Hispanidad, nombre que no está mal, pero me gusta más el otro, el de Isaac Peral, por aquello de la paradoja que suponía que en plena Mancha, la seca, una calle tuviese el nombre del inventor del submarino. Recuerdo todavía la calle Isaac Peral en sus tiempos no muy lejanos, y recuerdo el eco de aquel nombre, que suena tan bien, tan bíblico y a la vez tan frutal.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO