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He imaginado siempre el pasado de aquellos años veinte y treinta, aquellos años de los que los más viejos todavía cuentan cosas, y lo he visto siempre en sepia, como fotografías de aquella época, como ventanas al pasado que han congelado el tiempo de escenas y personajes que ya no están, de paisajes ya desaparecidos y olvidados… de un Campo de Criptana que tanto y tanto ha cambiado.
Hay en todo ese pasado en sepia muchos recuerdos de otros, muchos acontecimientos contados, muchas historias de tragedia, pero también muchas de alegrías, porque, al final, la historia y la vida son así, un zigzag continuo de gozos y penas, un sinsentido de dirección equívoca que casi nunca sabemos adónde nos llevará y en qué acabará… y en qué acabaremos.
En todos esos recuerdos de otros que hemos oído desde siempre, en todas esas sensaciones del pasado, en esa historia que revive de vez en cuando, hay un momento clave, un año que quedó grabado, sin duda, en la mente de los mayores, porque ese año cambió muchas vidas, y también cambió la historia y dio un revolcón, sin duda, al tiempo, que para unos se detuvo repentinamente, mientras que para otros avanzó inexorable, casi vertiginoso.
Ese año fue el de 1936. Podríamos decir mucho sobre él, pero, puesto que en este blog nos interesan sobre todo las cosas de la vida cotidiana, del día a día y esa rutina repetitiva que es la base, sin duda, del existir del ser humano… teniendo todo esto en cuenta, hablaremos de algunas cosas ocurridas en aquel verano del 1936 en Campo de Criptana, un verano que sería (con las excepciones debidas) como todos los demás: caluroso, seco, polvoriento, de viñedos que engordaban sus racimos para una cercana vendimia, de siegas y trillas y eras repletas, de agua fresca en botijos y de «agüillas» de pepino y tomate a la sombra de un frondoso árbol.
Veamos pues, algo de lo ocurrido en aquel caluroso verano criptanense de 1936, de aquel verano del 36, como todos, y único a la vez.
Los mozos prófugos
En el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 6 de julio se publicaba un anuncio de la «Caja de recluta de Ciudad Real número 4: Negociado Junta Clasificación y Revisión». Contenía la relación de los mozos de la provincia del reemplazo de aquel año y de años anteriores cuyo paradero se ignoraba. Por ello habían sido declarados prófugos. De Campo de Criptana había varios, todos del reemplazo de 1936: José María Arenas Coso, nacido el 5 de mayo de 1915, hijo de Eufemio y Constantina; José Cañas Félix, nacido el 17 de agosto de 1915, hijo de Antonio y Joaquina; Herculano García Pérez, nacido el 6 de noviembre de 1915, de padres desconocidos; Villajos García Sánchez, nacido el 10 de junio de 1915, hijo de Rafael y María; y Cristóbal Sánchez Morales, nacido el 15 de noviembre de 1915, hijo de Manuel y Adelaida.
La agalaxia contagiosa
Eran endémicas por aquel tiempo algunas enfermedades que afectaban al ganado. Aquel verano de 1936 hubo casos de algunas de ellas en Campo de Criptana desde comienzos de junio. En Julio se detectaron casos de agalaxia contagiosa en rebaños de ovejas de la localidad, con 61 cabezas afectadas (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, 21 de agosto de 1936). El 22 de agosto se detectaría otro nuevo foco de la misma enfermedad, en este caso en fincas de El Calvario y La Perogila. Se declaraba una zona de cuarentena de 200 metros alrededor de la zona afectada. Y no serían estos los últimos casos: hubo también en fincas de la Vega de Villajos y en la Casa de los Molinos, para los cuales se adoptaron las mismas medidas.
Los industriales fallidos
También aquel verano hubo algunos casos de contribuyentes por industrial a los que se declaró fallidos y se les privaba del ejercicio de la industria a la que se dedicaban. El listado se publicó en el Boletín provincial del 26 de agosto. De cada uno se da su nombre y la deuda que tenían. En Campo de Criptana fueron privados del derecho a 17 de abril los siguientes industriales: José Antonio Horta López, por tres deudas (94,26, 94,28 y 47,14 ptas.); Domingo Olmedo Manjavacas, con dos deudas: una de 188,56 ptas. y otra de 94,28 ptas.; Carlos Castellanos Escribano, por una deuda de 62,39 ptas.; Julián Gómez Manjavacas, por dos deudas (133,11 y 177,48 ptas.); Daniel Manzanares Plaza (321,67 ptas.); y Rubén Sánchez Beamud, por tres deudas de 177,36, 177,48 y 88,74 ptas. respectivamente.
El cese
En Septiembre, se recibió desde Madrid la orden de cese con pérdida de todos los derechos de dos funcionarios criptanenses. Uno era Ramón de la Vega Arangos, notario de Campo de Criptana; el otro era Luis Cenjor, secretario del Juzgado Municipal. De ello nos informan muchos medios de la época, entre ellos, los periódicos La Voz (12 de septiembre de 1936), La Libertad (año XVIII, núm. 5135, del 13 de septiembre de ese año), aunque la fuente principal es el «Boletín Oficial del Estado» de la época, la Gaceta de Madrid, núm. 257, del 13 de septiembre. La orden está firmada por el Ministro de Justicia, Mariano Ruiz Funes.
Fue un verano, pues, como otros muchos cualesquiera, un verano del que nos llegan ecos en sepia, viejas fotografías, viejas historias, un verano con sus cosas… Un verano como los otros, pero sin bicicletas.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Para bien o para mal, según quien opine, el verano del 36 no fue «como otros muchos cualesquiera»
Por supuesto.
Fue a raiz de los sucesos de ese verano por los que fueron cesados mi Bisabuelo Ramon de la Vega, y mi otro pariente Luis Cenjor.
En otro orden de cosas felicidades por este blog.