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La inmensa mayoría de las cartas llega puntualmente a su destino, porque su destino es ése: llegar al destinatario y cumplir la función que la naturaleza les ha encomendado. El servicio de Correos es algo que siempre me ha causado una cierta admiración, porque el Correo llegaba a donde no llegaban en otros tiempos, quizá, ni las carreteras, ni los adelantos de los tiempos, ni las diligencias de los gobiernos de turno. Que se lo pregunten, si no, a Miguel Strogoff.

Hay otros medios alternativos, pero, reconozcámoslo, no son tan fiables ni tan seguros. Uno de ellos es el mensaje en una botella, pero, sinceramente, no creo que en La Mancha sea lo más conveniente. Sí he de reconocer, sin embargo, que más de una vez, hace muchos, muchos años, cuando todavía el famoso Caz recorría el Pozohondo, me encontré ante la tentación de dejar caer en su corriente una pequeña botella con un mensaje… por si acaso. A lo mejor el agua arrastraría la botella a donde menos se lo espera uno, porque de allí iría al Záncara, de él al Guadiana y de él al Océano, al vasto Océano, y quién sabe si no podría acabar en cualquier punto del planeta, en Japón, en Madagascar, en Australia, en las Islas Malvinas, que están bien lejos o, también, en el vientre de un bacalao que, pescado y salado, podría acabar en Islandia. A estas alturas de mi vida  ya no me extraña casi nada.

Ya hemos hablado en algunas ocasiones de las cartas y del servicio de Correos en este blog. En su momento aprovechamos para tratar sobre la figura del «peatón» de correos, y fue esto en relación con la trágica muerte de Victoriano López Pintor Martínez, peatón criptanense, que perdió la vida en el desempeño de su profesión (véase: La historia del peatón atropellado por el tren, Campo de Criptana, 1913). En otra ocasión aludíamos a cartas remitidas desde Campo de Criptana que estaban detenidas en la Administración Central de Correos en Madrid por falta de franqueo (véase: ¿Dónde está mi carta?, Campo de Criptana, 1856-1864). Incluso, en otro momento, hablamos de una carta que nunca llegó a su destino, cuestión triste y desoladora como la que más, mucho más si tenemos en cuenta que, posiblemente, quien la remitió no tuvo la oportunidad de decir en vida al destinatario lo que le comunicaba en su escrito (véase: La Guerra de Independencia en Campo de Criptana: La carta que nunca llegó a su destino, 1808).

Lawrence Alma Tadema: Expectativas (1885). Colección privada

Lawrence Alma Tadema: Expectativas (1885). Colección privada

Y hoy traemos la historia de otra carta. Pero no, lector, no es una historia trágica, ni hay sentimientos por medio, ni amor, ni celos, ni carta con sorpresa, como una multa de tráfico (con fotografía incluida), ni lo peor que te puede ocurrir (el recibo del IBI), ni documentos similares que te pueden provocar un profundo disgusto. Hoy hablaremos de  una carta que nos salió, podríamos decir, algo casquivana, remolona y aventurera, y sobre todo viajera, muy viajera. La carta partió de Campo de Criptana e iba dirigida a Ciudad Real pero, mientras tanto y, de paso, estuvo en Melilla. Nos lo cuenta una jocosa nota que publica el periódico provincial El Pueblo Manchego, año V, núm. 1.277, del 13 de abril de 1915.

Cosas de Correos. Una carta salida de Campo de Criptana, el día 9 para uno de nuestros redactores, con señas perfectamente claras, legibles, precisas, cuya fecha de salida está acreditada por el sello de aquella administración se ha recibido hoy 13, después de estar el 11 ¡en Melilla! como igualmente reza un sello de la administración de dicha plaza africana.

Si es broma… puede pasar, pero confundir Ciudad Real con Melilla, es llevarlo á un extremo intolerable. ¿En qué piensan los oficiales de Correos que hacen el apartado en Alcázar de San Juan y Manzanares?

No se nos dice quién remitía la carta. Podemos, sin embargo, hacer un ejercicio de imaginación y especular, que para eso es gratis. Quizá fuese una de las tantas crónicas que aquel improvisado corresponsal criptanense publicaba en el periódico. Gracias a él, recordemos, y gracias a su labor durante tantos años y gracias a sus artículos, conocemos gran parte de la vida social, económica y política de Campo de Criptana en aquella época (véase: La ilustre visita episcopal, Campo de Criptana, 1911, I: Preámbulo y observaciones generales).

A pesar de todo, la carta llegó a su destino y no sufrió excesiva demora si tenemos en cuenta que estuvo en Melilla y después alcanzó, por fin, su destino en Ciudad Real. Aprovechando estas circunstancias, sin embargo, el periódico arremete contra el personal de correos de Alcázar de San Juan y de Manzanares. Es tema menor el de esta carta, sin embargo, si tenemos en cuenta que diecisiete años antes la indiscreción de algunos carteros de Campo de Criptana y de Alcázar de San Juan había ocasionado una queja general contra el gremio (véase: Quejas sobre algunos carteros de Campo de Criptana y Alcázar, 1898).

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO