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Hubo unos tiempos, no muy lejanos, en los que se aprovechaba casi todo, se reutilizaba casi todo y la imaginación siempre daba mucho de sí para sacar de donde poco o nada había. A lo mejor es que la penuria aviva el ingenio más de lo que suele tenerse por aceptado, y que la abundancia entorpece los sentidos, mucho más también de lo que normalmente se considera. Traigo un ejemplo ilustrativo de cómo nuestros antepasados no tiraban ni desechaban nada y de todo podían sacar alguna rentabilidad. Ocurrió en Campo de Criptana, con la Administración Subalterna de Rentas Estancadas de Campo de Criptana, es decir, de estancos que por aquel tiempo tuviese esta localidad, y su Ayuntamiento como protagonistas. Y es esto todo un ejemplo de cómo rentabilizar lo que ya no tendría un uso, a simple vista, porque, seguramente, alguien le encontraría alguna utilidad.
Nos vamos, pues, al Campo de Criptana de mayo de 1866, día de primavera en aquel pequeño pueblo manchego encaramado a su sierra de los molinos, blanco como la leche, suponemos, bajo el luminoso sol del mediodía, y brillante como una perla en la lejanía del horizonte. No sabemos cuánto fumaban los criptanenses de entonces, pero, hay una cosa cierta: fumaban (véase: Un segundo estanco para Campo de Criptana, 1849). Y, puesto que ya antes se había planteado el problema de qué hacer con los envases del tabaco, entonces de madera, había una norma de la Dirección General de Rentas Estancadas y Loterías que disponía sacarlos a subasta. Y por ello, el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 9 de mayo de ese año publicaba un anuncio en el que de acuerdo con la citada disposición:
… se subastan 122 cajones de pino, procedentes de envases de tabacos, que existen en esta Administración Subalterna, bajo el tipo de 4 rs. cada uno; cuyo acto tendrá lugar el 14 del actual de once á doce de su mañana, en las Salas Consistoriales de esta villa, advirtiendo que para que puedan interesarse todas las clases, se admitirá postura por lotes de 21 cajones.
El anuncio está firmado en Campo de Criptana el 1 de mayo de 1866, por el administrador de estas rentas estancadas en Criptana, es decir, del estanco o estancos, a la sazón Juan José Grunero, escrito tal cual, apellido que probablemente contiene una errata y que tenemos que interpretar como «Granero».
Hagamos cuentas, pues: 122 cajones de pino a 4 reales cada uno daba la cantidad total de 488 reales, es decir 122 pesetas, a peseta por cajón. Es ésta, por aquel tiempo, una suma realmente importante que daba para mucho. Traslademos esta situación a nuestros tiempos. Posiblemente, todos estos cajones de pino habrían acabado en un vertedero. Puede que tengamos mucho que aprender de nuestros antepasados.
Por cierto, unos años después encontramos a un Juan José Granero, de segundo apellido Angulo, que quizá podamos identificar con el «administrador» que firma el anuncio. Figuraba en la lista de contribuyentes electores de Campo de Criptana de 1877 como empleado. y como residente en la calle Tardía (actual Cardenal Monescillo), núm. 2, con una contribución de 52’90 ptas. (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 9 de noviembre de 1877). A mediados de ese año era también secretario del ayuntamiento criptanense, presidido por el alcalde constitucional interino Quiliano Casarrubios (Boletín… del 1 de junio de 1877).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO