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A comienzos de octubre de 1931 Campo de Criptana fue noticia en la prensa nacional, y eso que noticias de todo tipo no faltaban, especialmente las que tenían que ver con huelgas, con enfrentamientos y con incidentes varios y diversos. Ya contábamos en un artículo publicado hace bastante tiempo en este blog, titulado Huelgas y teléfonos (Campo de Criptana, 1931), que el periódico La Vanguardia del 2 de octubre de 1931 informaba de un incidente ocurrido durante la huelga del campo en Campo de Criptana, cuando un grupo de unos cincuenta obreros afiliados a la Casa del Pueblo intentaba apoderarse de la Central Telefónica. Según dice el periódico, pretendían impedir los obreros que los patronos se comunicasen con el gobernador y con las autoridades, forzando así a la huelga general. Intervino la Guardia Civil, se presentó una pareja del cuerpo y se desalojó a los huelguistas de la Central Telefónica, que a partir de entonces quedó bajo custodia.
Ésta es la versión que nos cuenta el periódico La Vanguardia. Hubo inmediatamente reacciones desde Campo de Criptana para tratar de quitar hierro al asunto. Así, unos días después, el periódico El Heraldo de Madrid, del 8 de octubre, publicaba una versión diferente de lo acontecido en la Central Telefónica. Tituló el periódico esta información con las palabras Ganas de alarmar y subtituló con un cierto tono de sorna e ironía El «terrible» movimiento obrero de Campo de Criptana. Y decía así esta versión de los hechos:
En nombre de la Casa del Pueblo de Campo de Criptana nos escribe Manuel Vela para rogarnos que aclaremos las noticias alarmantes y alarmistas que han publicado algunos periódicos sobre supuestos sucesos en dicha localidad con tumultos, asaltos a la Central Telefónica y otros excesos que no han existido más que en la fantasía de esos informadores.
Todo el «terrible movimiento revolucionario» de Campo de Criptana quedó reducido a que cinco o seis obreros se presentaron en la Central Telefónica para ver si era posible conocer el resultado de una conferencia que debía celebrar la Casa del Pueblo con el gobernador, al objeto de darle cuenta de que los obreros se proponían celebrar una manifestación pacífica de protesta contra los patronos que después de haber firmado unas bases de trabajo con los gañanes habían procedido a despedir á éstos con el pretexto de que estaban afiliados a la Casa del pueblo y con el fin de no cumplir las bases convenidas por ambas partes.
Al presentarse dichos obreros en Teléfonos las señoritas empleadas se asustaron y llamaron a sus familias, originándose un pequeño escándalo; pero al hacer acto de presencia unos serenos y algunos dirigentes de la Casa del Pueblo todos abandonaron el local sin violencias ni perturbaciones de orden. Esto es todo lo ocurrido, y ello ha servido de base para hablar de un asalto a la Central de Teléfonos por medio centenar de obreros y otros excesos no menos fantásticos.

Paul Cezanne: Retrato de Louis Auguste Cézanne, padre del artista, leyendo l’Evénement (1866). Washington, National Gallery
No fue, pues, para tanto la cosa, según esta versión. Nos encontramos, entonces, ante la terrible incertidumbre que ya hemos experimentado respecto a otras historias a las que nos hemos referido en este blog: ¿A quién creemos, al Heraldo o a La Vanguardia? Como en otros casos, tampoco en este me decanto por una u otra versión, tanto más cuando hay un trasfondo político en ambas. Por tanto, lector, decide tú cuál será el color del cristal con el que mirarás esta historia, y con qué versión te quedas.
Es complicado, sin embargo, llegar a una decisión, porque en el fondo subyace un problema irresoluble: la imparcialidad es una utopía y de todo lo que nos cuentan los medios de comunicación, posiblemente, no podamos fiarnos completamente, de ninguno de ellos, y esto es en nuestros días tan evidente como la ha sido siempre. Quizá nos veamos abocados a recoger datos de aquí y allá y, a modo de un puzle, tamizarlos, purificarlos, ponerlos a prueba, y, ya seguros de encontrarnos con la realidad pura y dura (en lo posible), reconstruir la que pensamos que puede ser la versión verdadera de los hechos, porque todas las opiniones son interesadas y, por tanto, están sesgadas. Pero, insistimos, la imparcialidad es imposible, y este proceso de purificación, quizá, no nos lleve a ningún sitio y acabe embrollándonos más y más la cosa. Esta situación no es nada nuevo; es sólo un capítulo en la larga historia de la Humanidad, un rumor más de este inmenso patio de vecinos que es un mundo en que prácticamente todos los medios de comunicación están al servicio de unos y otros colores, de personalismos y de protagonismos, pero no de los ciudadanos, y no podemos saber si un rumor es una noticia o una noticia es un rumor. De estas confusiones saben mucho, mucho, los postmodernos.
Por cierto, y antes de acabar, digamos que el informante que escribió en nombre de la casa del pueblo, Manuel Vela, podría ser identificado con la persona del mismo nombre que sería al año siguiente alcalde interino de Campo de Criptana. En calidad de tal firma Vela el 16 de marzo de 1932 un anuncio que publica el ayuntamiento criptanense sobre la contribución que «ha de gravar la riqueza rústica» del término municipal en ese año (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 21 de marzo de 1932). En junio seguirá apareciendo como alcalde, en este caso, como «alcalde accidental», y así lo encontramos como firmante en anuncios del Boletín provincial hasta finales de 1932. Luego en 1933 vuelve a aparecer como «alcalde interino».
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO