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Como el Guadiana, la serie del «monopoli» criptanense de este blog aparece y desaparece así, de manera improvisada y como quien no quiere la cosa. Un día está y otro no está. Ayer hablábamos de una calle corta, la de Lerino (hoy de Pío XII) (véase: El «monopoli» criptanense, Campo de Criptana 1900, XXI: La calle de Lerino). Y hoy, continuamos con este tema, para ocuparnos en este caso de una de las calles históricas de Campo de Criptana, una de las más antiguas, antiguas de verdad, una de aquéllas cuyo nombre ha sobrevivido a todos los cambios que la historia y la decisión de los hombres han ido imponiendo al compás del paso inexorable del tiempo, y también de la vida. Ocurre algo, de lo que ahora voy a hablar, con la calle Veracruz, igual que ocurre con otras de las viejas calles criptanenses. En ella, uno puede percibir el peso de la historia y el paso del tiempo, sentir que, por un momento, el pasado vuelve y se hace patente, por un instante. Hay calles, que, no sé por qué, son como una ventana inexplicable al pasado, esa mirilla indiscreta que nos permite otear cómo vivieron nuestros antepasados.
Hoy tiene por nombre Veracruz lo que antaño, antes de la revolución del nomenclátor callejero de 1890, fueron dos calles: Veracruz como tal, la de siempre, la vieja, y Moreno, calle periférica en el XIX, que acababa en aquella parte de la calle Alcázar que ya casi no era pueblo, sino campo, interminable llanura de trigales infinitos (véase: La revolución del nomenclátor del nomenclátor, Campo de Criptana 1890). La primera, Veracruz, comenzaba su recorrido en la actual calle del Caño y llegaba hasta la actual calle del Cristo, o al revés, como se quiera. En esto,la dirección de las calles es ambigua, y va hacia una dirección o hacia otra, depende de por donde se comience. No es cuestión de sentar doctrina al respecto. Pero, como por algún extremo hay que comenzar, empezamos por el que da a la calle del Caño. Y llegaba esta calle Veracruz, como íbamos diciendo, a la del Cristo. De ésta, en adelante, hacia occidente, hacia donde muere el sol, hasta la calle de Alcázar, transcurría el tramo que tuvo por nombre calle Moreno. Fue otro de esos muchos casos en que Campo de Criptana salió perdiendo y su riqueza toponímica callejera vio menoscabada su variedad y la tradición se esfumó, y se esfumaron, de la noche a la mañana, nombres ancestrales de calle, sabe Dios de qué antigüedad y de qué origen, que cayeron para siempre en el olvido. Ya nunca más, a partir de 1890, vendrían cartas con la calle Moreno como dirección, ya nunca más aparecería el nombre de Moreno en los documentos oficiales. Nunca más podría ningún vecino de ella decir «vivo en la calle Moreno». Nunca más. Cuando un nombre se pierde es para siempre, para toda la eternidad.
La vieja calle Veracruz formaba y forma parte del rectángulo espiritual más importante de Campo de Criptana: ella misma, con la calle del Caño, que antiguamente tuvo por nombre de la Cruz Verde, en cuyo final encontramos la iglesia parroquial de la Asunción, con la calle Soledad y su ermita de la Soledad, y con la calle del Cristo, que en otro tiempo se llamó de «Villalgordo». Es un rectángulo casi sagrado, casi eterno, desde luego, uno de los más antiguos de Criptana, a lo mejor, incluso, se puede considerar que es su corazón espiritual. Tiene que ser también por fuerza viejo su nombre, Veracruz, es decir, en latín Vera Cruz, la Cruz Verdadera, y tan viejo tiene que ser, al menos, como la ermita que en ella radica con su imponente fachada el siglo XVI, quizá de lo mejor (casi lo único) que le ha quedado a Campo de Criptana de su rico patrimonio histórico y artístico del pasado… hasta ahora. Veracruz y Cruz Verde, tanto monta, monta tanto, dos partes de un todo, quizá indivisibles, una la cruz verdadera, otra la de la Inquisición, quizá la cruz que todos llevamos encima, como ya he dicho otras veces: algunos la suya, la que les corresponde por naturaleza; otros varias, que de todo hay… y hay otros, también, que llevan la suya y la de los demás. Pero no sigo con esto porque ya lo he dicho en otro artículo y no es cuestión de repetir argumentos. Por lo pronto, dejamos el tema para mañana, que aún queda mucho de que hablar sobre esta calle.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO