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Bodegón con cebollas: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1991)

Bodegón con cebollas: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1991)

Muy poco queda ya que decir de esta calle Cebolla. Pero hagamos una última reflexión sobre los nombres, «Cebolla» el viejo, y el impostor, el nuevo, «Espada». Recordamos que fue en 1890 cuando tuvo lugar esta mutación toponímica. No fue la única calle criptanense que sufrió tan traumática impostura. Fueron muchas, tantas que casi podemos hablar de un «acontecimiento cósmico criptanense» y por ello llamamos en su momento al artículo en que tratamos esta cuestión La revolución del nomenclátor (Campo de Criptana, 1890).

Como ya dijimos en su momento, por fortuna el nombre «Cebolla» no se perdió; al contrario, permaneció en la mente de los criptanenses, y se siguió usando en la vida cotidiana, mientras que la burocracia usaba su nombre oficial, «Espada». Ambas, cebolla y espada, pueden hacer llorar, por diferentes razones y en diferentes circunstancias. Prefiero la cebolla ¿Qué sería de nuestras vidas sin la cebolla? Nada mejor que poner nombres de frutas, verduras y hortalizas… incluso árboles y flores a las calles (véase: La calle de Carlos Marx, Campo de Criptana 1934). Nada más natural y ecológico.

Cuando Campo de Criptana tenía una calle Cebolla, entonces, era un pueblo manchego, auténtico, típicamente manchego, pueblo blanco y sin complejos.

Calle Cebolla: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Calle Cebolla: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

¿Por qué en un momento dado Criptana comenzó a olvidar el blanco y su añil? ¿Se contemplaban quizá como símbolo de subdesarrollo y de pobreza? Ese blanco es la razón de ser La Mancha, lo que hace que sus pueblos resplandezcan en la inmensidad de la llanura, lo que les da la forma y los dibuja, y lo que hace de ellos, aunque sea por un instante, un pedazo de cielo.

¿Por qué en un momento dado Criptana comenzó a suplantar la toponimia callejera tradicional con nuevos nombres que, en muchos casos, poco o ningún sentido tenían para lo criptanenses? ¿Tenían quizá nombres como «Cebolla», «Granado», «Moreno», «Huertas», «Pintado», «Pozo de las Eras», «Pozohondo», «Empedrada» y «Murcia» poco pedigrí? Aquel cambio toponímico de 1890 abrió el camino a un incansable baile de nombres que no pararía casi hasta los tiempos actuales, y nuevos nombres se sucederían para una misma calle, y volverían a veces los antiguos, y aunque no volviesen, seguiría la vox populi llamando a esas calles como dictaba la tradición. Es decir, un caos.

Arthur Hacker: La tentación de Sir Perceval (1894). Leeds, ,City Art Gallery

Arthur Hacker: La tentación de Sir Perceval (1894). Leeds, ,City Art Gallery

¿Por qué en un momento dado Criptana comenzó a llamar a sus barrios más típicos «Albaicín Criptano» dejando a un lado su propia identidad? (véanse: ¿»Sierra de los molinos» o «Albaicín Criptano»? El testimonio de Arthur Raoul de Guilloteau, conde de Grandeffe, 1864; y La Sierra de los Molinos, según el escritor francés Alfred Germond de Lavigne, Campo de Criptana, 1858). Habrá muchas justificaciones, posiblemente, porque en este mundo hay justificaciones para casi todo. Quizá para algunos sea nombre sonoro y de prestancia, «Albaicín». Pero no lo olvidemos: con ese nombre desaparece toda conexión cervantina y quijotesca de Campo de Criptana y hacemos de él copia, un segundón, del auténtico Albaicín, el de Granada. Vendrá alguien, quizá, que comience a llamar a Don Qujijote «El Boabdil Criptano», y habrá quien le siga. Todo es posible en estos duros tiempos de tribulación y confusión cultural, en que lo negro se muestra como blanco y lo blanco como negro. O tempora, o mores!

Pero, antes de acabar, hagamos una última reflexión: ¿No será la «Espada» que da nombre a esta calle hoy aquella artúrica Excálibur, o quizá la Nothung wagneriana? Sólo faltaba esto para alimentar mitos, pero ya puestos…

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO