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Calle Mayorazgo: Plano de Campo de Criptana por Domingo Miras (1911)

Calle Mayorazgo: Plano de Campo de Criptana por Domingo Miras (1911)

Dice el DRAE que un «mayorazgo» es una institución que tenía «por objeto perpetuar en la familia la propiedad de ciertos bienes con arreglo a las condiciones que se dicten al establecerla o, a falta de ellas, a las prescritas por la ley». Este nombre, «Mayorazgo», tenía a finales del siglo XIX una calle criptanense, y conservó este nombre incluso después de la revolución del nomenclátor, y aún así se llama hoy. Es ésta de esas pocas calles criptanenses que durante generaciones y generaciones ha conservado el mismo nombre, aquel que nadie tocó, no sabemos por qué razón. Quizá porque tenía ecos y resonancias de noblezas de tiempos pasados. Quizá porque el nombre tenía empaque, distinción y pedigrí, y venían enseguida a la mente viejas grandezas de las vanidades de la vida, viejos lustres de otros tiempos, viejas glorias pasadas, épocas en que aún había afortunados que establecían mayorazgos y había aún privilegiados que los disfrutaban.

Antoine-François Callet: Luis XVI (ca. 1788). Madrid, Museo del Prado

Antoine-François Callet: Luis XVI (ca. 1788). Madrid, Museo del Prado

No ocurrió lo mismo con la calle Cebolla, nombre que quizá traía a la mente reminiscencias hortícolas, la ensalada o el mundo del campo, el mundo agrícola, y no les pareció por ello a los señores que conformaban el consistorio en 1890 digno de pervivir en el nomenclátor callejero criptanense (véanse: El «monopoli» criptanense, Campo de Criptana 1900, XXIII: La calle Cebolla, I; El «monopoli» criptanense… La calle Cebolla, II; El «monopoli» criptanense… la calle Cebolla, III; El «monopoli» criptanense… la calle Cebolla, IV). ¿Demasiado rural, quizá? Lo cierto es que se borraron de un plumazo nombres de calle que evocaban el campo y la tierra, como «Cebolla» o como «Huertas», primer tramo de la actual calle «Reina Cristina» (véase: El «monopoli» criptanense, Campo de Criptana, 1900, IV: La calle Reina Cristina). Había que darle esplendor, lustre y gloria al callejero; había, posiblemente, que borrar todo rastro de vinculación con la tierra. A veces el clasismo rezuma por todos los poros de una sociedad, y hay quien se cree que se debe dar a todo apariencia de corte «gloriosa» del «Rey Sol», y pompa, y circunstancia, y lujo, y empaque, y pedigrí, y busca como sea un escudo familiar que se remonte, por lo menos y sin exagerar, a los merovingios, y, si hay que inventárselo, se inventa. ¿Para qué? Quizá para que todo sea un escenario o un decorado que oculte la realidad, esa sencilla realdad de la vida cotidiana. Pero esto no es exclusivo del pasado.

Es calle ancha la del Mayorazgo, más en su extremo oriental, allí donde desemboca con pronunciada pendiente en la calle del Cristo, allí donde se convierte en un Tigris o en un Éufrates desbordado cuando llueve a cántaros. Menos ancha es en su comienzo oriental, en la calle del Caño. A lo mejor no es de las calles más importantes de Campo de Criptana; quizá no es de las primeras calles que viene a la mente de los criptanenses cuando piensan en su pueblo, excluidos, por supuesto, quienes tienen en ella sus casas; quizá es una calle de «término medio», un ejemplo de moderación en todo, y, sin duda, en la moderación está el buen gusto. Pero, caminante, si preguntas en Criptana por ella, pocos criptanenses no sabrán no decirte dónde está, porque es conocida, muy conocida para todos, aunque sólo sea porque es de las pocas calles que tiene una palabra tetrasílaba, y eso es mucho y tiene mucho. No se olvida fácilmente.

Mañana continuaremos hablando de la calle Mayorazgo, esperemos, de forma más centrada.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO