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Ya iniciada la cuenta atrás, comenzarían los auténticos días feriados, aquellos en los que adquirirían el mayor protagonismo las diversiones mundanas, aunque ningún día faltarían los actos religiosos (véanse: Las ferias y fiestas del cambio, Campo de Criptana 1889, I; y Las ferias y fiestas…, II). Comienza diciendo al respecto el programa de festejos que todos los días de feria habría actuaciones en el Teatro Cervantes. Estarían a cargo de la Compañía Dramática de Lemus.
Y llegó ya el primer día auténtico de feria, de feria de verdad, el día 1 de septiembre, que fue domingo. Recordemos que era ésta la primera vez que tenía efecto el adelanto de las ferias en honor al Cristo de Villajos acordado por la corporación municipal. Unos días antes, el jueves 29 de agosto, había sido trasladada su imagen desde su santuario a la parroquia criptanense.
¿Y cómo comenzó aquel día de fiesta? Como no podía de ser de otra manera, comenzó con una diana musical que despertó muy pronto a todos los criptanenses. Nada menos que a las cuatro de la mañana comenzó a recorrer las calles la banda de música que entonces estaba dirigida por el «Sr. Gómez», que sin duda era el conocido farmacéutico y músico criptanense Bernardo Gómez (véanse: Una mazurca para piano de Bernardo Gómez, 1898; Bernardo Gómez: Músico, boticario, «sancho» azoriniano y criptanense ilustre, Campo de Criptana, 1889-1918; y Viajeros en Campo de Criptana: Azorín, su «Ruta del Quijote» y el himno de don Bernardo, 1905). Según nos dice el programa, salió a las calles esta banda:
… ejecutando una bonita Diana, y el repique general de campanas anunciará el principio de la feria.
Comenzaron aquel día, pues, los criptanenses la feria con un gran madrugón. Y tenía su justificación, porque a las ocho de la mañana comenzaría la función religiosa que contaría también con la música de la banda dirigida por Bernardo Gómez. Habría después, según nos dice el programa, «las procesiones de costumbre».
Y seguiría poco después la fiesta más popular, y fue con la cucaña y los premios que se colocarían en ella. Y quedaba esperar la noche, que traería nuevos actos. Habría fuegos artificiales, y una función teatral, y además habría bailes en los «Círculos de recreo de esta población», que eran el Casino de la Concordia y el Primitivo, los principales epicentros de la vida social criptanense.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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