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Estación de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Estación de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Desde hace más de ciento cincuenta años, el ferrocarril forma parte integrante, e indisoluble, de la vida cotidiana de Campo de Criptana. Los primeros trenes comenzaron a pasar y parar en Criptana allá por 1855, y desde entonces, no ha dejado el ferrocarril de proporcionar argumentos para pequeñas y grandes historias. Trajo el tren a Criptana a reyes, a ministros, a militares famosos, y a muchos viajeros famosos unos, anónimos otros, y trajo, sobre todo, a aquellos que querían rastrear los caminos de las inmortales aventuras al Caballero de la Triste Figura (véanse: La breve estancia de Isabel II en Campo de Criptana, 1860; El rey Amadeo I en Campo de Criptana, 1871; e Historias del tren en Campo de Criptana: El accidentado viaje del general Martínez Campos y del Marqués de Salamanca, 1875).

De la mano del tren Campo de Criptana entró en la modernidad, y gracias al tren pudo vivir la localidad su peculiar «revolución industrial» a finales del siglo XIX y comienzos del XX y aparecer, también, en todas las guías de viaje y en los orígenes del turismo tal y como hoy se concibe (véanse: Campo de Criptana en una Guía del Ferrocarril, 1858; y El turismo… ese gran invento, Campo de Criptana, 1868, 1869). También fue decisivo el ferrocarril en la configuración urbanística de Campo de Criptana a finales del XIX y comienzos del XX (véanse: El «monopoli» criptanense, Campo de Criptana, 1900, XVI: La Estación; y Campo de Criptana, 1910: Hágase un camino a los muelles de la Estación… y el camino se hizo).

Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2013)

Éstas son algunas de las cosas buenas que trajo el tren a Criptana. Pero también trajo otras no tan buenas. Se temió que fuese el tren medio de transmisión aquellas epidemias de cólera que asolaron el país en las últimas décadas del siglo XIX, y que el cólera llegase a Criptana en alguno de los viajeros (véase: Medidas contra el cólera en Campo de Criptana, 1854 y 1855). Tuvo también su crónica negra, como ya hemos contado en este blog, por lo que no vamos a insistir más en ello, y su crónica de sucesos (véanse: Crónica negra ferroviaria, I: Campo de Criptana, 1903; Crónica negra ferroviaria, II: Campo de Criptana, 1905, 1913, 1914; Crónica negra ferroviaria, III: Campo de Criptana, 1928; Crónica negra ferroviaria, IV: Campo de Criptana, 1910, 1929, 1933; Crónica negra ferroviaria, V: Campo de Criptana, 1908, 1922; Robos en el tren, Campo de Criptana, 1893, 1915, 1921; y El sueño de la muerte, Campo de Criptana, 1905).

Es, como ya dijimos en una ocasión, la relación de Campo de Criptana con el ferrocarril una historia de amor y desamor (véanse: Historias del tren… y otras cosas, Campo de Criptana 1882; Una historia de amor y desamor: Campo de Criptana y el ferrocarril, 1902).

Camino de los muelles: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Camino de los muelles: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Y todo esto nos sirve de preámbulo para el tema de hoy. No es el tren el protagonista de esta historia; es, más bien, en este caso, el escenario de los acontecimientos que darían lugar, como en otros casos ya expuestos, a historias judiciales (véase: Un siniestro ferroviario en los tribunales, Campo de Criptana, 1859-1861). Los protagonistas fueron dos individuos que obviaron una norma básica en el tren: que hay que comprar billete y pagar el trayecto correspondiente. No pagaron, quisieron viajar gratis, fueron sorprendidos in fraganti y, a pesar de todo, no quisieron hacer frente a sus responsabilidades. En consecuencia, fueron denunciados y llegó el caso al juzgado municipal de Campo de Criptana, puesto que pertenecía a su término municipal la estación de destino: la de Arenales, hoy ya desaparecida. Nos lo cuenta un anuncio publicado por el Juzgado Municipal Criptanense en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 23 de septiembre de 1925. Dice así:

El Sr. Juez Municipal de esta villa, por providencia fecha de hoy, ha dispuesto se cite a los denunciados Francisco Martínez Suárez, de 30 años de edad y Antonio Garrido Muñóz (sic), de 34, para que comparezcan a la celebración del juicio de faltas correspondiente por viajar en una garita del tren 1.008 del 6 del mes actual, desde la estación de Alcázar de San Juan a la de Arenales, de este término y negarse al abono del precio de un doble billete, según denuncia el Sr. Jefe de esta última estación.

Ferrocarril: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Ferrocarril: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

El juicio tendría lugar en la «Sala audiencia» del juzgado, que se encontraba en el Ayuntamiento, el día 5 de octubre las diez de la mañana. Estaban obligados a comparecer en él los susodichos, aunque, a esas alturas y según se explica en el anuncio, estaban en «ignorado paradero». El anuncio está firmado en Campo de Criptana, a 19 de Septiembre de 1925 por el secretario suplente, Luis Parrilla. Por cierto, como veremos mañana, no eran los dos buscados criptanenses, sino naturales de Hellín. De la Estación de Arenales ya tuvimos la oportunidad de escribir ampliamente en otra ocasión (véase: La «Estación de Arenales», Campo de Criptana, 1915-1928).

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

 

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