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Creerá el lector asiduo de este blog y, sobre todo, el lector que haya seguido los últimos artículos sobre el embargo de la fábrica de harinas que, con el tema de hoy, cambiamos completamente de tercio. Sí y no. Sí, porque nos adentramos en el tenebroso mundo de la muerte, en las procelosas tinieblas de las lagunas de Caronte, en una de esas historias que se guardan como oro en paño en el cementerio criptanense, ése del que tanto hemos hablado ya, y del que tanto queda por hablar. Y no, porque como verás, entregado lector, mantenemos ese invisible hilo temático iniciado en la serie sobre el embargo de la fábrica de harinas. Y ya verás el porqué; no desvelemos todavía el secreto.
Millán Escobar y Fernández, criptanense, falleció en los primeros días de noviembre de 1912, siendo su necrológica publicada en el periódico El Pueblo Manchego, año 2, núm. 559, del sábado 16 de noviembre de ese año. Llamar «necrológica» a la nota publicada por el periódico es quedarse corto y no hacer justicia al escrito, que podríamos considerar un panegírico con todas las de la ley. No se limita, como suelen hacer las necrológicas, a darnos los datos básicos sobre el finado; nos da mucho más, nos proporciona una semblanza de cómo fue en vida, de lo que hizo, de cuánto hizo y de cómo vivió. Y ello se agradece, porque, una vez más, podemos adentrarnos en esas vidas del pasado de las que poco recuerdo queda ya, a excepción de estas necrológicas y de los epitafios en los cementerios. Veamos ahora qué nos dice la citada nota necrológica:
En Campo de Criptana falleció hace unos días el que en vida se llamó don Millán Escobar Fernández, hombre caballeroso, que gozaba en la mencionada localidad del respeto y cariño de todos sus convecinos.
Hieronymus Bosch, El Bosco: «La Ascensión al Empíreo». Tabla de «La visión del más allá» (ca. 1490). Venecia, Palacio Ducal
Relacionado con familias prestigiosas de la Mancha, y adornado de grandes dotes, su muerte ha sido sentida por todo el vecindario de Campo de Criptana y pueblos comarcanos, resultando su entierro una verdadera manifestación, constituída por todas las clases sociales.
El Sr. Escobar es un excelente cristiano, y como tal practicó en vida las buenas obras granjeándose respeto y simpatía.
Trabajador infatigable, contribuyó en gran parte á lograr para la Sociedad Mercantil Sepúlveda, Millán Escobar y Compañía, el buen crédito que ésta disfruta, dejando al morir un hueco que difícilmente llenarán los que hasta hace poco han sido sus consocios.
Descanse en paz, y reciba su desconsolada esposa Dª. Antonia Manzaneque, sus hijos y distinguida familia nuestro sincero pésame.
¿Has visto ya, lector, qué tiene que ver este artículo con la serie de la fábrica de harinas? Si vuelves al artículo del día 13 de mayo pasado (El embargo de la fábrica de harinas, Campo de Criptana 1924, VII) verás que la Sociedad Mercantil Sepúlveda, Millán Escobar y Compañía, de la que formaba parte el finado, había sido en otros tiempos propietaria del solar y fábrica de harinas de la sociedad «Berruga, Sobrinos, López y González». Y de la Sociedad Mercantil Sepúlveda, Millán Escobar y Compañía tenemos una noticia curiosa, pues remitió en 1909 un escrito que se publicaría inserto en el espacio publicitario de las lámparas Osram (véase: Hágase la luz… y la luz se hizo, Campo de Criptana, 1909). Al parecer, cuando un reportero del periódico El Heraldo de Madrid visitó Campo de Criptana en verano de 1908 para escribir un publirreportaje sobre la actividad económica de la localidad, la fábrica de harinas de esta sociedad estaba recién fundada (véase: Harinas «La Angelita», Campo de Criptana 1908). De ella da cuenta en el escrito que se publicó en el citado periódico, año XIX, núm. 6.464, del lunes 10 de agosto de 1908, y dice así:
Nuestra visita á este pueblo fué brevísima. Teníamos sólo algunos momentos que disponer, y los aprovechamos admirando la soberbia instalación que los Sres. Sepúlveda, Millán Escobar y Compañía han hecho en su recientemente fundada y ya acreditadísima fábrica de harinas. No podía ocurrir otra cosa, en efecto, teniendo en cuenta que por haberla fundado en 1º de Enero de 1908 han podido sus propietarios adquirir la última palabra en esta clase de maquinaria para su fábrica de harinas y molino maquilero.
Era su producción diaria, según este mismo autor, de 15.000 kilos de harina, y abastecía un vasto mercado nacional (Murcia, Cartagena, Córdoba, Sevilla, Huelva, etc). La maquinaria era ya entonces la «Bühler» que, recordamos, figuraba entre los bienes a embargar a la sociedad «Berruga, Sobrinos, López y González» en 1924 (véase: El embargo de la fábrica de harinas, Campo de Criptana 1924, II). La marca «La Angelita» perviviría mucho tiempo después. En 1944 la encontramos en el Diario oficial del Ministerio del Ejército (año LV, núm. 233, del 15 de octubre) junto a la de los Productos Alimenticios Pacrip (véase: Publicidad criptanense, I: Harinas «La Angelita» y productos alimenticios «Pacrip», Campo de Criptana, 1944-1946).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO