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Era por aquellos años corresponsal del periódico El Pueblo Manchego en Campo de Criptana el criptanense Maximino Cuadra. Puede que él sea el conocido personaje que tantas y tantas crónicas sobre la vida social de Campo de Criptana remitió al periódico en la década de los años diez del siglo XX, aquel que nos proporcionó tantos y tantos documentales escritos tan llenos de imágenes y de vida. Gracias a él, recordémoslo por tanto, sabemos mucho de lo que ocurría en Campo de Criptana por aquellos años, información rica como la que más sobre la vida cotidiana que nunca podríamos encontrar en los fríos y asépticos archivos oficiales.
Fue, por tanto, Maximino Cuadra, testigo privilegiado de la vida criptanense, y como tal nos la relató en tantas y tantas crónicas como publicó. No es extraño por ello que fuesen muchos los que recurrían a él para hacer llegar a la opinión pública sus cuitas, sus problemas y sus preocupaciones, pensando que en su difusión estaría su solución. Y así ocurrió en aquellos días de primavera de 1912, cuando desde Arenales de La Moscarda (hoy «de San Gregorio»), aldea entonces de Campo de Criptana, se le remitió una petición desesperada. Y Maximino Cuadra la hizo llegar a su periódico, como no podía ser de otra manera. Y se publicó, si no completa, si al menos en parte, en el núm. 403, año II, del 11 de mayo de 1912. Era el remitente el «reverendo párroco» de Arenales, Alejandro Fernández, y el tema de su carta, la necesidad imperiosa y desesperada de construir en Arenales un templo parroquial. Veamos cómo nos introduce la carta el corresponsal y veamos, después, algo de lo que de ella nos transcribe:
En la carta que á continuación inserto me piden una crónica, y la verdad, estimo muy en razón el insertar algunos párrafos de la carta que el reverendo párroco D. Alejandro Fernández, de Arenales, me dirige; ella dice más que lo mucho que yo puedo decir y no requiere comentarios; á la consideración de los católicos manchegos dejo las razones que se apuntan.
Y ahora viene la carta del párroco de Arenales, Alejandro Fernández:
Mi querido amigo: Constándome el sumo interés que demuestras en todas las obras de caridad, te dirijo la presente para que en EL PUEBLO MANCHEGO, del que eres corresponsal, hagas un llamamiento á las personas piadosas y caritativas á fin de allegar recursos á una obra de tanto interés para la gloria de Dios como es la edificación de un templo parroquial en la Aldea de Arenales, término municipal de Campo de Criptana, aldea que sabes excede de setecientas almas y que no tiene más edificio para celebrar los oficios divinos que el ruinoso oratorio particular que tú conoces, cedido piadosa y desinteresadamente incapaz de contener más de cincuenta personas.
¿Cómo se buscaba solucionar el problema de Arenales? Por el medio más normal y acostumbrado: una suscripción popular. Y así se hizo en Arenales, como nos continúa diciendo la carta:
Se ha abierto una suscripción á fin de allegar recursos para la edificación de la parroquia, pero el vecindario sabes es pobre, los recursos pocos y bastante hacen con poner los materiales al pié de la obra, aunque no todo el vecindario se presta, pues los peones que ofrecieron contribuir con algunos jornales están rehacios (sic) y son pocos los que han cumplido la promesa, así que apenas empezadas las obras estamos próximos á terminarlas si no acude la caridad á prestar su apoyo á obra de tanta importancia y utilidad.
Los donativos pueden remitirlos, si te parece, á la administración del periódico y a ésta tu casa, Convento, 23.
Y no queda claro en el periódico, si el párrafo siguiente es el colofón de la carta del párroco de Arenales o es la conclusión del corresponsal Cuadra, aunque parece que lo más probable que se trata de esto último:
¿Después de esto qué se puede añadir? Ni cabe una palabra más y ni creo haya de ello necesidad. El corazón cristiano empapado en el ejercicio de las virtudes sabe que la mayor de todas es la Caridad y acto de caridad como el que se ofrece á todos los que pensamos en católico y sentimos en católico y amamos con católico difícilmente se presentará, es una ocasión inmejorable para que las almas buenas, obren el bien por el bien.
Mucho ha salido ya a relucir Maximino Cuadra en este blog. Como es natural, el oficio de corresponsal no daba de comer en aquellos años; era, quizá un complemento de su auténtica profesión, la de oficial en el Ayuntamiento criptanense (véase: Campo de Criptana en 1912, II: El Ayuntamiento; y Se buscan médicos, organistas, licenciados y camareras, Campo de Criptana, 1899-1928). En 1911 sustituyó de forma interina al oficial de secretaría del Ayuntamiento, el fallecido Miguel Lara (véase: Crónicas variopintas: El frío, el vino, el censo, el caso de la «Niña carbonizada» y una «Muerte inesperada», Campo de Criptana, 1911). También tenía Cuadra gran presencia en la vida social y religiosa de la localidad; no es por ello extraño que acogiese tan bien la carta del párroco de Arenales. En 1911 era secretario de la junta de «caballeros» que representaría a Campo de Criptana en el XII Congreso Eucarístico Nacional. Recordemos que el presidente era Andrés Cenjor Milán, los vicepresidentes Manuel Antonio Muñoz Pedrero y Jacinto Cuadra Ramos, el tesorero Mariano Fernández Viejobueno, el vicetesorero Bernardo Gómez Sánchez; los vocales eran Juan de la Cruz Huertas Castellanos, Proceso Girón Jareño, Celestino Martínez Santos Palmero, Luis Cenjor Milán, José Vicente Flores Olmedo y Francisco García (véase: Criptanenses ilustres: La escritora Micaela Peñaranda y Lima, III, Campo de Criptana 1911). Y, de paso, nos hemos enterado que Maximino Cuadra vivía en la calle Convento, núm. 23.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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