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Nicolas Coypel: El rapto de Europa (1727). Filadelphia, Museo de Bellas Artes

Nicolas Coypel: El rapto de Europa (1727). Filadelphia, Museo de Bellas Artes

Seguimos inmersos en el juicio por el crimen del camino de la estación, en Campo de Criptana. Ya hemos dado muchos detalles de los hechos que se juzgaban, de los personajes involucrados, de cómo se desencadenó la tragedia, dónde y cuándo… pero no están muy claros aún los móviles. ¿Quizá los celos? ¿Un amor no correspondido? Hasta ahora poco hemos podido averiguar al respecto (véanse: Campo de Criptana, 1910: El espantoso crimen del camino de la estación… y el juicio, II; y Campo de Criptana, 1910: El espantoso crimen del camino de la estación… y el juicio, III). Se constituyó el tribunal, se constituyó el jurado popular y la rueda de la Justicia se puso en marcha. Intervino el secretario del tribunal, actuó la defensa y dejábamos ayer la cuestión en pleno interrogatorio del fiscal al procesado. Un «no recuerdo» zanjó, provisionalmente, la cuestión. Antes de seguir, es necesario que recordemos que la noticia del crimen se publicó en el periódico nacional La Correspondencia de España (año LXI, núm. 19.069, del jueves 28 de abril de 1910), mientras que la extensa y detallada crónica del juicio aparecería en el periódico provincial El Pueblo Manchego, del 9 de noviembre de 1912. Continuamos, pues, hablando sobre el interrogatorio al procesado, y en este caso tocaba el turno de preguntas al «acusador», es decir, a la acusación:

A otras preguntas contesta que no el procesado.

Acusador.- ¿Usted era pariente de su novia?

Procesado.- Sí señor.

A.- ¿Un hermano de usted, no era novio de otra hermana de Isabel?

P.- Sí señor.

A.- ¿Cuando el padre de su novia se enteró de estas relaciones no se opuso á ellas?

El procesado contesta afirmativamente.

Georg Friedrich Kersting: Hombre en un escritorio (1811). Weimar, Goethe National Museum

Georg Friedrich Kersting: Hombre en un escritorio (1811). Weimar, Goethe National Museum

A.- ¿Usted no escribió cartas en que hablaba de un abismo de sangre entre el padre de su novia y usted?

P.- No recuerdo.

A.- ¿Usted no ha tenido polémica con compañeros de una fábrica de harinas donde estaba colocado?

P.- No señor.

A.- Usted dice que vio en la mano de Julio García un revólver.

P.- Sí, señor.

A.- Pues esa declaración no constaba en el sumario. ¿No recuerda usted que en el sumario declaró que llevaba un cuchillo?

P.- No recuerdo.

A.- ¿No le prestó su novia dinero?

P.- No, señor.

Hasta aquí el interrogatorio de la acusación. Llegaría a continuación el turno de la defensa, pero eso lo dejamos para otro día. Muchos detalles de la historia se iban revelando poco a poco, como quien va apartando lentamente un telón para dejar a la vista una historia congelada en el tiempo. Así pues he aquí de lo que nos hemos enterado. Existía, al parecer, un parentesco entre el acusado (Romero) y la víctima (Isabel); un hermano del acusado había sido novio de la hermana de la asesinada (Isabel); Romero también pretendió a Isabel y eso, parece que llevó la paciencia del padre (Julio) a su límite, y el padre (Julio) se opuso a estas relaciones entre el acusado (Romero) y su hija (Isabel).

Jacques Louis David: El rapto de las Sabinas (1799). París, Museo del Louvre

Jacques Louis David: El rapto de las Sabinas (1799). París, Museo del Louvre

Es curioso que el acusado no recuerde haber escrito la carta por la que se le preguntaba, aquélla en la que figuraba la expresión «abismo de sangre». A lo mejor era el acusado poeta a ratos, poeta aficionado, poetastro trágico con aspiraciones. A lo mejor se inspiraba mientras atendía su trabajo en la fábrica de harinas. A lo mejor escribió una oda a la harina, y no lo sabemos, y aún anda por ahí perdido el manuscrito. Nunca se sabe. A veces he pensado qué poema épico se podría escribir sobre Campo de Criptana. ¿Quizá una «Criptaneida»? ¿O mejor una «Molineida»?. Tendría que ser también en hexámetros dactílicos, como la Iliada y la Eneida. La verdad es que Virgilio y Homero inspiran mucho en esto de los poemas épicos, pero hay muchos más temas; no hay que reducir las aspiraciones sólo a los grandes mitos históricos ¿Acaso no hay una Batrachomyomachia, atribuida a Pigres de Halicarnaso, que nos cuenta en términos jocoso-festivos aquella cruel guerra que se desencadenó por una venganza de ratones contra ranas? ¿No escribió José de Villaviciosa, señor de Reíllo, su incomparable poema épico La Moschea, dedicada a describir la mítica guerra entre insectos en las tranquilas aguas del conquense río Moscas? ¿Por qué no se iba a poder escribir un poema épico sobre Criptana y su fundación en tiempos históricos, de cuyo recuerdo sólo quedaría memoria mítica? No tendríamos a Dido, no tendríamos a Eneas, tampoco ningún Patroclo ni ningún Néstor, Aquiles o Áyax, y mucho menos un Paris o una Helena, ni siquiera una Troya. Pero la tierra manchega da mucho que inspirar y, si no, que se lo pregunten a Cervantes.

Aquí lo dejamos por hoy, después de estas elucubraciones en las que, probablemente, se nos ha ido la mano especulativa y nos hemos perdido un tanto por los Cerros de Úbeda. Mañana continuaremos con el interrogatorio de la defensa. Pero, por supuesto, a quien no haya leído La Moschea, le recomiendo fervientemente que lo haga. Pasará, posiblemente, uno de los ratos más divertidos de su vida. Respecto a la Ilíada y la Eneida ¿qué vamos a decir? Nada. Sólo que hay que leerlas.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO