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No tiene Criptana todavía un poema épico en hexámetros dactílicos de bien colocadas cesuras. A ningún poeta todavía se le ha ocurrido escribírselo. Y no será por carencia de temas apropiados para ello, porque, seguro, no le faltarían. En esto lo dejábamos ayer (véase: Campo de Criptana, 1910: El espantoso crimen del camino de la estación… y el juicio, IV). Te preguntarás, lector, qué tiene esto que ver con el crimen del camino de la estación. Pues, realmente, nada. Sólo sé que llegábamos ayer a este punto por una expresión, «abismo de sangre», que, al parecer, figuraba en alguna de las cartas que el procesado por este crimen, Ángel Romero, envió a su suegro en potencia, Julio García Casarrubios. Encontramos esto, «abismo de sangre», y una cosa nos llevó a otra, y otra a otra más, y así, como quien no quiere la cosa, acabamos ayer en La Moschea de José de Villaviciosa. Esto de escribir es tarea asombrosa, porque a veces parece que uno no puede controlar los temas, sino que los temas lo controlan a uno, y hacen lo que quieren y lo que les da la gana, y van y vienen por donde se les antoja… todo, sin que uno se dé cuenta. Y esto es lo que pasó ayer.
Volvemos, sin embargo, al juicio que se celebró por aquel crimen, acaecido en el camino de la estación de Campo de Criptana, un día de abril de 1910, tal y como nos contaba el periódico La Correspondencia de España (año LXI, núm. 19.069, del jueves 28 de abril de 1910). Del juicio y de su transcurso bajo los alados designios de la ciega Justicia, ciega, ciega, de verdad, como debería ser y no siempre es, o casi nunca es… de todo esto nos dio cumplida cuenta el periódico provincial El Pueblo Manchego, del 9 de noviembre de 1912. Continuamos, pues, hablando sobre el interrogatorio al procesado. Preguntó el fiscal, preguntó la acusación; y le toca el turno de preguntas ahora a la defensa.
Defensor.- ¿Usted no tuvo un altercado con Julio García, padre de Isabel antes del 25 de Abril?
Procesado.- Sí, señor.
A otras preguntas del defensor contesta que el padre de su ex novia le agredió en unión de su hijo.
D.- ¿Atormentaba Julio á su hija por las relaciones con usted?
El procesado contesta afirmativamente, diciendo que en una ocasión la arrojó á la calle, recogiéndola una amiga en casa de la cual estuvo tres días.
Añade que su novia le dijo, que no fuera á su casa porque su padre había comprado una escopeta.
Dice también que le interceptaban las cartas que se dirigían él y su novia, por lo que tuvo que valerse de medios subrepticios, y en esas cartas se le quejaba Isabel de malos tratos de su padre.
D.- ¿Usted me entregó a mí algunas cartas de esas?
P.- Sí, señor.
El defensor pide que se le presenten esas cartas al procesado para que reconozca la firma de su novia.
El procesado dice que son de ella.
El fiscal pregunta si ha declarado siempre lo mismo.
El procesado dice que no recuerda.
Hasta aquí el interrogatorio de la defensa. Van, poco a poco, saliendo a relucir nuevos detalles de esa historia que tantas luces y sombras tiene. A continuación, vendrá el turno de la «prueba testifical», es decir, de los testigos de la acusación. Serán Polonio Vela Pérez, sereno del distrito, que en el momento del crimen hacía su ronda por la estación; Francisco Olivares, que en aquellos momentos volvía de Tomelloso con un carro y oyó los disparos; Juan Díaz Santos, que se encontró con el procesado cuando iba a Manzanares en tartana; y Fernando Muñoz, uno de los primeros que se acercaron a auxiliar a Julio García Casarrubios tras resultar herido. Estarían también entre los testigos el mismo Julio García Casarrubios y su hija Teresa García, padre y hermana de la víctima (Isabel) respectivamente. Luego vendría el turno de los testigos de la defensa, pero esto ya es otro tema. Por lo pronto, mañana seguiremos con los testigos de la acusación. Cada cosa a su tiempo, porque hay un tiempo para cada cosa, y no conviene dejarse llevar por el desorden y el caos de las cosas.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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