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Jean François de Troy: Alegoría del Tiempo desvelando a la Verdad (1733). Londres, National Gallery

Jean François de Troy: Alegoría del Tiempo desvelando a la Verdad (1733). Londres, National Gallery

En cumplimiento de los propósitos en el artículo de ayer expresados, retomamos hoy el relato del juicio por los sucesos ocurridos en el camino de la estación criptanense en abril de 1910. Recordémoslos, brevemente. Una noche de abril de 1910, noche a lo mejor lunera, o a lo mejor oscura, nunca se sabe, Julio García Casarrubios y sus hijas, Isabel y Teresa, caminaban por el camino de la estación. Iban a recibir a un pariente que llegaba de viaje en tren. Estaba el camino oscuro, había cebadales a ambos lados, y Ángel Romero, pretendiente de Isabel, les salió a su encuentro. Hirió al padre y asesinó a Isabel. Éstos fueron los hechos, esto fue lo ocurrido aquella noche de abril de 1910.

En 1912 se juzgó la causa, y fue el juicio largo y farragoso, y desfilaron por el tribunal todos los que algo tenían que ver con el tema, testigos fiables, testigos menos fiables y testigos nada fiables, que lo que sabían lo sabían de segunda mano, porque habían oído a alguien que había oído que… ese tan indefinido y siempre peligroso «Dicen que…». Cada uno dio su versión, y la acusación y la defensa preguntaron, por turnos, como se debe hacer en estas cosas. Se buscaba la Verdad, esa que a veces tanto se esconde, esa que ha salido corriendo para no volver, junto a sus hermanas la Justicia y la Honestidad, esa que se ha ido por esos mundos de Dios. ¿Para qué seguir presente, si tan poco se la aprecia, si en tan poco se la tiene? El tiempo destapa la verdad. Eso es lo que nos quiere mostrar Jean François de Troy en su cuadro de 1733. Tardará mucho o poco, pero, esperemos, la verdad siempre tendría que acabar saliendo a la luz… o a lo mejor no. Nunca se sabe. A estas alturas uno ya ha perdido la confianza en casi todo.

Veamos entonces ahora cómo continúa relatándonos lo ocurrido en ese juicio el artículo publicado el día 11 de noviembre de 1912 en el periódico El Pueblo Manchego. Comenzaría la vista con el discurso del fiscal, a la sazón Gabriel de la Escosura. Y ahora sí que tenemos que ponernos en situación, y recordar los juicios de las películas americanas, y tener presente que la sentencia pendía siempre de un hilo, el del jurado popular. Convencerlo y ponerlo al lado de uno es, por tanto, fundamental. Había jurado popular en este juicio criptanense, y suya sería la sentencia. Se dirigirá el fiscal, por tanto, a él y dará su versión de los hechos:

Después de modificar conclusiones las partes, se reanudó la vista concediéndose la palabra al fiscal para que informase.

Comenzó el ministerio público haciendo una invocación al jurado para que no sufriese error al dictar su veredicto, para lo cual había de tener bien presentes las circunstancias del caso que se estaba juzgando.

Entró después á examinar al procesado bajo su aspecto moral, manifestando que lo hecho por aquél, había sido una villana cobardía llevaba á un extremo inconcebible.

Pintó con frase gráfica el hecho de autos, cómo Angel Romero amparado en las sombras de la noche, esperó sentado en la Glorieta de Campo de Criptana á que saliese su novia acompañada de su padre y de su hermana para dirigirse á la estación del ferrocarril, el hecho de seguirlas esquivando el ser visto para apostarse en un sitio donde la luz era escasa, y lanzarse de improviso sobre sus víctimas.

Evidenció también la ingratitud de Angel romero, que tantos beneficios había recibido del padre de su novia, que á la vez es su tío, pagándolos de una manera tan inhumana.

Y ahora se nos desvela la solución a un problema expresado en otro momento, aquella terrible ambigüedad del posesivo de tercera persona en español (véase: Campo de Criptana, 1910: El espantoso crimen del camino de la estación… y el juicio, VII ). Julio García Casarrubios era tío del procesado; por tanto, el procesado y la víctima eran primos.

Y continúa el fiscal:

Pero no acaba ahí la traición agregaba – el fiscal – porque el proceso después de disparar sobre su bienhechor dispara también sobre la pobre novia que como ha habido lugar de apreciar en las cartas que aquí se han leido, escritas por la víctima, le había entregado su corazón.

A partir de ese momento el fiscal intentará atraerse el favor del jurado popular y a él se dirigirá expresamente para expresar sus argumentos en apoyo de una sentencia de culpabilidad… esperada. ¿Aflorará la verdad o no? ¿Hará su papel la Justicia o nos decepcionará? No lo sabemos. Tendremos que esperar al final. Pero esto es tema de otro día y para otro día lo dejamos.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO