Etiquetas
Antonio López García, Apellido, Arenales de la Moscarda, Arenales de San Gregorio, Artículo, Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, Cabeza de familia, Calle Cervantes, Calle Concepción, Calle Convento, Calle de Alfonso XIII, Calle Poniente, Calle Soledad, campo de criptana, Capacidad, Carmelo López Casero Díaz, Censo, Comercio, David Lizcano Mínguez, Deogracias López Carretero, Dependiente, Domicilio, Epílogo, Epitafio, Farmacéutico, Francisco Llorente Alberca, Jornalero, José Llopis Millán, José María Lizcano Pueblas, Juan José López Cruz, Jurado, Juzgado Municipal, Labrador, Manuel López Fernández, Memoria, Miguel López Contreras, Nombre, Pandraio López Casero Pérez, Parca, Pasado, Plaza de la Iglesia, Plaza del General Espartero, Plaza Prieto, Profesión, Propietario, Relojero, Residencia, Serie, Tonelero, Vida, Vivencia
Y así, como quien no quiere la cosa, nos plantamos hoy en el cuarto y último artículo de esta pequeña serie que podríamos considerar de transición fugaz. Completaremos el censo de criptanenses que podían formar parte de jurados del Juzgado Municipal de Campo de Criptana en el año 1933. El listado, recordémoslo, se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 1 de enero de 1934. Datos de treinta criptanenses hemos dado ya, con sus nombres y apellidos, su edad, sus años de residencia en Campo de Criptana, su domicilio y su profesión. Puede parecer sólo una lista de nombres sin más, pero estoy muy satisfecho de haberles dedicado esta pequeña serie. Detrás de cada nombre podemos llegar a algo más. Son ese hilo del que podremos ir tirando en el futuro para descubrir historias, vidas y vivencias del pasado… la memoria, en fin, de Campo de Criptana. Veamos hoy los once nombres que nos quedan para completar este censo:
Lizcano Mínguez, David. 54 años de edad; los mismos como residente en Criptana; calle Poniente, núm. 17; jornalero.
Lizcano Pueblas, José María. 35 años de edad; los mismos de residencia en Criptana; calle Cervantes, núm. 15; jornalero.
López Carretero, Deogracias. 30 años de edad, 9 como residente en Criptana; Plaza de la Iglesia, núm. 2; dependiente.
López Casero Díaz, Carmelo. 64 años de edad, los mismos como residente en Criptana; Plaza del General Espartero (actual Plaza del Pozohono), núm. 2; jornalero.
López Casero Pérez, Pancracio. 52 años de edad, los mismos como residente en Criptana; calle de Alfonso XIII (actual calle Soledad), núm. 25; comercio.
López Contreras, Miguel. 54 años de edad, 19 como residente en Criptana; calle Conventos (sic), núm. 51; relojero.
López Cruz, Juan José. 34 años de edad, 34 como residente en Criptana; Arenales, sin indicación de calle; labrador.
López Fernández, Manuel. 37 años de edad, 37 como residente en Criptana; Arenales, sin indicación de calle; jornalero.
López García, Antonio. 44 años de edad, 21 como residente en Criptana; calle Concepción, núm. 70; tonelero.
Llopis Millán. José. 45 años de edad; 15 como residente en Criptana; plaza Prieto, núm. 1; farmacéutico.
Llorente Alberca, Francisco. 45 años de edad, los mismos como residente en Campo de Criptana; calle Concepción 2; propietario.
Todos ellos figuran como cabezas de familia, a excepción de José Llopis Millán, farmacéutico, que es “capacidad” (véase: El censo de jurados, Campo de Criptana 1934, I). Había dicho al principio que éste sería el último artículo de esta serie, pero creo que, mientras escribía y escribía, me he ido haciendo otra idea, y he decidido concluir estos escritos sobre el jurado mañana, con un epílogo, elemento literario que nunca viene mal y completa un escrito la mar de bien. Con un epílogo queda un escrito más redondo y más acabado, más completo y uno tiene la sensación de haber cerrado en verdadero. En los escritos viene bien poner un epílogo. A lo mejor en la vida también convendría poner uno, pero no siempre se puede y no siempre hay tiempo. La Parca es traicionera porque sí, porque no puede evitarlo, porque la sorpresa forma parte de ella y viene cuando quiere y cuando se le antoja y, a veces, no deja poner epílogo; como mucho, sólo un epitafio que, en cierto modo, también puede ser considerado un epílogo, en este caso de la vida.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO