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Ha sido la biblioteca protagonista principal de los artículos en los tres últimos días. Me puse hoy a escribir, y me pregunté a mí mismo si continuaría con el tema o me iría a otro, si recuperaría quizá, la serie dedicada al crimen del Camino de la Estación, o retornaría al callejero criptanense de otros tiempos, a su «monopoli» particular; o me adentraría en las arenas movedizas del espectro de la cultura oficial criptanense de nuestros días.

En las sombras: Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1996)

En las sombras: Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1996)

A veces en la vida se presentan dilemas que parecen, así, a simple vista, completamente irresolubles, quizá tanto como dibujar un triángulo de cuatro lados o un cuadrado de tres, o, como digo otras veces como ejemplo de lo auténticamente imposible, dibujar en la superficie del mar o enseñar a cantar ópera romántica alemana a un colibrí, tarea harto difícil, por no decir imposible. Al final, tomé una decisión. Hay veces que, en esto de las decisiones, hay que ser un poco resuelto; en caso contrario corre uno el riesgo de empezar a dar vueltas sobre sí mismo como haría un perro para acostarse, sin encontrar la postura, sin encontrar la comodidad, sin encontrar la solución. ¿Hablar del espectro de la cultura oficial criptanense en estos días? Mejor no; más que del espectro tendríamos que hablar de una sombra, una tiniebla oscura, una nebulosa gris e indefinida, cajón de sastre, o también de desastre, en que cabe todo menos cultura. Daría para muy poco el tema; ni siquiera, quizá para un artículo; a lo mejor para una nota, dos o tres líneas. Para poco más.

Seguiremos, pues, con la biblioteca. Ésta ha sido la decisión, y la afrontaremos contra viento y marea. ¿Contra ese viento que mueve las aspas molineras? Pues sí, contra ese viento, porque es como tiene que ser, que giran y giran, o, como diría Azorín, los molinitos andan y andan. Y ya que hablamos de la biblioteca y de molinos, nos viene a la mente Cervantes, y nos viene a la mente, como no podía ser de otra manera, Don Quijote. Hay un hecho curioso a notar. Tiene esta biblioteca criptanense una excelente colección de libros cervantinos. No digo que sea la mejor del mundo, ni de los alrededores (lo que sería demasiado pretencioso), pero es muy buena.

De molinos y sierras: Acuarela de José Manuel Cañas Reíllo (1995)

De molinos y sierras: Acuarela de José Manuel Cañas Reíllo (1995)

Tiene esta biblioteca algunas ediciones curiosas. Recuerdo una del Quijote de mediados del siglo XIX. Es edición publicada en París, si mi memoria no me falla. Como muestra su exlibris, perteneció el volumen a un profesor alemán que, sin duda, leía la novela en la lengua original. Vocablos españoles había que debieron de causarle algún que otro quebradero de cabeza, y tuvo que recurrir a un diccionario Español – Alemán, seguramente. Parece que después fue anotando el profesor en los márgenes, a modo de glosas, las correspondientes palabras alemanas. Esto indica una cuidada lectura del texto y demuestra que las lenguas nunca pueden ser un límite, si hay empeño en superarlo, trátese del español, del alemán, del inglés, del islandés, del estonio, del armenio, del georgiano o del sumerio, o de cualquier otra. Cayó en mis manos alguna que otra vez ese volumen, y lo examiné con cuidado. Habría mucho que decir de él, pero no lo haré aquí. Quizá no es el momento. Lo dejamos en el aire, aunque sé que luego algunos lectores se quejan porque pongo la miel en los labios… y luego los dejo a medias sumidos en la incertidumbre.

Infiernos privados: Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1997)

Infiernos privados: Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1997)

No sé qué fue de aquel libro; puede que duerma el descanso de los justos (de los libros, claro) en el fondo antiguo de la biblioteca, ése que es como un universo de tinieblas casi impenetrable, ése que languidece entre el polvo y la oscuridad de un sótano, ése al que, en teoría, tendría que llevar el extraño ascensor de voy y vengo o de vengo y voy, el que se hizo para ir no sabemos muy bien a dónde, ni sabemos muy bien de dónde. A lo mejor los libros también tienen su cielo y su infierno, y también su limbo, espacio que despista mucho porque uno no sabe muy bien dónde se encuentra, más o menos como la mediana en una autopista. Es lo peor que le puede pasar a un libro, el infierno. El infierno de un libro es que nadie lo tome entre sus manos, que nadie lo hojee, que nadie fije su atención en él, que nadie encuentre en él solaz y consuelo. Es frustrante para un libro. O quizá también es malo para un libro el limbo, ese lugar indeterminado, ese país de nunca jamás de la no lectura, ese país del nunca jamás de la no cultura, ese país de nunca jamás en que días de cultura se convierten en ratos (¿quizá solo segundos?) de no cultura, ese país del nunca jamás de fiestas de la no poesía. Sin una biblioteca digna ¿qué se puede esperar?

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO