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Ya vimos ayer cómo transcurrió la primera parte de aquella fiesta del Arte que se celebró en Campo de Criptana un día de feria de 1957, en los jardines de Pacrip, noche de música, noche de literatura, noche alejada del bullicio ferial. Nos contaba cómo transcurrió el acto el periódico Lanza del 27 de agosto, con pelos y señales, como era su costumbre entonces, sin que un detalle escapara a su observación, sin que se quedase en el olvido ni un solo nombre de criptanense poeta, de criptanense músico, de criptanense que tuviese algo que ofrecer en aquel tiempo a este complejo e ingrato mundo de la cultura. Organizaban el festijo el Aula de Cultura criptanense y la Biblioteca «Alonso Quijano», de nuevo, la biblioteca, siempre la biblioteca, espíritu auténtico de la cultura criptanense. Eran tiempos de ferias sencillas, pero ferias en las que había de todo. Hubo en esta III fiesta del Arte una presentación a cargo de Bernardo Martínez del Rey; hubo también una parte musical, bajo la dirección de Rafael Calonge. Y vino el turno después a la poesía, y se encargó de ella un “joven criptanense”, como nos dice Lanza, un joven llamado Valentín Arteaga, quien:
… nos dio en sus versos la gracia de este pueblo con sus zócalos azules y calles limpias. Une a su poesía reciamente manchega, un aire marinero y juguetón que nos habría (¡sic!) en los labios y en el alma la sonrisa de la complacencia; Mallorca, la isla dorada, lugar donde él hace singladuras hacia la marisma buena del sacerdocio de Jesucristo, y el Campo de Criptana, sin nombrarlos están latiendo soterrados en sus poemas:
Llevaré por contrabando
Alegría en su bodega;
y bendición en la proa;
y en las amarras estrellas(del romance “Cuando iba a la escuela”)
Recitó a continuación el poeta su poesía titulada “La primera Misa”:
Pero ¿puede ser Dios mío,
que en estas indignas manos
– el mosto y la espiga hermanos –
tú me nazcas como un río?
Aquí, en el ecuador de la fiesta, lo dejamos por hoy. Continuaremos hablando mañana de lo que queda de ella, de más parte musical, del “zurra”, de los poemas de Juan Torres Grueso y, como colofón, de la interpretación de una pieza musical de Manuel Angulo López-Casero. Así fue la primera parte de aquella III Fiesta del Arte de Campo de Criptana en 1957.
Hubo, como se ha dicho, poesía, mucha poesía, aunque no tuviese por apellido aquella fiesta «de la poesía», rimbombante apellido. Ironías de la vida que siempre nos sorprende, que siempre nos extraña, que siempre nos lleva a la estupefacción.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO