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El viaje: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

El viaje: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Seguimos hoy descubriendo las intimidades viajeras de algunos criptanenses de hace, más o menos, un siglo. En realidad no las descubrimos nosotros, porque hoy no tienen todas estas noticias nada de particular si no es porque constituyen una curiosidad. Las descubría, como decíamos en los días anteriores, el periódico El Pueblo Manchego, que tanto daba en sus columnas para crímenes, para noticias internacionales y noticias nacionales, como para noticias de sociedad, y para publicidad de bragueros y antitusivos milagrosos, anuncios de queso, anuncios de vino, anuncios de cualquier cosa que se pudiese vender en la provincia. En esto hay que reconocer que era muy cosmopolita el periódico El Pueblo Manchego y que era, sobre variado de intereses, y que no quedaba resquicio de la vida pública y privada que escapase a su mirada y análisis.

El valle del Danubio en Beuron (Alemania): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1996)

El valle del Danubio en Beuron (Alemania): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1996)

Durante años nos contó el periódico El Pueblo Manchego los ires y venires de criptanenses a la capital provincial. A lo mejor es que la vida es un continuo ir, ir e ir… pero quizá no venir, porque el tiempo no retrocede, porque lo pasado no vuelve, y porque el presente es ya pasado y el futuro es ya presente y así siempre. El infinito viajar se tituló la versión española del libro La storia non é finita (2006) de Claudio Magris. Uno de sus capítulos está dedicado a la visita del autor a Campo de Criptana y a sus molinos de viento. Otro de sus libros, Danubio (1986), en mi opinión una de las obras más importanteds de la literatura europea del siglo XX, es también un viaje, sobre todo espiritual, por Centroeuropa, siguiendo el curso del río, que es como la vida misma, que nace y muere, y las aguas sólo pueden ir en una dirección y no pueden volver. Al final del camino sólo se puede contemplar lo recorrido, y poco más, pero todo viaje merece la pena.

Cien años después, contemplamos hoy los viajes de los criptanenses de hace un siglo, y recuperamos de las brumas del tiempo nombres, y con ellos personas, y con ellas vidas, y con ellas el pasado. Veamos hoy, pues, quiénes eran algunos de aquellos, “Los que viajan” en aquellos años a partir de lo que nos dicen algunos números de El Pueblo Manchego en su sección Ecos de sociedad.

Año III, núm. 668, 29 de marzo de 1913:

Después de ventilar asuntos particulares en el tren de anoche regresaron á Campo de Criptana los propietarios D. Santiago Calonge y D. Manuel Lara concejal de aquel Ayuntamiento.

El río y la vida: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

El río y la vida: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Año V, núm. 1210, del 20 de enero de 1915:

Ha llegado de Criptana D. José Calonge.

Hemos saludado a D. Antonio Pérez, de Criptana.

Año V, núm. 1224, del 4 de febrero de 1915:

Han llegado de Criptana D. Casimiro Pincha y D. Emilio Márquez.

Emilio Márquez, de segundo apellido «de Prado», aparece en 1912 como alcalde de Chillón (El Pueblo Manchego, año II, núm. 390, del 26 de abril de 1912).

De Santiago Calonge sabemos que tenía por segundo apellido también Calonge. Aparece ocupando el núm. 18 en el listado de cabezas de familia que habrían de formar parte del jurados en el partido judicial de Alcázar de San Juan en 1903 (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 2 de septiembre). Continuará apareciendo en estos listados en los años siguientes, al menos hasta 1921.

De un José Calonge, de segundo apellido Manzaneque, tenemos noticia como recluta del reemplazo de 1898 que debía incorporarse el 1 de marzo de 1901 (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 18 de marzo de 1901).

Pasa el paisaje: ("La llanura"): Dibujo a rotulador y tinta china de José Manuel Cañas Reíllo (1998)

Pasa el paisaje: («La llanura»): Dibujo a rotulador y tinta china de José Manuel Cañas Reíllo (1998)

¿Qué más queda por decir? Pues que el tiempo pasa inexorable y no se detiene. Casi todo se puede recuperar, menos el tiempo. Cuando se ha ido, se ha ido, para siempre. De aquellos viajes, quizá en tren, de aquellos paisajes en movimiento, de aquellas mañanas soleadas y apacibles, de esos atardeceres nostálgicos y melancólicos, momentos en que parece que el tiempo se para. Nos queda esto al menos: el recuerdo.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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