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Descubierta ya la identidad del corresponsal criptanense que durante tantos años en la segunda década del siglo XX estuvo transmitiendo noticias de la localidad al periódico provincial El Pueblo Manchego, quizá tendríamos que dedicar algún espacio a confirmar esta afirmación y, ya de paso, a contar algo más sobre el susodicho (véase: El corresponsal Maximino Cuadra y la iglesia de Arenales, Campo de Criptana 1912).
Mucho y mucho habíamos hablado ya sobre este corresponsal que informaba con tantos pelos y señales sobre el transcurso de la vida social criptanense, y sobre su progreso económico, y también sobre la actividad municipal y, como es obligación de un corresponsal aunque a veces le resulte amargo, daba cuenta también de crímenes, de desgracias, de tragedias. Repasando una y otra vez sin cesar los artículos del corresponsal, parece pasar ante la vista una película de la vida criptanense de hace un siglo. Parece como si lo estuviésemos viendo, a sus personajes en sus quehaceres diarios, a sus concejales en un continuo ir y venir de un lado para otro, a su alcalde ocupado en las cuestiones consistoriales, y en examinar qué obras eran necesarias y cuáles no, pero sobre todo, de asegurarse de que medio pueblo no tendría sus calles levantadas a la vez, porque los arreglos hay que hacerlos, supongo, poco a poco, y no cuando se acercan elecciones, y de manera que no parezca que se está buscando un tesoro con desesperación y que no se encuentra, por mucha zanja que se abra. Ahora lo confesaré. Un monje alemán, allá en los bosques del sur de Baden Württemberg, en Alemania, me enseñó hace muchos años a buscar tesoros como si de un zahorí se tratase, con varita y todo. Había unas palabras mágicas que se tenían que pronunciar a medida que se recorría el campo, con la varita en las manos, por supuesto: “Suchend Gold, suchend Gold, suchend Gold im Boden”, es decir, “buscando oro, buscando oro, buscando oro en el suelo”. Nunca encontré un tesoro, el monje tampoco, y creo que en las calles de Criptana tampoco se encontrará por mucho que se levanten y se vuelvan a levantar una y otra vez.
Y se me va el tema por los cerros de Úbeda, a lo mejor detrás del caminante que sigue, como siempre, carriles ignotos y de destinos insospechados. Volvamos al camino, pues, y retomemos lo que teníamos que decir del corresponsal. Hemos dicho que ya lo teníamos identificado. Es Maximino Cuadra. Una nota, publicada en el mismo periódico en el que trabajaba, El Pueblo Manchego, año II, núm. 310, del 22 de enero de 1912, nos lo confirma del siguiente modo:
Hemos tenido el gusto de que sea nuestro huésped, aunque por breves horas, el activo é ilustrado corresponsal ed (sic, por «de») EL PUEBLO MANCHEGO en Campo de Criptana D. Maximino Cuadra y García Antón.
Sin embargo, es casi seguro que la corresponsalía por mucha entrega que se le dedicase (y Maximino nunca escatimó esfuerzos al respecto) no daba de comer, y que el corresponsal tendría, sin duda, que tener un oficio. Eso del pluriempleo, sin embargo, no era nada raro entre los Cuadra criptanenses. Citemos, como prueba, el caso de Jacinto Cuadra, comisionista, alcalde, negociante de intereses variados y muchas cosas más (véanse: Jacinto Cuadra, corresponsal, comisionista y pluriempleado, Campo de Criptana, 1882-1903; y Jacinto Cuadra, político, viajero y alcalde, Campo de Criptana, 1909-1914). También Maximino Cuadra tuvo un oficio además de ejercer la corresponsalía. En 1912 fue nombrado oficial de secretaría del Ayuntamiento criptanense (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 5 de junio de 1912). Sin embargo, ya antes, en 1911, había sido nombrado secretario interino por fallecimiento del titular, Miguel Lara (véase: Crónicas variopintas: El frío, el vino, el censo, el caso de la “Niña carbonizada” y una “Muerte inesperada” Campo de Criptana, 1911).
Mañana daremos más noticias sobre Maximino Cuadra.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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