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No hay quizá frase más a medida que ésta con la que hemos titulado el artículo y que nos evoca, indefectiblemente, la célebre «a Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César», para ilustrar lo que escribiremos hoy, después de una breve interrupción por un día del curso cotidiano de este blog. Lo etomamos, pues, pero, reconozcámoslo, con un tema que quizá no sea en exceso atractivo para el lector, pero que sí nos puede ilustrar sobre una constante del Estado español de todos los tiempos: su endeudamiento. Éste fue especialmente sangrante en el siglo XIX, cuando los pocos dineros del país y los muchos que se sacaron de las desamortizaciones se esfumaban en guerras carlistas y en las corruptelas propias de una sociedad caciquil gobernada por una política en las que las reinas eran Isabel II y la ineptitud. Y se iban también muchos recursos en intentar mantener los restos de un imperio de ultramar que se desmoronaba, todos los días un poco, cada día, sin parar, como un castillo de naipes golpeado por el viento solano. Y así las cosas, el dinero se escurría como agua entre los dedos de la mano, mientras el subdesarrollo era pan, o no pan, de cada día, y las hambrunas y las periódicas epidemias azotaban de vez en cuando a la población.
Hubo tiempos en los que, cuando el estado estaba en apuros, exigía a los pósitos de los pueblos su participación monetaria, es decir, que enviasen fondos con los que financiar estas guerras. Y el Pósito criptanense no fue una excepción.
En 1870, en una resolución de la Diputación Provincial de Ciudad Real salió el tema a relucir, y se publicó en forma de anuncio en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, núm. del 26 de diciembre. Así decía la nota publicada:
La devolución al Sr. Gobernador Civil de la instancia de D. Francisco Vicente Casero y Magnes, Alcalde Presidente del municipio de Campo de Criptana ó dicha Autoridad, para que dé curso á otra que eleva el Excmo. Sr. Ministro de la Gobernacion (sic), de reintegro al Pósito de dicha villa de 9.116 rs. 4 mrs. que el Estado le adeuda por suministros en tiempo de la Guerra civil, informando no existir antecedentes de este asunto en esta Diputación.
Era, pues, una cantidad importante en aquella época la adeudada, 9.116 rs. es, decir, unas 2.279 pesetas. Nos aparece de nuevo aquí uno de los Magnes, familia de la que ya escribimos hace unos días (véase: Los Magnes, de Campo de Criptana, 1858-1894). No dijimos en su momento que también Francisco Vicente Casero y Magnes había sido alcalde de Campo de Criptana. En el artículo de hoy, pues, añadimos este dato a lo que ya antes sabíamos y habíamos dicho de los Magnes.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Hace usted una reflexión inicial al presentar la noticia de hoy que, de no ser por la fecha indicada, pareciera referirse a la más rabiosa actualidad. Cuando Felipe II sucedió a su padre, la deuda pública se había comido ya el presupuesto de muchos años venideros. Es decir, que estos problemas vienen de lejos. Mis amigos se rien cuando a veces afirmo que las cosas comenzaron a torcerse en España desde los tiempos de don Pelayo, pero he descubierto que me quedo corto, porque acaso empezaron en los tiempos de Recaredo. Joaquin Costa se encontraría ahora en un ambiente que conocía, y denunció, muy bien. Y es que el progreso es imparable.
Lleva toda la razón y estoy completamente de acuerdo con usted. Efectivamente, hay que remontarse quizá a don Pelayo, y quizá antes. No olvidemos que la administración romana en tiempos del Imperio estaba casi siempre al borde de la quiebra.
Los tiempos no cambian justo lo que pasa ha hora pero sin guerras dentro de nuestra tierra