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Otoño: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Otoño: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Dejábamos ayer al audaz corresponsal «Jotaesee» en esa ingrata y a veces infructuosa tarea de desmontar tópicos y prejuicios. Hizo el corresponsal elogio de La Mancha. Hizo el corresponsal panegírico apasionado de sus tierras y de sus riquezas. Alabó el corresponsal su ímpetu económico, su lucha perpetua contra los elementos y su frenética actividad en esos días de finales de octubre, días de otoño, días de oro que tanto me evocan esos Goldoktober que tantas y tantas veces he vivido en el sur de Alemania, días en que los viñedos se inundan de ese rojo de decadencia que no anuncia sino la caída de la hoja. El artículo, lo recordamos, tenía por título la La vendimia y se publicó en el periódico El Noticiero, de Béjar (año II, núm. 72, del 25 de octubre de 1913).

Desarrollaba el corresponsal su plan retórico. De lo general, La Mancha, nos llevaba a lo particular, al caso de Campo de Criptana, pueblo que él debía de conocer, seguramente, muy bien y que más de una vez habría visitado. Nos cuenta así pues algo sobre la vendimia en esta localidad:

Las transaciones (sic) de uva, que se hacen en estos días, ascienden a un número muy respetable de millones y en prueba de mi aserto, diré, que en el pueblo que mejor conozco de los más arriba citados (Campo de Criptana), que con ser muy importante, no es, ni mucho menos, lo que Valdepeñas y Manzanares, por ejemplo, se hacen trasaciones (sic) anualmente, que por término medio, oscilan entre seis y siete millones de pesetas.

Viñedos: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Viñedos: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

No olvidemos algo fundamental: era Campo de Criptana entonces una potencia vinícola y eran aquellos años los de su gran esplendor, los tiempos de las grandes bodegas que no sólo dieron fama a la localidad por sus vinos, sus champanes y sus licores, sino que fueron fundamentales en la conformación urbanística de los alrededores de la estación de ferrocarril.

Llegamos ya al epílogo del artículo. ¿Conseguirá el corresponsal acabar con el tópico? No lo sabemos. Es cosa difícil ésta de borrar prejuicios, es cosa casi imposible, es batalla casi perdida porque los elementos en esto no se dejan convencer con facilidad y ya se sabe: cuando se lucha con los elementos hay pocas garantías de éxito. Veamos pues cómo acaba el artículo:

Esto dará a muchos que solo conocen de oídas el nombre de la Mancha, una idea, aunque no del todo exacta, de lo que representa en la vida industrial de la España contemporanea (sic) de la región en cuyo ambiente, concibió el inmortal Cervantes la figura más grande de nuestra Historia literaria, y prueba que si el Manco inmortal pudo creer (sic, quizá una errata por «crear») al alma Manchega personificada en la figura de Alonso Quijano, capaz de elevarse a las más puras regiones del Ideal, es también en el terreno práctico capaz de emular a las regiones más industriosas y progresivas del mundo entero.

Hasta aquí este artículo desbordante en el uso innecesario de comas. No sé si este final, tan teñido de connotaciones épicas y de artificios retóricos no siempre bien conseguidos, convencería en su época o no al lector. Nunca se sabe. Los lectores a veces encuentran en los escritos sentidos ocultos a su autor. En esto, los designios de la exégesis son inescrutables, casi tanto, tanto, como los caminos y la historia de los prejuicios. Aquí lo dejamos hoy, un martes 13, sobre un ya lejano año de 1913… tanto 13…

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO