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Hora va siendo ya de que salga a relucir la más llamativa e interesante peculiaridad del paraje de la Hidalga: su interés arqueológico. Antes de iniciar esta serie sobre La Hidalga, mucho antes, y cuando este blog estaba aún en ciernes, un ya lejano 12 de febrero de 2012, tratamos sobre esta cuestión. Allá por 1917 el académico Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera (1859-1950) inició un periplo arqueológico por La Mancha y, a su paso por La Hidalga, identificó allí el solar de la otrora conocida ciudad celtíbera de Alces. Digo conocida, porque ya en el siglo I habla de ella Tito Livio (59 a. C. – 17 d. C.), y no una sola vez, sino dos, en su Ab Urbe Condita (4,48.49). Tito Livio nos la hizo mítica por su resistencia a Roma, hasta que la tomó Sempronio Graco en el año 180 a. C. No fue éste el único paraje del término criptanense en el que Blázquez fijó su atención. Pasó también por el santuario del Cristo de Villajos.
De sus excursiones arqueológicas informó en su momento el periódico Vida Manchega (núm. 192), del 10 de octubre de 1917, acompañando la breve reseña de su excursión con una fotografía histórica del grupo de criptanenses que le acompañaron (véase: En busca de Alces: La exploración del académico Antonio Blázquez, 1917).
Ese mismo año de 1917, Antonio Blázquez nos habla también de la existencia de restos de vías romanas en el término de Campo de Criptana, en especial en las cercanías del Cristo de Villajos y de la Laguna de Salicor, es decir, muy cerca de la Casa de la Hidalga (véase: Una vía romana en Campo de Criptana, según el académico Antonio Blázquez, 1917).
Seguimos en el año 1917, porque de nuevo, encontramos eco de los descubrimientos de Antonio Blázquez, en este caso en el Catálogo Monumental Artístico-Histórico de España. Provincia de Ciudad Real (Madrid 1917: Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Ed. facs.: Ciudad Real 1972), cuyo autor fue Bernardo Portuondo. Veamos qué se nos dice en la pág. 14:
… más que recientes, actuales son las inteligentísimas exploraciones llevadas a cabo por don Antonio Blázquez para fijar la situación de la antigua ciudad celtíbera de Alces (habiendo logrado determinarla según parece, en el cerro de la Hidalga, (Campo de Criptana), cerca también por tanto de Villajos, Alcázar de San Juan y Miguel Esteban, emplazamientos diversos atribuidos por otros autores a la gran Ciudad), y para investigar el trazado de las antiguas vías romanas en la región, cuyos trabajos serán cuando se publiquen del mayor interés.
No era ésta la única teoría vigente sobre el solar de Alces. Nos dice este mismo Catálogo Monumental (p. 61) que Inocente Hervás Buendía prefería el paraje de Villajos como posible emplazamiento de la vieja ciudad:
Sostiene don Inocente Hervás Buendía, fundado en la existencia de los vestigios […], ser este el emplazamiento de la antigua y célebre ciudad celtíbera de Alces, que tan heroica resistencia supo oponer a los romanos mandados por Tito Sempronio Graco (a 180 a de J. C.). Figuran entre dichos restos la existencia en la huerta de Treviño, un kilómetro al Este de la antigua ciudad, de un túmulo o monumento sepulcral de los que en la Edad Media se llamaron motas o motillones; y a igual distancia al Norte, en la subida a los Losares y en el Pico de la solana, en excavaciones hechas al intento se hallaron urnas cinerarias, sepulturas y numerosos restos de orzas rotas por el arado, que acusan la existencia de dos necrópolis de la famosa ciudad.
El autor del Catálogo Monumental, sin embargo, se queda con la teoría de Blázquez, tal y como expresa en la pág. 62:
Hay que examinar sin embargo los últimos y recientes trabajos de don Antonio Blázquez sobre el terreno, que ilustran este punto fijando el emplazamiento en el cerro de La Hidalga próximo a este término.
Tuvieron un gran eco las hipótesis de Antonio Blázquez en aquel tiempo. Hoy, sin embargo, nos plantean muchas dudas. Que la Hidalga es un yacimiento arqueológico de gran intéres es indiscutible. Otra cuestión es que se pueda identificar con Alces. Hay que tener en cuenta que, además, la localización de Alces no tiene por qué ser la principal prioridad de la arqueología criptanense de nuestro tiempo. Hay, sin duda, otras cuestiones de gran intéres a las que no siempre se ha prestado la suficiente atención.
Que Alces haya sido, incluso, una ciudad, puede resultar dudoso. Por supuesto, convenía a Tito Livio exagerar su poder: ¿En qué lugar habría quedado el general Sempronio Graco si la resistencia contra los romanos se hubiese dado en una simple aldea celtíbera? No. Roma se merecía contrincantes de mucha mayor talla, una ciudad celtíbera, y Tito Livio no pierde la oportunidad de dejarlo claro. Sin duda, exagera este autor mucho el poder de Alces y en esto es fundamental distinguir muy bien qué es historia, qué es historiografía y qué es mito, distinciones que no estaban claras aún en época de Blázquez.
Hasta aquí el artículo de hoy. Mañana continuaremos hablando sobre estas cuestiones.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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