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Se explayó mucho Tito Livio en su Ab urbe condita en los episodios que narraban la caída de Certima y de Alces. Fueron dos de los asedios muy famosos en la guerra celtíbera de Sempronio Graco. Hizo, así, Tito Livio entrar a Certima y a Alces en la gran historia de Roma y, por fortuna, los libros en los que se cuenta esta historia están entre los conservados de su gran obra historiográfica. Merecen, por tanto, Certima y Alces estas apostillas, y quizá muchas más, porque con ellas estamos haciendo un hueco para las tierras criptanenses en la historia de Roma y, también en la más que olvidada y poco conocida historia de la Celtiberia. Cuándo dejan de ser estas tierras celtíberas y comienzan a ser romanas es difícil de decir. Una cosa es, por supuesto, la conquista; otra muy diferente es la asimilación, es decir, el proceso por el cual el celtíbero de a pie se romaniza y asume la cultura y la lengua de los invasores. Este proceso fue largo, sin duda, y las dos culturas debieron de convivir durante mucho tiempo. No lo podemos olvidar: Fueron las tierras criptanenses parte de la Celtiberia, y celtíberos vivieron por aquí, y tuvieron su sociedad, y su cultura, y algo nos dejaron. Al menos la cerámica, que no es poco, y suponemos que muchas cosas más, no tan fácilmente perceptibles.
Entremos ya de lleno en la apostilla de hoy, que centrará su interés en la añagaza que Sempronio Graco planeó contra el ejército celtíbero para derrotarlo. Veamos, pues, el texto de Tito Livio según versión española de Miguel Cortés (1836) y el comentario de Pedro Planas en su artículo titulado Paralelismo entre las instituciones fundamentales de la sociedad céltica e ibérica (continuación) que se publicó en la Revista de archivos, bibliotecas y museos, año XXVI, Octubre a Diciembre de 1922, núm. 10, 11 y 12 (págs. 562-611).
La emboscada romana
Miguel Cortes (1836), págs. 123-124:
Habiéndolos tentado y ejercitado algunos días [a los celtíberos], atacándolos en pequeñas escaramuzas con las tropas ligeras, de cada vez los iba tentando mas por ver si los obligaría á salir de sus trincheras. Luego que consiguió este intento, mandó á los príncipes aliados que se replegasen, y como quien huye de una fuerza superior se retirasen al campamento, y en el que él tendría apercibidas sus tropas junto á las puertas. No pasó mucho tiempo cuando ya vió que los celtíberos venían dando alcance á los que huían con estudio. Para este lance tenía él aparejado su ejército dentro del vallado. Así esperando solamente que los suyos acabasen de entrar, dado el grito, salió a un tiempo por todas las puertas.
[Véase: De Certima a Alces, Campo de Criptana, 1836, I]
Pedro Planas (1922), págs. 588-589:
Y como durante algunos días fuese provocando a los bárbaros por medio de escaramuzas, enviando al efecto tropas ligeras contra las avanzadas de los reales celtibéricos, de día en día iba empeñando combates más serios, con el fin de sacarlos a todos de sus defensas y fortificaciones. Luego que consiguió lo que pretendía, ordenó a los prefectos de las tropas auxiliares que, una vez la batalla empeñada, como si fueran vencidas por el número, volviendo de repente la espalda, a todo correr huyesen al campamento.
Nota 2 (a «campamento»):
Lo que aquí maravilla no es precisamente la novedad de la estratagema, que se lee frecuentemente en Livio, sino la imbecilidad de los celtíberos en caer en un lazo tan vulgar y repetido. En una u otra forma nos cansamos de leer en aquel historiador el mismo ardid de guerra, y siempre, o casi siempre, con el mismo resultado.
Fue, sin duda, este acontecimiento decisivo en la conquista de la comarca. Tocados estarían ya los celtíberos con la caída de Certima. Más tocados quedaron en su derrota en esta emboscada. Estaba ya, entonces, el final sentenciado para Alces. Por supuesto, los celtíberos no estaban al corriente de las técnicas bélicas de los romanos, muy perfeccionadas y muy estudiadas, y les cayó todo por sorpresa. Es cierto que este tipo de emboscadas aparece por doquier en las historias de Tito Livio, pero no podemos achacar a la «imbecilidad de los celtíberos» este error. No tenían por qué haberse leído a Tito Livio que, además, no había escrito aún su obra y faltaba mucho para que lo hiciera. En esto de los juicios históricos hay que tener mucha precaución, porque a veces se incurre en anacronismos evidentes. Suponemos que, además, no estarían muy acostumbrados los celtíberos de estas comarcas a enfrentarse a enemigos tan importantes y con sentido tan estratégico como Sempronio Graco. No es extraño que todo esto les resultara novedoso y que, por tanto, tuvieran que acabar pagándolo muy caro.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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