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Sigue el camino: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Sigue el camino: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Seguimos esta historia de la caída de Certima y de Alces, entre escaramuza y escaramuza, entre asechanzas de unos a otros pero no de otros a unos… así, por tierras criptanenses, entre colinas y llanuras, entre encinas y tomillos. No estaba todavía por allí el caminante que de vez en cuando aparece por este blog, pero nos contó lo que pasó por aquí Tito Livio, y con eso basta. Eso sí, tengamos en cuenta que Tito Livio no es un testimonio imparcial, pues escribió del lado de los romanos, para exaltar a los romanos, para encumbrarlos y, sobre todo, para justificar la conquista de Hispania. Y no es poco todo esto.

Puede que yo nunca más vuelva a ver estas tierras como las veía hasta ahora, hasta que me puse a escribir estas historias y estos comentarios. Seguramente, no podré evitar imaginar ya, cuando pasee por estos caminos, el paso por allí de las legiones romanas con Sempronio Graco a la cabeza, mientras palabras en latín iban dejando ya un rastro en el ambiente, y las celtíberas comenzarían poco a poco a ser olvido. ¿Completo? No, por supuesto. Desaparecieron las lenguas prerromanas, pero quedó su sustrato, aquí y en todo solar del imperio. Fueron esos sustratos lingüísticos los que hicieron que el latín evolucionara a su manera en cada región del antiguo Imperio Romano y que de una gran madre lengua latina nacieran lenguas hijas como el español, el gallego, el catalán, el francés, el italiano, el retorromance, el rumano… ellas, y todos sus dialectos y todas sus variedades. Todo ello nació de una sola lengua que ha sobrevivido en la cultura, a pesar de todo, hasta nuestros tiempos. Sobrevivió el latín a la Edad Media, y a los siglos posteriores, y sigue sobreviviendo a las nefastas, destructivas e incultas reformas educativas de finales del XX… y comienzos del XXI. Volverán sus tiempos felices, como las golondrinas, estoy seguro, porque sin el latín y sin el griego la cultura de occidente carece de faro guía… es un mundo a la deriva que poco a poco va dirigiéndose hacia el proceloso mar de la incultura.

Desde la fortaleza: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Desde la fortaleza: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Tenía ganas de hacer esta defensa del latín… desde hace mucho tiempo. Es hora ya, sin embargo, de que vayamos directamente a la apostilla de hoy. Volvemos de nuevo a los «reales» de los ejércitos del tiempo en que Sempronio Graco anduvo por estos lares, y veremos cómo era un campamento de aquellos tiempos, uno de los que, quizá, hubo por aquí. Y de nuevo tomamos un texto de Tito Livio, a partir de la versión de Miguel Cortés (1836), y la comentaremos con lo que nos dice Pedro Planas en su artículo titulado Paralelismo entre las instituciones fundamentales de la sociedad céltica e ibérica (continuación) que se publicó en la Revista de archivos, bibliotecas y museos, año XXVI, Octubre a Diciembre de 1922, núm. 10, 11 y 12 (págs. 562-611).

El campamento romano

Miguel Cortés (1836), pág. 124:

Habiéndolos tentado y ejercitado algunos días, atacándolos en pequeñas escaramuzas con las tropas ligeras, de cada vez los iba tentando mas por ver si los obligaría á salir de sus trincheras. Luego que consiguió este intento, mandó á los príncipes aliados que se replegasen, y como quien huye de una fuerza superior se retirasen al campamento…

[Véase: De Certima a Alces, Campo de Criptana 1836, I]

Cerro de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Cerro de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Pedro Planas (1922), pág. 589, nota 3 (a «campamento»):

Sabido es que todo campamento romano, rodeado de foso, trinchera estacada, tenía sus puertas o salidas al campo. Como en tiempo de la República no hubo apenas variedad en el asiento y disposición de los reales de sus ejércitos, todos los campamentos romanos guardaron substancialmente la misma forma y distribución; de modo que, descrito uno, v. gr., el que como tipo y modelo tan minuciosamente nos pinta Polybio, descritos todos. Entonces el campamento, como éste de que nos habla Livio, trazaba sobre el terreno (que siempre se escogía llano a permitirlo el teatro de las operaciones) una planta cuadrada, rara vez rectangular o en el sentido estricto de la voz. El pretorio, habitación o tienda del general (cónsul, procónsul o pretor), era el eje del campamento. Al pretorio se subordinaba todo. A un tercio aproximadamente en sentido de uno de los lados del cuadrado, más bien que en su centro y teniendo delante de sí un espacio vacío a manera de plaza, a él confluían cortándose perpendicularmente dos grandes y anchas calles…

Lo dejamos aquí, para que hagamos ahora volar a la imaginación, porque ¿habría sido algo parecido a esto el campamento romano que es fama se asentó en el paraje de El Real para la toma de Certima? Puede que sí o puede que no, pero como la imaginación es libre, y cada uno interpreta a su manera los textos, que el lector decida.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO