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Seguimos esta historia de la caída de Certima y de Alces, entre escaramuza y escaramuza, entre asechanzas de unos a otros pero no de otros a unos… así, por tierras criptanenses, entre colinas y llanuras, entre encinas y tomillos. No estaba todavía por allí el caminante que de vez en cuando aparece por este blog, pero nos contó lo que pasó por aquí Tito Livio, y con eso basta. Eso sí, tengamos en cuenta que Tito Livio no es un testimonio imparcial, pues escribió del lado de los romanos, para exaltar a los romanos, para encumbrarlos y, sobre todo, para justificar la conquista de Hispania. Y no es poco todo esto.
Puede que yo nunca más vuelva a ver estas tierras como las veía hasta ahora, hasta que me puse a escribir estas historias y estos comentarios. Seguramente, no podré evitar imaginar ya, cuando pasee por estos caminos, el paso por allí de las legiones romanas con Sempronio Graco a la cabeza, mientras palabras en latín iban dejando ya un rastro en el ambiente, y las celtíberas comenzarían poco a poco a ser olvido. ¿Completo? No, por supuesto. Desaparecieron las lenguas prerromanas, pero quedó su sustrato, aquí y en todo solar del imperio. Fueron esos sustratos lingüísticos los que hicieron que el latín evolucionara a su manera en cada región del antiguo Imperio Romano y que de una gran madre lengua latina nacieran lenguas hijas como el español, el gallego, el catalán, el francés, el italiano, el retorromance, el rumano… ellas, y todos sus dialectos y todas sus variedades. Todo ello nació de una sola lengua que ha sobrevivido en la cultura, a pesar de todo, hasta nuestros tiempos. Sobrevivió el latín a la Edad Media, y a los siglos posteriores, y sigue sobreviviendo a las nefastas, destructivas e incultas reformas educativas de finales del XX… y comienzos del XXI. Volverán sus tiempos felices, como las golondrinas, estoy seguro, porque sin el latín y sin el griego la cultura de occidente carece de faro guía… es un mundo a la deriva que poco a poco va dirigiéndose hacia el proceloso mar de la incultura.
Tenía ganas de hacer esta defensa del latín… desde hace mucho tiempo. Es hora ya, sin embargo, de que vayamos directamente a la apostilla de hoy. Volvemos de nuevo a los «reales» de los ejércitos del tiempo en que Sempronio Graco anduvo por estos lares, y veremos cómo era un campamento de aquellos tiempos, uno de los que, quizá, hubo por aquí. Y de nuevo tomamos un texto de Tito Livio, a partir de la versión de Miguel Cortés (1836), y la comentaremos con lo que nos dice Pedro Planas en su artículo titulado Paralelismo entre las instituciones fundamentales de la sociedad céltica e ibérica (continuación) que se publicó en la Revista de archivos, bibliotecas y museos, año XXVI, Octubre a Diciembre de 1922, núm. 10, 11 y 12 (págs. 562-611).
El campamento romano
Miguel Cortés (1836), pág. 124:
Habiéndolos tentado y ejercitado algunos días, atacándolos en pequeñas escaramuzas con las tropas ligeras, de cada vez los iba tentando mas por ver si los obligaría á salir de sus trincheras. Luego que consiguió este intento, mandó á los príncipes aliados que se replegasen, y como quien huye de una fuerza superior se retirasen al campamento…
[Véase: De Certima a Alces, Campo de Criptana 1836, I]
Pedro Planas (1922), pág. 589, nota 3 (a «campamento»):
Sabido es que todo campamento romano, rodeado de foso, trinchera estacada, tenía sus puertas o salidas al campo. Como en tiempo de la República no hubo apenas variedad en el asiento y disposición de los reales de sus ejércitos, todos los campamentos romanos guardaron substancialmente la misma forma y distribución; de modo que, descrito uno, v. gr., el que como tipo y modelo tan minuciosamente nos pinta Polybio, descritos todos. Entonces el campamento, como éste de que nos habla Livio, trazaba sobre el terreno (que siempre se escogía llano a permitirlo el teatro de las operaciones) una planta cuadrada, rara vez rectangular o en el sentido estricto de la voz. El pretorio, habitación o tienda del general (cónsul, procónsul o pretor), era el eje del campamento. Al pretorio se subordinaba todo. A un tercio aproximadamente en sentido de uno de los lados del cuadrado, más bien que en su centro y teniendo delante de sí un espacio vacío a manera de plaza, a él confluían cortándose perpendicularmente dos grandes y anchas calles…
Lo dejamos aquí, para que hagamos ahora volar a la imaginación, porque ¿habría sido algo parecido a esto el campamento romano que es fama se asentó en el paraje de El Real para la toma de Certima? Puede que sí o puede que no, pero como la imaginación es libre, y cada uno interpreta a su manera los textos, que el lector decida.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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