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Alces, Apostilla, Caída, Celtíbero, Cerro de Criptana, Certima, Glosa, Historia, Juicio, La Hidalga, Legiones, Miguel Cortés, Moral, Pedro Planas, Régulo, Rey, Reyezuelo, Romano, Sempronio Graco, Tito Livio, Turro
Poco nos va quedando ya que apostillar o glosar en esta serie sobre Certima y sobre Alces. Ya se ha dicho casi todo lo que había que decir… por el momento, porque mucho más nos dará que hablar en el futuro esta cuestión.
Nos centraremos hoy en cuestiones morales que pueden suscitar el comportamiento de los romanos con los celtíberos en los episodios de la toma de Certima y de Alces, y viceversa, el comportamiento de Turro, cuando, tras caer los suyos, se pasó a las filas de los romanos. Pero como es mucha materia para tan poco espacio, conviene que tratemos hoy el «juicio» que hace Pedro Planas a los romanos, y mañana el «juicio» que hace a Turro, rey de los celtíberos o rey de Alces, cosa que no queda clara.
Recordamos que tomamos como base la versión española que Miguel Cortés hizo en 1836 de los episodios de la conquista romana de Certima y de Alces que Tito Livio narra en su Ab urbe condita. Como comentario tomamos en consideración lo que nos explicaba Pedro Planas en su artículo Paralelismo entre las instituciones fundamentales de la sociedad céltica e ibérica (continuación), publicado en la Revista de archivos, bibliotecas y museos, año XXVI, Octubre a Diciembre de 1922, núm. 10, 11 y 12, págs. 562-611).
Comencemos, pues, el «juicio moral» a los romanos en los momentos completamente inmediatos a la caída de Alces.
«Juicio moral» a los romanos
Miguel Cortés (1836), pág. 124:
Mucha fue la presa que hicieron en esta ciudad, y muchos nobles pasaron á ser cautivos; entre estos dos hijos de Turro y una hija. Era este el Régulo de los celtíberos, y uno de los mas poderosos de todos los españoles. Habiendo este sabido la desgracia de sus hijos, habiendo obtenido de Graco un salvoconducto, se le presentó, y le dijo: ¿se concederá la vida para mí y para mis hijos? y oyendo de Graco que sí, preguntó más: ¿se me permitirá pelear en las filas de los romanos? y dicho que sí por Graco, añadió: os seguiré, pues, contra mis antiguos socios, ya que ellos se han tenido á menos de mirar por el honor de mi persona, y de mis propios hijos. Siguió, pues, ya á los romanos, y les fue muy útil en varios lugares.
[Véase: De Certima a Alces, Campo de Criptana, 1836, II]
Pedro Planas (1922) pág. 592, nota 1 (a «¿se concederá la vida para mí y para mis hijos?»):
En el fondo de esta humilde y significativa pregunta de Turro a Gracco se oculta la injusta agresión de que eran blanco los celtíberos por parte de los romanos […] Roma no tenía en todas sus conquistas más fin que la satisfacción de su soberbia, su deseo de dominación universal, el ejercicio de su avaricia desenfrenada, como ya lo hemos apuntado y lo hemos de apuntar todavía más. Y adviértase que, aunque Turro no se hallara dentro de Alce, cuando la cercó y tomó Sempronio, estaban sus hijos; lo cual bastante indica que si no era su capital, como parece, era de cierto de su jurisdicción y dominio. Probablemente Turro estaría en el próximo campamento celtibérico, que dijimos asentado no lejos de Alce, dirigiendo sus fuerzas, y que, vencido en la batalla descrita, se escaparía y acogería a otro de sus ópidos, desde donde, viendo la cosa perdida, determinó, en las circunstancias poco favorables a su buen nombre, presentarse al vencedor para implorar de él favor y misericordia.
Aquí acaba el «juicio moral» a los romanos que hace Pedro Planas al hilo de los acontecimientos de la caída de Alces que, por extensión, se podría aplicar a toda la conquista de Hispania. Es, simplemente, una cuestión de imperialismos, lo de siempre.
Nos interesan especialmente las consideraciones sobre el lugar de Alces en el reinado de Turro, si era o no su capital y qué status tendría dentro de la organización política de la Celtiberia.
Poco se puede aventurar al respecto. a pesar de lo que apunta Planas, porque, como ya hemos dicho en otras ocasiones, la única fuente documental disponible para estos hechos es Tito Livio y en la narración de los acontecimientos que hace no siempre es fácil distinguir realidad de ficción, historia de leyenda y verdad de exageración. Como también hemos dicho en otras ocasiones: Dejemos volar a la imaginación, porque es lo único que nos queda, y sigamos suponiendo, aunque sin base posible de demostración, que aquella Certima estuvo realmente en el Cerro de Criptana y que Turro reinó en las tierras de La Hidalga, y que avistó desde los oteros estas llanuras Sempronio Graco, sobre su caballo, al mando de sus legiones, mientras decidía hacia dónde irían destinadas sus conquistas. Quizá, incluso, podamos poner cara y gestos a Turro, y a sus hijos, y a Sempronio Graco y sentir cómo eran y cómo vivían los celtíberos de aquel tiempo (¿quizá «protocriptanenses» de hace 2.200 años?) aquellos acontecimientos.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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