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Cacique, campo de criptana, Conde de las Cabezuelas, Correo de la Mañana, Denuncia, Eulogio Montero, Extremadura, Granjeño, Infancia, Llerena, Mendicidad, Municipio, Panegírico, Parque Municipal, Terrateniente
En las penurias de las escuelas criptanenses de comienzos del siglo XX dejábamos el artículo de ayer. Nos parecía todo eso en nuestros tiempos ya pasado. Espero que sí. Claro, que uno tiene esperanzas a veces vanas y uno es ingenuo hasta la extenuación. Decía en otra ocasión que confiaba que la remodelación el Parque Municipal saliera bien. Hoy puedo decir que me equivoqué, como en tantas otras esperanzas… vanas, todas ellas. Uno para vidente no valdría, ni para echador de cartas, ni para ver el futuro en una bola de cristal, y mucho menos para hacer previsiones meteorológicas.
A lo mejor uno es muy ingenuo y piensa equivocadamente que quienes tendrían que hacer las cosas bien, en efecto las harían, y no al contrario: pues no las acaban haciendo o las hacen mal. Pero en esto, supongo, la costumbre ya hace callo.
Retomamos pues, el panegírico que Eulogio Montero, desde Llerena, dedicaba al Conde de las Cabezuelas en el periódico pacense Correo de la mañana, año IV, núm. 1015, del 6 de febrero de 1917. Veíamos ayer la exaltación de la generosidad y de la filantropía que, para el autor del artículo, bastarían para justificar su panegírico. Veamos hoy qué nos sigue diciendo este elogio dedicado al Conde de las Cabezuelas. Hoy corresponde la que hemos llamado «Loa de la caridad», y dice así:
Y no para la acción caritativa del repetido señor en lo que atañe a la beneficencia, si<no> que también se ocupa de la buena administración del Municipio, y para este objeto tiene depositadas en las arcas municipales 100.000 pesetas, destinadas al ornato público y las calamidades que haya en Campo de Criptana. ¡¡Aprended granjeños!! Dada cuenta por mí al Consejo Superior de Protección a la infancia y Represión de la mendicidad, de estas humanitarias obras y hechas las debidas averiguaciones que tan ética denuncia merecía, concedió aquella corporación diploma de honor al señor conde de las Cabezuelas.
Y acaba el artículo con un curioso colofón, una exhortación a los terratenientes extremeños para sigan en su comportamiento al conde de las Cabezuelas:
Mírense en aquel espejo los grandes terratenientes extremeños, e imiten la forma de practicar el bien con los necesitados.
Aquí acaba el artículo de Montero, y con esto concluimos también la serie que hemos dedicado a este tema. Creemos que estos días hemos sacado una rareza de la hemeroteca y, lo reconocemos, sigue siendo aún este escrito para nosotros un enigma. Es una lástima que no sepamos más sobre el contexto en el que se escribió, sobre las razones que llevaron a Montero a escribirlo y, sobre todo, cómo se tomaron los terratenientes de Extremadura, tierra del escritor, su exhortación. Puede que éste fuera el fin último del artículo: denunciar la racanería de los caciques extremeños. Y, si en realidad fue así, debemos reconocer que Montero fue muy, muy hábil, contra lo que pudiera parecer. Por eso, lector, lee entre líneas si quieres comprender, porque no todo es lo que parece.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
En mi artículo en ningún momento se han hecho juicios de valor. No suelo hacerlos, y muchos menos cuando es muy fácil incurrir en anacronismos en la interpretación de hechos del pasado a la luz de parámetros del presente. Me he limitado a hablar sobre un artículo publicado en 1917 que me pareció curioso y he reproducido con algún que otro comentario adicional fundamentalmente de carácter literario lo que dice su autor. Es la opinión de su autor y su punto de vista. Yo ni quito ni pongo… y tampoco opinio. No es esa mi función en estos casos. Se puede estar o no de acuerdo con lo que dice este artículo de 1917, pero eso queda al arbitrio de cada uno.